
Le pasaba lo que a miles de jóvenes en Colombia que viven en las ciudades, al margen de una guerra que ha sido especialmente rural y campesina, durante cincuenta años, aunque podría ser urbana si no se firman los acuerdos de La Habana, según el presidente Santos.
La actriz Ana María Estupiñan no sabía que había tantos niños robados en la guerrilla, ni que hubiese tanta violencia, o corruptos en el ejército, o bandidos en las instituciones.
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Lo poco que sabía eran las noticias sueltas de la radio o los noticieros de televisión, comentarios de prensa que le parecían “de muy lejos”, que nunca le exigieron tomar conciencia de la situación del país.
“La Niña” la serie más exitosa, hoy por hoy, de la televisión colombiana y que transmite Caracol en las noches, narra la historia de una menor de edad que se va con la subversión, para salvar del suplicio a su hermano enfermo.
-Lo que pasa es que uno en la ciudad ignora mucho, todo lo que viven en el campo y en la selva. Admito que era muy ajena a este tema y empecé a descubrirlo haciendo esta serie, confiesa la protagonista.
Estupiñán se declara feliz de la serie porque –en su opinión- está haciendo pensar a todos los colombianos, está proponiendo el perdón, la reconciliación, en seguir adelante y apoyar a personas que han vuelto de ese infierno.
La mitad de su corta vida (tiene 24 años) ha sido relacionada con esta actividad. Primero haciendo comerciales porque su padre trabaja en el medio.
Después hicieron un cortometraje y conocieron a la locutora y actriz Deisy Lemus, que a través de “Sueños en escena” constituyeron el aprendizaje total: teatro, danza, canto. Más adelante llegaron los papeles principales en Padres e Hijos, La Pola, Helenita Vargas. Y los premios: Talento Caracol, india Catalina, Tv y Novelas, etc.
Este ha sido el papel más exigente, acepta. –El tema emocional ha sido muy fuerte, sabiendo que es un hecho de la vida real y escuchando tantas historias de boca de los reinsertados.
La actriz Estupiñan no conoció “la niña” que representa, pero sí ha hablado con otros menores de edad que vienen de la guerrilla. Sin embargo, el puente es estrecho entre la libretista –Juana Uribe- y la protagonista . Hablan casi todos los días, analizan los libretos, revisan los procesos, comentan los diálogos, recuerdan lo sucedido.
Y Ana María –como millones- están conociendo parcialmente en mínima proporción, a la distancia y cómodamente sentados, algunos episodios de este país sumido en la violencia hace más de cincuenta años.