¿Ha sido usted víctima de los vejámenes que representa montar en Transmilenio? ¿Vive en carne propia la angustia de ser pasajero recurrente de este sistema de transporte masivo? ¿Le indigna pensar que ahora el pasaje va a costar $1.800? Bueno, ya no hay mucho que hacer. Si quiere siéntese a llorar o mejor aproveche ese tiempo, haga la fila de media hora para ingresar a la estación más cercana a su oficina. Luego espere 20 minutos a que pase un bus medianamente vacío y finalmente aguante 15 minutos de apretujado viaje.
Creo que los periodistas de Bogotá poco hablan de Transmilenio y el viacrucis diario que representa para sus miles de usuarios, porque temen ser mal vistos por montar en bus y no andar en una camioneta blindada rodeada de escoltas. Pues bien, yo lo confieso: monto en Transmilenio. Y hasta el momento no se me ha caído nada. Aunque sí creo que he perdido mi honra un par de veces.
A veces me pregunto qué pensaban las administraciones que planearon el sistema. ¿No se imaginaron que cada vez lo iban a usar más personas? ¿No pensaron que las estaciones se iban a quedar pequeñas? Asómese no más por lados de la estación de la Autopista Norte con calle 100 a eso de las 6 de la tarde y verá una eterna fila (casi 40 minutos de duración) sólo para ingresar al paradero.
Pásese por la estación de la calle 72 con Avenida Caracas a las 5:30 de la tarde y verá una espantosa aglomeración de gente, tanto dentro como fuera de la estación, empujándose, insultándose, peleándose por un centímetro cuadrado dentro del paradero o al interior de un bus. Todos maldicen. Todos echan pestes del Transmilenio, pero no pasa nada.
O bueno, sí pasa. A veces el descontento lleva a los bloqueos. Estos conducen a los compromisos por parte de la empresa. La situación se ‘normaliza’ por un tiempo y luego vuelven los dolores de cabeza para los pasajeros.
Bogotá, Calle 100. Foto: Juan Carlos Sierra, revista Semana.
La disculpa es que en todas partes del mundo es así. Me atrevo a decir que mienten.
En el metro de París usted nunca tiene que hacer una fila de 40 minutos para entrar a una estación. Así sea hora pico, en el subte de Buenos Aires usted no va rozando todas sus áreas corporales a una indefensa anciana que intenta encontrar 20 centímetros cuadrados para caber en el bus. El subway de Nueva York no se paraliza cada vez que un grupo de estudiantes, sindicalistas o ciudadanos cualquiera quieren hacer una protesta atravesándose en los rieles.
Y ahora el precio va a subir 100 pesos más. La tarifa del pasaje será de 1.800 pesos. Es decir 6.000 pesos más al mes. Más del 1% del salario mínimo. Lo mismo que tres bolsas de leche o un almuerzo ejecutivo. Tal vez no parece mucho, pero uno esperaría que a la vez que la tarifa sube el servicio mejore, cosa que no parece venir.
El incremento se justifica con la entrada en funcionamiento del Sistema Integrado de Transporte Público (SITP). Buses, busetas y Transmilenio funcionando de manera coordinada y bajo una misma tarifa. Sin embargo, ¿eso podría mejorar las condiciones en que viajan los pasajeros de Transmilenio? Más rutas interconectadas, más pasajeros en el mismo espacio, ¿no es la receta perfecta para un verdadero y definitivo colapso del sistema Transmilenio?