Hacer o no hacer trizas, esa es la cuestión

Mié, 31/05/2017 - 07:45
Hacer o no hacer trizas el acuerdo, esa es la verdadera cuestión que nos mantiene en vilo ante la perspectiva de las elecciones de 2018. Mientras que la oposición unida no tome una determinación en
Hacer o no hacer trizas el acuerdo, esa es la verdadera cuestión que nos mantiene en vilo ante la perspectiva de las elecciones de 2018. Mientras que la oposición unida no tome una determinación en este sentido difícilmente prosperará una de las tantas precandidaturas que han entrado en el juego preelectoral. Está muy bien tener una amplia baraja de precandidatos cuando lo que se tiene en la mira es llegar a la primera vuelta con uno sólo de ellos que una a toda la oposición y que garantice un triunfo inmediato sin tener que correr el inmenso riesgo del fraude en una eventual segunda vuelta. Que es mejor trabajar sobre lo construido es lo que algunos esgrimen como argumento para defender su postura condescendiente con una parte sustancial del acuerdo firmado entre Santos y las FARC. El símil es muy diciente. En el caso que concierne a la arquitectura, se trabaja sobre lo construido ya sea para disminuir costos, por razones afectivas o cuando se trata de un edificio cuyo valor histórico y estético amerita el esfuerzo inmenso de conservar y devolver el estado original del edificio en parte o en su totalidad. Para ello se requiere revisar cuidadosamente los cimientos y la estructura que por el paso de los años se encuentran en menor o en mayor medida deteriorados. Que alcanzar la desmovilización de la guerrilla más antigua y sanguinaria del continente es un logro del acuerdo, argumentan otros partiendo del supuesto de que se ha dado una real desmovilización y que la entrega de las armas, de los secuestrados y de los niños es cuestión de corto plazo. Hay otros puntos de vista, tan cuestionables como estos, con los que algunos precandidatos pretenden convencer a las bases de que al acuerdo hay que respetarlo. Me permito discrepar con todos ellos y, como muchos otros amigos de la oposición que sigo por las redes, pienso que el no blandir la espada que representa el hacer trizas el acuerdo, es un grave error siendo este la razón primordial para que ninguno de los precandidatos de la oposición aparezca en las encuestas. Una construcción con cimientos podridos y estructura carcomida como es la del acuerdo no augura que por más restaurada y decorada que resulte no cause una calamidad cuando sus cimientos y la estructura colapsen con el paso de los años. Tampoco puede tener un buen futuro un acuerdo que parta de presupuestos falsos como los de una fingida desmovilización y una insignificante entrega de. En esas condiciones lo que va a quedar del acuerdo “mejorado” es una bomba a punto de estallar. Que los precandidatos, especialmente los del Centro Democrático, pretendan pasar por conciliadores para ganar el favor público, ofreciendo mantener el acuerdo pero con reformas, es un ardid que no les va a funcionar. Los colombianos ya no comemos cuento y, en una inmensa mayoría, estamos hasta la coronilla con todo lo que huela a Santos y las FARC. No queremos cargar el lastre de un acuerdo al que no estamos obligados habiendo sido rechazado en un plebiscito que no podrán borrar de ninguna manera y menos con las jugadas dictatoriales del presidente que son afrentas a sus compatriotas y a la democracia. Mantener el acuerdo es una claudicación a la que no estamos dispuestos de ninguna manera. Todos los argumentos están a nuestro favor y no tenemos porqué ceder ante un gobierno con el sol a sus espaldas y los peores niveles de favorabilidad conocidos hasta ahora. Si el Centro Democrático guarda la esperanza de darle un giro a la conducción del país a partir del triunfo en las elecciones presidenciales, tiene que comprometerse seriamente con el electorado a no apoyar a quienes propongan pañitos de agua tibia para curar las graves heridas sufridas durante los últimos años. Hacer trizas el acuerdo es cuestión de vida o muerte. El híbrido resultante de unir un maldito acuerdo con unos principios democráticos no puede ser otro que el de un monstruo que terminará destruyendo la poca institucionalidad que aún sobrevive en Colombia.
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