Las trastadas que nos hacen los nuevos mejores amigos de Santos, Farc, Chávez y Maduro, le producen “enérgicas” protestas, con tono bravo y ceño fruncido, pero de inmediato sepulta el asunto, o lo que es peor, lo justifica.
Sus últimas protestas fueron por la masacre de las Farc contra 11 militares en el Cauca; por la pierna exhibida del cabo Ávila, en Convención, y por los 4 muertos del helicóptero en Teorama.
Protestó y acudió a las cortes internacionales, y ante el propio Papa, para que le apoyaran a perdonar y dejar impunes dichos crímenes, y los anteriores, de su, hoy ejército beligerante con derecho a matar.
Esta semana protestó, enérgicamente, por medio de su canciller, descendiente de las Ibáñez de Ocaña, por el decreto, con el que Maduro crea las Zonas Operativas de Defensa Integral Marítima e Insular (ZODIMAIN) sobre aguas en litigio con Colombia.
Igual protestó el 19 de noviembre de 2012 ante la CIJ de La Haya, por el despojó de Nicaragua sobre el dominio marítimo a Colombia, en aguas circundantes a San Andrés. Nadie le paró bolas. Daniel Ortega, con sorna, nos mandó decir: “Este fallo es solo el comienzo. Ahora vamos por la isla”.
Razón tienen los vecinos, en querer raponear nuestras propiedades. No nos defendemos, y es muy fácil robarnos. Santos alardea de su “irrestricta vocación diplomática”, en la resolución de conflictos, simple disfraz de su incapacidad para defender lo que nos pertenece en materia de soberanía territorial, e impedir que a Colombia se le siga matoneando, como al niño en la escuela, de quien abusan hasta los más débiles.
La historia nos muestra cómo, por falta de carácter, nuestros gobernantes, en tratados diplomáticos, legalizaron por las buenas lo que nos arrebataron por las malas, y en cocteles de frac, rubricaron los robos de territorio, que en ocasiones incluyeron muertes y atropellos a los campesinos de frontera.
Los presidentes y congresos de estos dos siglos de “independencia” nos sumieron en una bobería lambona, que no terminará hasta que se hayan robado el último kilo de carbón, la última gota de petróleo, el último gramo de oro, el último metro cuadrado de territorio y la última yarda marina.
La Colombia de Simón Bolívar era dueña de los territorios de la Real Audiencia de Quito, el Alto Perú, la Capitanía General de Venezuela, la Nueva Granada, Panamá y adicionalmente la región Mosquitia que comprende las actuales costas de Nicaragua, Costa Rica y Panamá, con las Mangles y el archipiélago de San Andrés, sus islas, islotes y cayos, por supuesto.
Teníamos 2´583.000 kilómetros cuadrados, más el área marina. Hoy tenemos menos de la mitad: 1´141.748 Km2. Lo más irónico es que, después que nos quitan la tierra, procedemos a regalarla a quien nos la usurpó. Más de un millón de kilómetros cuadrados se han perdido en medio de abrazos y chistecitos diplomáticos.
Bolívar era el unificador. A su muerte en 1830 se desintegró Colombia y los países se acogieron a la uti possidetis juris. Es decir, validaron como fronteras, las mismas con las que España administraba sus colonias.
Pero en asuntos de tierras, el vivo se come al bobo, y Colombia es la pendeja. Todos los países, vecinos, sin excepción: Brasil, Perú, Costa Rica, Venezuela, Ecuador, Nicaragua, y Panamá, nos robaron. Veamos:
Ecuador nos invadió con su ejército, al mando del general Juan José Flórez, para apoderarse de Pasto, Popayán, Buenaventura y Tumaco, con el apoyo de los generales colombianos Obando y López. Sus invasiones se repitieron durante 30 años y en cada una de ellas Colombia perdió territorio, hasta que en 1916 se fijaron límites mediante el tratado Suárez–Muñoz que legalizó, diplomáticamente, (como siempre) a favor de Ecuador, las tierras invadidas.
Perú también nos quitó territorio de forma armada. La primera vez en 1829 cuando el Presidente Lamar con 8.000 hombres intentó anexar al Perú las provincias de Pasto y Popayán, apoyado por los generales colombianos José María Córdoba y José Hilario López. El Mariscal Sucre los venció y expulsó. En 1830 se firmó el tratado Mosquera – Piedemonte.
En 1911 Perú nos invade por segunda vez, izando su bandera en La Pedrera, al mando del general Gamboa a quien el gobierno ordenó no responder la agresión, ni siquiera para defenderse. El asunto se resolvería con diplomacia. Ante la bobería, el ejército peruano avanzó y tomó Puerto Pizano y las Delicias, en la margen derecha del Caquetá. Colombia firmó más tarde un tímido Modus Vivendi y Perú conservó los territorios ocupados.
