La marcha por la vida convocada para el 8 de marzo por Antanas Mockus se convirtió irónicamente en una especie de marcha de la discordia. Lo que pretendía inicialmente el exalcalde bogotano, desde su particular visión pedagógica, era propiciar un acto simbólico para juntar dos espíritus antagónicos, el del expresidente Álvaro Uribe y el del Representante a la Cámara Iván Cepeda, con el propósito de aproximarlos a un lugar aparentemente común: el de la paz, pero terminó por despertar más enconos y más inquinas de las que ya se traían, por cuenta de una suspicaz lectura sobre un inofensivo contrato que su protagonista había suscrito con el gobierno del presidente Juan Manuel Santos.
Y aunque como el propio Mockus lo reconoce, fue un papayazo de esos que no se deben dar, sobre todo en medio del clima de desconfianza que reina en Colombia, la idea de generar un encuentro en el que se manifiesten los diferentes caminos hacia la paz, la cual por lo menos de palabra todos quieren, cada uno a su manera, nunca será un error en sí mismo. Más allá de contratos y de suspicacias, convocar a una marcha por la vida, por la paz, por la reconciliación, por el perdón, por la convivencia o por la tolerancia, jamás puede ser desatendido por demócrata alguno que se respete. Detenerse a mirar el beneficio del contradictor político para marchar o no, es pararse al frente del árbol que no le deja ver el bosque. Es anteponer la pequeñez emocional por encima de la grandeza racional.
La propuesta entre improvisada y profunda de Mockus era una clara muestra de mano tendida con una firme intención reconciliadora. Es producto de un optimismo convocante que escogía audazmente a su suerte y pulso, pero dejaba al menos la impresión de que hay aceptación sobre la necesidad de tener en cuenta que existen dos sectores, que coexisten no tan pacíficamente dos bandos que de una u otra manera se han vuelto símbolos de intransigencia y radicalismo, cada uno desde su diferente orilla ideológica. Y reconocer que existen esos dos sectores ayudará de alguna manera a que cada uno de ellos empiece a pensar en reconocer al otro como un legítimo otro.
Lo que ha ocurrido con la marcha de la discordia evoca inevitablemente La Marcha de la Bronca, aquella canción contestataria de Miguel Cantillo en la que se decidía a abordar la resistencia al silencio e invitaba a expulsar toda clase de enojos, reclamos y molestias como única forma de quitarse de encima el peso de la presión sobre las libertades y de protestar cuando los derechos se veían vulnerados. ¨Bronca cuando ríen satisfechos/ al haber comprado sus derechos/ Bronca cuando se hacen moralistas/ y entran a correr a los artistas¨, cantaba el grupo de rock argentino, Pedro y Pablo.
Pero la bronca en esta marcha está mal enfocada. Se desvió el objetivo que no era otro que el de zarandear a los violentos, sacudir los espíritus belicosos y estrujar a los aguerridos defensores de soluciones no pacíficas. Se ha olvidado que la rabia en el corazón de los colombianos es contra los que no respetan la vida, los que veneran la muerte, los que mercadean la existencia humana, como cantan los rockeros argentinos, "Bronca porque matan con descaro/ pero nunca nada queda claro". Bronca que sueltan en sus versos inspirados en un grito colectivo que pide pensar concertadamente en el final de tanta violencia, sea criminal, sea conceptual, sea oficial o sea institucional.
Pero no deja de dar mucha bronca que algunos no entiendan que estos versos son los mismos que inspiran a Mockus, en sus ya casi cantaletosos conceptos sobre que la vida es sagrada, o que los recursos públicos son sagrados. En lo que también coincidían estos rockeros con Mockus y su irreverencia, además de su pelo largo, era en su forma de pellizcar conciencias. "Bronca porque roba el asaltante/ pero también roba el comerciante", cantaban estos rebeldes con todo el poder de su palabra, con la que lograron en el cono sur convocar voluntades en pos de un cambio de mentalidad. La política de Mockus se representa en la canción de Cantillo, ya que en sus líneas generales se nota pensada desde una visión que enaltece la paz y la no violencia.
Por eso hay que cantar como lo hicieron en el 2004, cuando Miguel Cantilo reunió importantes figuras del rock local, y era invitado especial el músico uruguayo Ruben Rada, donde realizó su versión de la Marcha de la Bronca en su concierto "Miguel Cantilo & Amigos" con coequiperos luchadores por la vida que cantaron, cantan y cantarán siempre a la vida. León Gieco, Gustavo Cordera, Ricardo Mollo, Alejandro Lerner, Silvina Garré, Hilda Lizarazu, Claudia Puyó, Los Súper Ratones, Andrés Calamaro, Fabiana Cantilo, Charly García, Juan Carlos Baglietto y Jorge Durietz. Todos ellos quedaron roncos de cantar ¨Bronca sin fusiles y sin bombas/ Bronca con los dos dedos en V/ Bronca que también es esperanza/ Marcha de la bronca y de la fe¨.
La Marcha de la Bronca
Sáb, 07/03/2015 - 15:59
La marcha por la vida convocada para el 8 de marzo por Antanas Mockus se convirtió irónicamente en una especie de marcha de la discordia. Lo que pretendía inicialmente el exalcalde bogotano, desde