Por: Gonzalo Vargas Forero
Profesor del Cider, Universidad de los Andes
En un artículo anterior comenté que la llamada 'maldición de los recursos' tiene tres facetas: económica, política y ambiental. La faceta económica comprende al menos tres riesgos: malgastar la bonanza, crear enclaves, y la muy mentada 'enfermedad holandesa' (EH). Para evitar el primero, el nuevo sistema de regalías prevé que los proyectos sean aprobados por consejos tripartitos conocidos como Órganos Colegiados de Administración y Decisión. Una buena señal es que 'la mitad’ del Departamento Nacional de Planeación se volcó a estructurar proyectos de inversión en las regiones (descuidando tal vez otras tareas, pero esa es otra discusión). Una señal menos buena son las ‘ocadtones’: jornadas maratónicas de ‘aprobación masiva de proyectos’ impulsadas por la Presidencia. Pero es muy temprano para sacar conclusiones y sólo en algunos años sabremos si el DNP contribuyó a la asignación eficiente de los recursos o fue cómplice de su despilfarro.
El segundo riesgo es que las operaciones mineras generen regalías pero no contribuyan a la transformación del aparato productivo local. Según Fedesarrollo, los países que han administrado inteligentemente sus bonanzas mineras han generado eslabonamientos entre el sector minero y otros sectores, y propiciando el surgimiento de clusters industriales Colombia ha sido menos exitosa en este frente y su política industrial ha sido tímida en alcance y débil en recursos. Recientemente se han dado algunos pasos para mejorar la situación pero, de nuevo, es muy temprano para evaluar su efecto. [1]
El tercer riesgo es la EH: la bonanza minera puede debilitar la competitividad de la economía de manera que cuando la bonanza termina, el país no tiene mucho qué exportar. La EH se transmite de dos maneras: por un lado, el boom exportador fortalece la moneda local abaratando las importaciones y restando competitividad a las exportaciones; por otro lado, el sector minero atrae capital y mano de obra asfixiando así a otros sectores. El resultado es un debilitamiento de los sectores que producen bienes 'transables', es decir bienes que se pueden importar y exportar, incluyendo alimentos y manufacturas. Sin embargo la EH también tiene efectos positivos pues no sólo se expande la minería sino también los sectores ‘no transables’, como la finca raíz, los servicios, el transporte y la construcción.[2] El reconocido economista José Antonio Ocampo afirmó hace unas semanas que ‘en términos de enfermedad holandesa Colombia tiene 40 grados de fiebre’.
La Gráfica 1 sugiere que el boom minero-energético inició en 2008.
Gráfico 1. Crecimiento real del sector minero-energético, Colombia (2001-2012)
La Gráfica 2, elaborada por Fedesarrollo, parece confirmar el diagnóstico de Ocampo: la simetría entre el deterioro de la balanza comercial de la industria y el auge de la minero-energética es casi perfecta.Fuente: Elaboración propia con base en datos del DANE.
Gráfica 2. Evolución de la balanza comercial sectorial, Colombia (2000-2012)
La participación del sector minero energético en las exportaciones pasó del 30,7% en 2008 al 66,3% en 2012. Las cuentas nacionales del DANE también muestran que el sector minero ha crecido a una tasa notablemente superior en los últimos cinco años y esta tendencia ha ido de la mano con una desaceleración de la manufactura (ver Gráfico 3).Fuente: Fedesarrollo.
Gráfica 3. Crecimiento real sectorial promedio, Colombia (2000-2012)
Sin embargo, otros signos no encajan en el diagnóstico. Para empezar, mientras que el inicio del boom minero-energético se remonta al 2008, la apreciación de la tasa de cambio real tiene al menos diez años (ver Gráfica 4).Fuente: Elaboración propia con base en datos del DANE.
Y volviendo a la Gráfica 3, los sectores no transables no registran la expansión que caracteriza un típico episodio de EH (como el descrito aquí). En suma, el diagnóstico no coincide con un cuadro típico de EH. Puede que la preocupante desaceleración de la manufactura tenga otro origen o que estemos enfrentando una nueva variedad de EH. 1] Al respecto ver los estudios de Cardenas y Reina (2008) y Martínez (2013). [2] Una explicación breve y clara se encuentra en Ebrahim-Zadeh (2003)Gráfica 4. Índice de tasa de cambio real, Colombia (1991-2013)