La mano oportuna del Cirineo

Mar, 26/03/2013 - 01:03
Lo dicen tres de los cuatro evangelistas: Cuando la situación de Jesús estaba más comprometida en su camino a la muerte, vejado, torturado y abandonado por sus discípulos, los soldados de Pilatos
Lo dicen tres de los cuatro evangelistas: Cuando la situación de Jesús estaba más comprometida en su camino a la muerte, vejado, torturado y abandonado por sus discípulos, los soldados de Pilatos obligaron a un campesino que se encontraba por ahí a echarle una mano con la cruz. Necesitaban aligerarle la carga al sentenciado a muerte: “Cuando se hubieron burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron sus ropas y le llevaron a crucificarle. Al salir, encontraron a un hombre de Cirene llamado Simón, y le obligaron a llevar su cruz.” (San Mateo) “Cuando le llevaban, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que venía del campo, y le cargaron la cruz para que la llevará detrás de Jesús.” (San Lucas) “Y obligaron a uno que pasaba, Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, que venía del campo, a que le llevase la cruz.” (San Marcos) En esta Semana Santa, cuando los recuerdos evangélicos son inevitables se me vino a la cabeza la semejanza de esta situación con la de Francisco, el pontífice recién elegido por un cónclave que tiene más de un fariseo adentro. Los cardenales, unos necesitados de ocultar sus propias vergüenzas y otros asustados por el deterioro de esa institución milenaria y opulenta en la que se convirtió la herencia de Cristo, tenían urgencia de un Salvador que pudiera cargar el pesado fardo de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, un peso con el que aparentemente no pudo Benedicto,  y eligieron a Jorge Mario Bergoglio. Fueron a buscarlo “al fin del mundo”, como él mismo lo dijo, para que sirviera de cirineo y se cargara la Iglesia sobre sus hombros. No será una tarea fácil, entre otras razones, porque va camino al Gólgota, un sitio a donde los pecados de la iglesia parecen haber destinado a esa institución y allá colgada de tres clavos, mancillada en su honra podría morir, si es que antes no se produce el milagro de su resurrección, un milagro que depende de la fortaleza y la inteligencia con que Monseñor Bergoglio pueda arrastrar el pesado fardo que le echaron encima. En cierta manera esa carta de elegir un Papa nada ortodoxo, un hombre que volvió a hablar de los pobres como la opción preferencial de la Iglesia, un pastor desabrochado que tendrá que perseguir a más de una oveja descarriada, representa una buena oportunidad de rescatar la iglesia. Rescatarla o reconducirla porque son miles de años de extravío. Años que han sido utilizados para construir un poder terrenal, muy alejado de la enseñanzas de su Pastor Jesús, años en que utilizaron la fuerza y el terror para amedrentar a todas las personas que se atrevieron de una u otra manera a cuestionarla y años donde escondidos en hábitos no muy santos, se dedicaron al pillaje, a la violación y al abuso de los más débiles. Pero, como en el evangelio, echaron mano de un cierto Francisco que pasaba por ahí y le entregaron la cruz. Se los advirtió cuando escuchó que su nombre era el elegido, “Que Dios los perdone”, dijo Bergoglio y se tomó muy en serio su papel de Cirineo. Pueda ser que esa Cruz la cargue no para llevar la Iglesia a la muerte, sino a su resurrección. www.margaritalondono.com http://blogs.elespectador.com/sisifus/
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