Perú nos invade por tercera vez en 1932. Pero esta vez, un presidente con calzones, Olaya Herrera, los contuvo y evitó que los peruanos se adueñaran de Leticia y de todo el trapecio amazónico.
Brasil. Astutamente, Perú entrega a Brasil territorio colombiano y Brasil lo recibe. La bobería diplomática sale otra vez a flote, y legalizamos la usurpación, firmando tratados en 1853, 1906, 1907 y 1928. Se perdió gran parte de la hoya amazónica, del Caquetá y Putumayo. Brasil, condescendiente, nos permitió el derecho de navegación por el Amazonas.
Panamá. Nuestro gobierno siempre ha mantenido en el olvido a sus provincias y eso se paga, Panamá empobrecida y sin presencia del Estado canaliza su descontento con la separación y la perdimos en 1903, En 1914 se suscribió el tratado Urrutia–Thompson y se legalizó la pérdida de tan valioso territorio.
Costa Rica también tomó tierra nuestra. Por Cédula Real de 1803 Colombia tenía posesión real y administrativa sobre sus costas, tanto por el Atlántico como por el Pacífico. Las desatendimos, y Costa Rica se apoderó de ellas.
Nicaragua aprovechó que Colombia no ejerce la soberanía que debe, sobre la actual costa atlántica de Nicaragua, Costa Rica, Panamá y todo el archipiélago de San Andrés y Providencia, y se apoderó de nuestras tierras. Incluso arrendó a Estados Unidos los territorios colombianos.
El 24 de marzo de 1928, por el tratado Bárcenas-Esguerra Colombia obsequia a Nicaragua la costa de Mosquitia y las islas de Mangle Grande y Mangle Chico y Nicaragua reconoce la soberanía de Colombia sobre San Andrés y Providencia y todas sus islas, islotes y cayos, como Serrana y Bolívar. Pero ahora Nicaragua alega que dicho documento se firmó durante la invasión norteamericana, y por lo tanto es nulo.
Maduro también quiere tajada. Ya Venezuela usó nuestra bobería diplomática en 1900 cuando una comisión mixta buscaba los Mogotes de los Frailes en la Guajira para trazar la línea divisoria, cómo no los encuentran, los venezolanos deciden, y los colombianos aceptan, tirarla desde Castilletes, y nos corren gravemente la cerca. El problema se soluciona en 1917 con arbitraje suizo, a favor de Colombia, pero el país no hizo valer sus derechos. Otro robo bobo.
Peor fue en 1952 cuando el mismísimo canciller Juan Uribe Holguín, pariente de la actual, manifiesta que Colombia no tiene soberanía sobre Los Monjes, se arma un escándalo nacional, y entonces, sale al tercio Enrique Santos Montejo, Calibán, tío de Juan Manuel, para escribir en su columna de El Tiempo: “No convirtamos el caso del islote de los Monjes en controversia internacional. Vale mucho más la cordialidad con Venezuela... cedamos en nuestros derechos... Y demostremos al pueblo que apreciamos en mucho más su amistad que la posesión de pedazos de tierra o de roca” Sin comentarios.
Para completar, el Laudo Arbitral de Berna de 1916 y el Tratado Final de Fronteras le dejan a Venezuela la zona aledaña entre la Guajira y Maracaibo, parte del Estado Apure y en el Amazonas los municipios de Maroa y Atabapo entre los ríos Negro y Orinoco, que eran colombianos.
Nos mordieron por todas partes, nos siguen mordiendo, y nosotros tan campantes. Colombia olvida que el Estado debe hacer presencia con inversiones en sus territorios periféricos. Por eso nos los quitan.
No vayamos a pasar un susto con el Catatumbo, con lo que nos quedó de la Guajira, con Urabá, con el Caquetá, con el Amazonas, con el Putumayo. Santos con su vocación diplomática, estará presto a firmar tratados, y regalar nuestras tierras y nuestra soberanía constitucional, territorial y moral, en medio de cocteles, o en La Bodeguita del medio, a sus nuevos mejores amigos.
Nota al margen. Norte de Santander es una entelequia territorial, sostenida en cuatro aristas muy distintas. La indígena en el Catatumbo, la andina en Pamplona, la caribe en Ocaña y la marabina en Cúcuta. Está por finalizar una de las administraciones más incapaces desde 1910. La de Edgar Díaz. Que la historia no se repita.
@mariojpachecog
Hasta Maduro nos roba
Vie, 26/06/2015 - 11:57
Las trastadas que nos hacen los nuevos mejores amigos de Santos, Farc, Chávez y Maduro, le producen “enérgicas” protestas, con tono bravo y ceño fruncido, pero de inmediato sepulta el asunto, o