La triste realidad

Dom, 24/08/2014 - 13:14
En teoría, hacer lo correcto es lo que debería resultar más fácil; es decir, seguir las pautas legales a pie juntillas, respetar a cabalidad las normas de convivencia, así como los derechos de lo
En teoría, hacer lo correcto es lo que debería resultar más fácil; es decir, seguir las pautas legales a pie juntillas, respetar a cabalidad las normas de convivencia, así como los derechos de los demás, a mi juicio, es menos complejo que hacer exactamente lo contrario. Infringir la normatividad legal, por ejemplo, eventualmente trae problemas innecesarios, que no se ocasionarían si se actúa bajo el amparo de la misma. Eso es lo que dictan la lógica elemental y el sentido común. En Colombia es al revés (recordemos que en esta tierra querida la ficción supera a la realidad y la capacidad autodestructiva que tenemos, como conglomerado humano, es proverbial.) En la práctica, aquí, lamentablemente, es menos complejo actuar mal que actuar bien. Me explico: el sistema está diseñado para que el ciudadano y el servidor público evadan sus responsabilidades y, en el mejor de los casos, para que las cumplan parcialmente. No solo el Estado como tal es permisivo frente a las actuaciones irregulares de quienes ostentan trascendentales posiciones; la conciencia colectiva también está trastocada: la sociedad en general se hace la de la “vista gorda”. Este planteamiento tiene múltiples aristas, pero me voy a concentrar en una en especial, sobre la base de que no hay nada más nocivo para una Nación que la corrupción y el desgreño administrativo. Muchas gobernaciones, alcaldías y otras tantas dependencias gubernamentales están siendo literalmente saqueadas ante la mirada cómplice de todo el mundo. Los organismos de control se quedan cortos, los gobiernos centrales de turno patrocinan el “robispicio”, para saciar las ambiciones de sus aliados políticos, y la gente que dice ser de bien se calla, porque se beneficia del excremento del saqueo o porque el miedo los paraliza. Esos presupuestos públicos se han convertido en la “caja mayor” de aquellos inescrupulosos y miserables corruptos, que no quieren entender que los recursos públicos son sagrados, por una sencilla razón: con esa plata se debe mejorar la calidad de vida de los menos favorecidos: educación, trabajo, salud, vivienda y empleo. ¿Es mucho pedir acaso? Se trata de una obligación moral y legal de imperioso cumplimiento. Entre más desigualdad patrocinemos, más violencia cosecharemos. Las personas que hacen de lo público un negocio privado encuentran, en la aceptación social de sus fechorías y en la ceguera judicial, el caldo de cultivo necesario para hacer de las suyas. Sin miedo a las consecuencias de sus actos y sin el menor remordimiento por el niño pobre que se va a la cama sin comer, el corrupto se adentra sin reparos en las oscuras aguas de la infamia. Hay gobernantes y funcionarios decentes, de eso no hay duda, pero tristemente son una minoría acorralada y apartada. A esos que hacen las cosas bien los investigan y procesan, instrumentalizando a la justicia para obligarlos a entrar al clan de la corrupción. Quien no hace parte de la mafia es perseguido y vilipendiado. Por estos días me dijo mi adorada esposa: “No lograrás nada escribiendo contra los corruptos, todo seguirá igual, no lo hagas, por favor.” Puede que sea cierto: una golondrina no hace verano, pero es lo que la golondrina tiene que hacer. Por ninguna circunstancia cargaré con la deuda moral de callar ante los abusos del poder, vengan de donde vengan  y cueste lo que cueste. Seguiré dando la pelea. ¡Qué difícil es tener principios en Colombia! ¡Qué lástima para algunos que otros no tengamos precio! La ñapa I: Si Petro es el sexto mejor alcalde del mundo, yo soy Brad Pitt. La ñapa II: Apoyo total al sindicato de actores colombianos. No más abusos, contra quienes nos regalan tanta alegría. La ñapa III: Gaviria no perdonará a Santos por el tema de la Contraloría, y el perjudicado será Simón. La ñapa IV: Por más que la Cabal se pase de calidad, la censura que pretenden imponerle es inaceptable.
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