El Patriarca de las comarcas ganaderas de los ríos milagrosos sintió por vez primera el peso de la derrota y el cuchillo filoso del olvido. Había perdido en las últimas contiendas entre Caciques de las Tribus Caribes y eso lo ubicaba en un lugar deshonroso frente a sus antepasados antediluvianos. Mordía el polvo de la derrota, insinuaban los titulares de los correos impresos de su tiempo.
Ahora se refugiaba en su choza como en tiempos de recreo o en su tienda de campaña a la orilla del mar, para sentir el salitre flotando en el aire y los pájaros marinos alzando al océano en cada vuelo. Admirado por miles y otros miles en festejo gozoso por su destino en derrota. La moneda de la vida siempre es completa con sus caras.
El guerrero muere de pie y parece que su consigna de batalla simplemente pedía descanso. ¿Cuántas lunas y cuántos soles debían esperar? Sólo los Dioses lo saben y lo comunicarán con sus clarines sonoros el día indicado.
Mientras, las tribus Caribes se acostumbrarán a los nuevos caciques e impondrán sus ritos, códigos y menesteres para hacer del oficio de gobernar toda una fiesta en el sentido extenso de su significado.
En todo el extenso mapa Caribe donde los ríos juegan con la vida y la vida se baña siempre en los mismos ríos, el mar sonríe y espera con paciencia su llegada: igual hacen los caciques; esperan el curso de los ríos de gentes que vienen a tributar su lealtad cultivada con los favores y años de pertenencia al clan.
Estaba escrito en las runas de los pueblos del Caribe que su destino iba a pasar por una transformación lenta y dolorosa. Son tribus acostumbradas a gobiernos de caciques caprichosos algunos, ególatras otros, mezquinos todos y autárquicos en su ejercicio de poder. Muchos caciques se derrumbaron en postergadas jornadas, otros, sufrieron el desencanto espontáneo de sus tribus y pasaron al valle del silencio; ocultos entre matorrales y faunas indeseables.
El problema es sencillo: las tribus Caribes no encuentran en sus Dioses respuestas precisas –ellos quieren frutas masticadas- y el mínimo esfuerzo a veces se impone y se escoge a un seudo cacique con aire de mesías que trastoca reglas y convierte al caos en algo cotidiano.
El rumbo fijado por las constelaciones no ha sido descifrado. El mapa estelar es confuso y cargado de significados que solo el tiempo y las puestas de sol confundirá con una prolongada noche de espera. Al amanecer, la confusión crece como una mandarina del cielo. Las tribus Caribes seguirán en su infinita ofrenda a Dioses juguetones que se entretienen con la desesperanza de sus adoradores.
Habrá que esperar otro ciclo completo de cuatro lunas y soles para soñar con nuevas señales en el mapa estelar de la esperanza. Los Caribes se acostumbran rápido y seguramente confirmarán su destino o torcerán el curso del río del tiempo. Solo ellos lo saben.
Vuelvo a Juancho en su choza de recreo. El patriarca de siempre retornará seguramente a sus cosas pequeñas e íntimas o masticará una y muchas veces la inmensidad de la pérdida hasta el desvelo que viene con los años. Despierto o dormido, se le confundirán los sueños con la realidad y al final, se extraviará en los laberintos de la memoria de los cuales nunca más regresará.
Coda 1: Un abrazo Caribe a todas esas tribus de la comarca que fueron capaces de construir cosas sencillas e inteligentes con el voto franco, claro y alegre durante la última jornada de democracia local.
Coda 2: Un dedo acusador para aquellas tribus de la comarca que siguieron el juego perverso de las posesiones y escogieron el camino ruin y vil de la democracia - mercancía. Que los Dioses se apiaden de ellos.
La choza de Juancho
Sáb, 12/11/2011 - 08:54
El Patriarca de las comarcas ganaderas de los ríos milagrosos sintió por vez primera el peso de la derrota y el cuchillo filoso del olvido. Había perdido en las últimas contiendas entre Caciques d