Según algunos encuestadores, Gustavo Petro (GP) se está disparando, y no como se decía, que le sería muy difícil superar el nivel anterior de cerca de 12 puntos, debido a que había agotado su respaldo potencial y a su alta imagen negativa. Si las encuestas reflejan la realidad del momento, es claro que no existe tal tope y que la imagen negativa puede cambiarse hacia una más positiva. En esas condiciones, es factible que en los meses que faltan para la primera vuelta presidencial Petro alcance a clasificar y enfrentarse a un posible candidato de centro derecha; si eso ocurriera, se abriría un espacio amplio para todo tipo de coaliciones, y podría suceder que se constituyera una mayoría que buscara atajar al candidato de derecha, o lo contrario. Estaríamos jugando en un campo azaroso donde cualquier cosa puede ocurrir, como sucedió en la elección que llevó a GP a la Alcaldía Mayor de Bogotá. ¡Qué miedo!
Petro tiene muchos factores que cuentan a su favor: el desprestigio de los partidos tradicionales —con el enorme descontento y malestar que ello produce—, la percepción de corrupción que no lo toca, la desigualdad y pobreza de amplísimos sectores populares y de clase media que ven en él a un abanderado de sus reclamos. Veamos cada factor con más detenimiento.
Que Petro es honesto: cierto, pero en general los demás candidatos son honestos, y ese atributo no debería contar a favor de nadie, puesto que todo aspirante a la Presidencia del país debería ser impoluto, íntegro. Que GP es valiente y decidido: cierto, demostró valentía durante su paso por el Congreso al enfrentar a grupos paramilitares y hacer fuertes denuncias. Sin embargo, varios de los candidatos tienen esa condición, pero no la muestran. Que GP enfrenta abiertamente al establecimiento: también es verdad, pero no olvidemos que por razones ideológicas eso debe ser así; sus banderas populistas y sus antecedentes lo ubican como un político de izquierda contrario al establecimiento, lo mismo que son opositores al sistema Timochenko, Piedad Córdoba y el mismo Fajardo.
Que GP se preocupa por los pobres, también podría ser una carta a su favor, pero de maneras diferentes todos los candidatos tienen preocupación por la desigualdad y la pobreza, si bien cada uno propone estrategias diferentes para atacar esos problemas. El enfoque de Petro cae claramente en un populismo de izquierda que no es basado en la repartición de los excedentes petroleros, sino en el ataque al sistema capitalista y a los dueños del capital: a los ojos de muchos, sus políticas han sido consistentes no solo en abogar por los más pobres sino en atacar a los más pudientes.
Se dice que GP muestra coherencia entre su pensamiento y sus propuestas, y que sus posiciones han sido consistentes a lo largo del tiempo, lo cual también puede ser verdad, pero otros candidatos son igualmente coherentes, desde otras esquinas. También es cierto que muchos políticos tradicionales se mueven ambiguamente siguiendo la luz que más alumbra, y por ello carecen de la consistencia que los ciudadanos deben exigir. No olvidemos de GP ha militado en más de tres partidos en la última década, y ello indica cierto oportunismo.
Se dice que las aspiraciones de Petro son realistas, pues es un candidato con opciones de triunfo y viable. Posiblemente, en este momento tenemos cinco o más candidatos viables y, a medida que se acerquen las elecciones, ello va a cambiar. Lo que es cierto —como ocurre con otros candidatos— es que GP tiene una maquinaria montada desde su paso por la Alcaldía y, a la vez, cuenta con sectores de opinión con los que su campaña tiene viabilidad, condición importante para quienes se inclinan por el llamado “voto útil”.
Tal vez la ventaja principal de Petro es que conoce de cerca a sus contendores y a la dirigencia política nacional, con quienes convivió por años en las bancas parlamentarias; sabe que son hábiles, audaces e inteligentes, pero a la vez conoce sus debilidades, sus ambiciones, su estilo de trabajo y, en muchos casos, su timidez para enfrentar ideas contrarias.
A pesar de las condiciones favorables a su candidatura, Petro no es una opción buena para el país: su estilo arrogante y pendenciero lo hacen impredecible; su invitación al odio lo convierte en un peligro para la convivencia y unidad nacional; su ideología, que no es tan clara, y sobre todo sus propuestas populistas de gobierno desbaratarían este pobre país, como casi lo hace con la capital, siguiendo un patrón muy parecido al de Chávez. Su escasa capacidad como administrador público no es una carta de presentación para quien aspira a dirigir la administración estatal, mucho más compleja que la municipal.
GP debe mucho a los medios de comunicación que lo han crecido dándole toda clase de “vitrina”; también al exprocurador Ordóñez, quien con sus providencias absurdas lo convirtió en mártir. Afortunadamente los ciudadanos tenemos unos meses para reflexionar, y ojalá tengamos la sensatez necesaria para salvar al país de caer en las manos de un candidato para quien el odio social y la destrucción del orden establecido son las principales banderas.
Sí, la sola idea de tener a Petro en la casa de Nariño produce mucho, mucho miedo.
La disparada de Petro
Mié, 14/02/2018 - 05:31
Según algunos encuestadores, Gustavo Petro (GP) se está disparando, y no como se decía, que le sería muy difícil superar el nivel anterior de cerca de 12 puntos, debido a que había agotado su re