LA BANCADITA DEL HUILA

La persona que sonreía de oreja a oreja el día que ganó las elecciones, ya no existe. La representante Flora Perdomo está siendo buscada por sus electores (24 mil) y el Huila piensa que esa curul se perdió. Florita está desaparecida. En el Congreso no le conocen la voz y sus colegas tampoco perciben su silueta. Es como un espectro que entra y sale del capitolio, encapuchada o a manera de fantasma. La representante Perdomo se ha comportado como la sombra del senador Villalba. La ponen y la quitan de los puestos y obedece instrucciones, pero aquí se mantiene en la penumbra. Lo que piensa o siente es un enigma, su vida pública un misterio, lo más notable de su figura es la dentadura. Ella –aturdida, tembleque- no tiene la culpa de ganarse el jugoso sueldo que devenga sin hacer nada. Su misión es la sumisión y parece que en esa “actividad” cumple a cabalidad con su jefe. El desacierto es de los electores que votan por la incompetencia. El contraste lo hace Ana María Rincón, elegida sólo por solidaridad, tras la muerte accidental de su hijo. Carece de discurso y posiciones, pero ha contratado el mejor equipo de fotografía del Congreso y en el Huila cuenta con los eficientes servicios de Foto Pomar. Posar es su trabajo diario, con cualquier ministro o funcionario, al punto que muchos despistados (ella misma) piensan que en eso consiste el trabajo del congresista. En estos días divisé a la señora Rincón y su equipo (de fotografía) en un centro comercial. Y salí huyendo, temeroso de que me incluyeran en una de sus tantas “gestiones” que realiza en Bogotá, en restaurantes, pasillos o aeropuertos y hasta ventas de pollos. El tercero de nuestros representantes es Felipe Lozada, ardoroso crítico de la guerrilla. Y no más. Entre tanto, Álvaro Hernán Prada le carga la maleta a Ernesto Macías, mientras éste hace lo propio con el expresidente Uribe. La diferencia es que hacerle mandados al recadero produce hilaridad. Yo (que los conozco  a los dos) pienso que Prada es más político que Macías, pero éste más malévolo, nefando, maligno y peligroso, según viejas advertencias confirmadas del exsenador Jorge Eduardo Géchem. Pero tan hábil que sigue embaucando a Uribe, bueno para muchas cosas pero torpe para descubrir a los malos que lo rodean. De Hernán Andrade y Rodrigo Villalba hay que celebrar que tenemos dos viejos zorros de la política en el Senado, que hacen bien su tarea, donde campean inteligencia, marrulla y astucia. Ojalá que se unieran (al margen de sus habilidades y carencias) para defender al Huila, golpeado por distintos frentes no sólo guerrilleros.