Las bestias han subido al poder

Mié, 20/05/2015 - 12:10
“Lucharemos por un mundo nuevo, por un mundo digno, que dará a los hombres la posibilidad de trabajar, que dará a la juventud un futuro y a los ancianos seguridad -dice Charlie Chaplin al final de
“Lucharemos por un mundo nuevo, por un mundo digno, que dará a los hombres la posibilidad de trabajar, que dará a la juventud un futuro y a los ancianos seguridad -dice Charlie Chaplin al final de su primera película sonora-.Prometiéndoos todo esto, las bestias han subido al poder. Pero mienten. No han cumplido esa promesa ¡Ni la cumplirán! Los dictadores se dan libertad a sí mismos, pero esclavizan al pueblo.“ La película más exitosa de Chaplin fue El gran dictador y, paradojas de la vida, la que le ocasionó mayores pérdidas: por una parte, el adiós al cine mudo, en el que era todo un maestro, y aCharlot, el personaje que lo había llevado a la cima; y por otra el exilio luego de una larga y furiosa persecución. La preparación de este film transcurrió durante los momentos de mayor tensión que se vivieron en el siglo XX. Una atroz dictadura estaba imponiendo un nuevo orden mundial y, ante eso, Chaplin desde su perspectiva artística, cambió el terrorífico guión que se había puesto en escena por otro en el que dominaba el bien sobre el mal. Esta intromisión del mundo del arte, habitualmente cauteloso y servil con el poder, en el de la política le trajo un alto costo al cineasta. Que fuera el más importante del mundo, el más reconocido, el más popular no lo hacía invulnerable a los ataques por haberse atrevido a cuestionar el orden (¿orden?) de las cosas proponiendo otras posibilidades. Eso era inadmisible. El destierro, luego de una feroz persecución, fue la respuesta a su atrevimiento. Muchos años después, Tarantino en Bastardos sin gloria alteró el pasado y dio muerte a la bestia llevando a la pantalla la ilusión de millones de hombres, la de destrozar al monstruo, al tirano, al gran dictador antes de que llevara más lejos su carnicería. Lo de Tarantino es juego de niños frente a la osadía de Chaplin. El primero lo realizó años después del fin de la bestia, en cambio lo de Chaplin fue cuando lo peor todavía no había ocurrido y la bestia estaba más fuerte que nunca. Con un cambio de roles de los que encontramos múltiples ejemplos en la literatura infantil, al puro final de la película un Charlot suplantando a Hitler da un discurso memorable con el que altera la cruda y terrible realidad, de la que el mundo no quería saber nada para no hacerse responsable, por una bella ilusión. “Lo siento, pero no quiero ser emperador- dice Chaplin al comienzo de su memorable discurso-, ese no es mi oficio. No quiero gobernar ni conquistar a nadie, sino ayudar a todo el mundo, si fuera posible: a judíos y gentiles; a negros y blancos.” ¡Cuánto quisiéramos oír a nuestros dictadores de esta sufrida América Latina que se disfrazan de presidentes, decir esas palabras al inicio de sus peroratas! ¿Pero de qué serviría? Digan lo que digan no vale nada, mienten con una facilidad sin límite. “La avaricia ha envenenado las almas de los hombres- prosigue su discurso el pequeño vagabundo con su traje de gran dictador-, ha levantado en el mundo barricadas de odio, nos ha llevado, al paso de la oca, a la miseria y a la matanza.” Chaplin no es el tirano, ni piensa como tirano, es tan sólo Charlot, el ingenuo de gran corazón al que por fin habla, luego de toda una existencia muda, y nos dice: “A aquellos que puedan oírme, les digo: No desesperéis.” Podemos preguntarnos hoy, como ayer se preguntaron quienes presenciaron el ascenso del totalitarismo en Europa, ¿cómo hacer para no desesperar cuando nos han borrado las coordenadas y todo está patas arriba? Razón tenía Chaplin al decir: “La desgracia que nos ha caído encima no es más que el paso de la avaricia, la amargura de los hombres, que temen el camino del progreso humano. El odio de los hombres pasará, y los dictadores morirán, y el poder que arrebataron al pueblo volverá al pueblo. Y mientras los hombres mueren, la libertad no perecerá jamás.” ¿Tendremos que pasar este amargo trago por cuenta de nuestra tolerancia con la que disfrazamos nuestra cobardía? Si la ficción de Chaplin se hubiera convertido en realidad muchos años de terror se habría ahorrado la humanidad. ¡Ahora podríamos evitarnos tanto dolor!, el que nos tienen preparado siniestros personajes con sus perversas mentes y que está a la vuelta de la esquina esperando nuestro paso. Chaplin acude a las Escrituras intentando despertar la consciencia de quienes lo escuchan, el humilde vagabundo al que poco antes de desaparecer se le ha permitido hablar: “En el capítulo diecisiete de san Lucas está escrito que el reino de Dios se halla dentro del hombre ¡No de un hombre o de un grupo de hombres, sino de todos los hombres!” De las Escrituras pasa a la democracia que nos une y nos fortalece frente a la tiranía: “¡En vosotros! Vosotros, el pueblo, tenéis el poder: ¡El poder de crear felicidad! Vosotros, el pueblo, tenéis el poder de hacer que esta vida sea libre y bella, de hacer de esta vida una maravillosa aventura. Por tanto, en nombre de la democracia, empleemos ese poder, unámonos todos. “ Y termina con un mensaje a su amada, conmovedor y doloroso para quienes conocemos el desarrollo de los acontecimientos pero lleno de esperanza para quienes vieron la película en 1940 sin saber cómo sería el desenlace final: “Hannah ¿Puedes oírme? Dondequiera que estés, alza los ojos ¡Mira, Hannah! ¡Las nubes están desapareciendo! El sol se está abriendo paso a través de ellas. Estamos saliendo de la oscuridad y penetrando en la luz ¡Estamos entrando en un mundo nuevo, un mundo más amable, donde los hombres se elevarán sobre su avaricia, su odio y su brutalidad! ¡Mira, Hannah! ¡Han dado alas al alma del hombre y, por fin, empieza a volar! ¡Vuela hacia el arco iris, hacia la luz de la esperanza! ¡Alza los ojos, Hannah! ¡Alza los ojos!”
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