¿Y qué pasó después del documental La Sierra? Nada, absolutamente nada. El morbo por ver una realidad que está ahí, al lado, y que nos impresionó sólo porque salió en televisión, no surtió efecto alguno. Por el contrario, estigmatizó aún más a un barrio que vive en la zozobra de la violencia diaria, la pobreza absoluta y un futuro poco o nada prometedor para quienes allí habitan.
Margarita Martínez y Scott Dalton produjeron el documental La Sierra en el año 2005. Desde entonces, el barrio se hizo bastante popular, hasta el punto de volverse un referente internacional, pues extranjero que llegaba a Medellín quería conocer La Sierra. El filme de Martínez y Dalton ganó varios premios internacionales y me imagino yo, les dejó unas buenas ganancias económicas. Pero, ¿qué le dejó al barrio? Nada, ni un peso, ni un paquete de pañales para Don Jairo, el papá de la muñeca que se echó al hombro la responsabilidad de criar a los siete hijos que su primogénito le dejó. La historia de los tres muchachos, narrada en el documental, se sigue repitiendo a diario en este deprimido sector de Medellín, y ni ese documental ni el pesar que generó, ni la opinión pública que desató, han hecho que en La Sierra haya una intervención estatal seria.
Han pasado siete años luego del documental maldito, así lo llamo, pues por éste, los jóvenes de allí son rechazados en sitios de trabajo, círculos sociales y hasta de la misma seguridad social. Todos los de allá, según muchos, son hampones que merecen ser enviados a La Gorgona, cárcel que debería ser reabierta, según un honorable Concejal de Medellín. Por este documental, La Sierra no ha pasado del miedo a la esperanza. Antes bien, el miedo se agudizó y la poca esperanza que algún día hubo, se esfumó.
Es posible sacar a La Sierra del abismo. Los ejemplos de Moravia y La Comuna 13 son fascinantes. Si bien en el segundo todavía hay un conflicto armado agudo, la intervención social, cultural y educativa ha menguado un poco el problema y les ha dado a estos barrios de Medellín otro norte, en medio de la pobreza, la cual, como decía alguien, no es falta de dinero sino falta de oportunidades. Mientras sigamos hablando de “dignificar la pobreza” y no nos enfoquemos en acabar con ella, estamos jodidos. La pobreza se dignifica construyendo un metrocable, un colegio o un hospital. Y eso está bien, muy bien. Pero la pobreza se termina cuando además de estas obras, se reconoce que el problema va más allá de cemento y adobe y radica en los factores objetivos de la desigualdad social que vive Medellín. Atacando esa desigualdad con oportunidades tangibles es como podremos no solo dignificar la pobreza, sino salir de ella. Hacia allá tenemos que avanzar. Pongo un ejemplo: el colegio de La Sierra es grande, bonito y en nada se compara a lo que había diez años atrás. ¿Y qué? Nada, absolutamente nada. Los jóvenes siguen atrapados en esa pobreza digna, pues si salen por Caicedo los matan, si se quedan en el barrio los reclutan y si llegan al centro los estigmatizan, pues son de La Sierra.
Queridos Margarita y Scott: ojalá se den una vueltecita por el barrio, allá los esperan con ansias, pero no para hacer otro documental que les llene los bolsillos, sino para que visibilicen las carencias que La Sierra tiene.
Queridos Gobernador y Alcalde: ustedes fueron dos veces al barrio en campaña. No prometieron nada, solo escucharon y conocieron una dura realidad. Ya dieron ese primer paso. Ahora enciendan motores y trabajen mancomunadamente para rescatar, en estos cuatro años, a La Sierra, de ese abismo maldito en el que está y en el que se hundió más por culpa, valga la redundancia, del maldito documental.