La llegada de Rubén Darío Lizarralde al Ministerio de Agricultura es la mejor noticia que puede recibir el sector agropecuario. Es persona de criterio y de carácter, cuya competencia demostró con creces en Indupalma, entidad que recibió en estado anémico y dejó próspera.
Es curioso que desde antes de su posesión algunos sectores, encabezados por el senador Robledo, le hayan declarado su oposición, pero eso a nadie puede sorprender. Robledo no construye sino destruye. Su adornado discurso está lleno de generalidades, afirmaciones gratuitas y carece de datos que soporten sus afirmaciones. En el pasado Lizarralde se lo ha dicho en foros públicos y eso explica, en parte, la diatriba de Robledo en su contra. La otra parte la explica el hecho de que Robledo ataca todo lo que proviene del sector empresarial. A él sólo parece interesarle promover paros, tumbar ministros y desacreditar a los empresarios, sin formular propuestas ni opciones de desarrollo.
Lizarralde diseñó y puso en práctica un esquema jurídico, financiero y económico que permite a los campesinos el acceso a la propiedad rural y a la actividad empresarial, convirtiéndolos rentablemente en propietarios de la tierra y del cultivo.
Este esquema, implementado entre los años 2001 y 2011, logró que 280 campesinos de la región del Magdalena Medio, organizados bajo la modalidad de cooperativas de trabajo asociado, se convirtieran en propietarios de proyectos de siembra y explotación de palma africana. Paralelamente se beneficiaron los bancos que financiaron los proyectos, las entidades fiduciarias que estructuraron los contratos de fiducia y la misma Indupalma, por el recibo permanente del fruto de palma africana, su procesamiento y venta. Un proyecto gana-gana. Un entorno de violencia en esa región -y de odios y conflictos sociales- se convirtió en muy buena medida en uno de colaboración y trabajo productivo.
En un acto que contó con la presencia del Presidente Santos tuve la oportunidad de presenciar en San Alberto –Cesar-, hace tal vez un par de años, la entrega a los campesinos de los títulos que los acreditaban como propietarios de la tierra que sembraron y de escuchar cómo uno de sus dirigentes describía su propia transformación personal, al pasar de un sentimiento de odio hacia lo que representaba Lizarralde -cuando este inició sus labores como Presidente de Indupalma hace 18 años-, a un sentimiento de respeto, compromiso, colaboración genuina, reconocimiento, agradecimiento y aún afecto.
Estos antecedentes permiten aseverar que el nuevo Minagricultura trabajará activa y eficazmente para recuperar al campesino y brindarle oportunidades, es decir, para resolver la problemática del campo, a la que sucesivos gobiernos le han dado la espalda. Ello permitirá también quitarle espacio a la guerrilla y contribuir a crear condiciones para una paz estable y duradera.
El sector agropecuario ha crecido en los últimos años muy por debajo del resto de la economía y el país no le ha dado la importancia que merece, a pesar de que el campesino provee la seguridad alimentaria.
Un amigo me decía que, de acuerdo con datos del DANE -año 2012-, el índice de pobreza en el campo es del 46.8% frente al 18.9% de las ciudades y que el ingreso mensual de la familia campesina es de $207.235 frente a $709.155 en la ciudad. Agréguese la carencia de servicios, educación e infraestructura y las presiones de los grupos armados para incorporar a los campesinos en sus filas.
El reto es gigantesco. Es imposible pagar, en lo que resta del gobierno, la deuda histórica que el país tiene con el campo. Tendrá el ministro que trabajar para dejar las bases sentadas a fin de que esa deuda disminuya y para que exista finalmente una política agraria que trascienda los gobiernos.
El concurso real y decidido de los gremios del sector es fundamental. Los recientes paros agrarios dejaron al desnudo la falta de una política agraria en los distintos gobiernos y también el mediocre papel desempeñado por los gremios y algunas entidades del sector agropecuario. La coordinación con otros ministerios será también importante.
Se requiere tener claridad sobre el impacto de cada tipo de cultivo en cada región, determinar en cuáles el país es más competitivo y bajo qué condiciones podrían darse los mejores desarrollos que garanticen al campesino un ingreso digno por el producto de su cosecha, que cubra sus costos y le deje un margen de ganancia que lo motive para seguir desarrollando sus cultivos.
Vencer los desafíos que las condiciones actuales de mercado plantean hace necesaria la unión de los campesinos y un trabajo coordinado con la banca y el sector empresarial, sobre bases sólidas propiciadas por una política agrícola de largo plazo. El objetivo es la competitividad y la sostenibilidad en el tiempo.
Enhorabuena, Ministro, y la mejor de las suertes.
La hora del sector agropecuario
Mar, 17/09/2013 - 16:56
La llegada de Rubén Darío Lizarralde al Ministerio de Agricultura es la mejor noticia que puede recibir el sector agropecuario. Es persona de criterio y de carácter, cuya competencia demostró con