Las tres vueltas de Macron, el nuevo Presidente francés  

Dom, 14/05/2017 - 06:10
A pesar de los temores reales de que Francia también caería en el populismo de extremas como ocurrió en EE.UU. con Trump o en el Reino Unido con el Brexit, esto no ocurrió y bien contrariamente el
A pesar de los temores reales de que Francia también caería en el populismo de extremas como ocurrió en EE.UU. con Trump o en el Reino Unido con el Brexit, esto no ocurrió y bien contrariamente el pueblo galo fue capaz de superar los discursos del Frente Nacional, el partido de extrema derecha, que ha ido horadando la sociedad francesa para incitarla al odio racial, a la xenofobia, a la ruptura con la Unión Europea y a la toma de medidas autoritarias, so pretexto securitario. Unidamente el estado francés logró vencer estos espantos componiendo un frente republicano que eligió un nuevo Presidente, el cual consiguió doblar en votos a la nefasta Marine Le Pen. Por 66% se impuso Emmanuel Macron para alejar ese populismo que ya carcome desde hace años buena parte de la población francesa. Es el más joven presidente que haya tenido Francia, 39 años, audaz, inteligente, sin partido político, centrista políticamente. No es poca su proeza, ha logrado dejar fuera de combate a las grandes y tradicionales formaciones políticas que han compartido el poder por más de 30 años: a la derecha representada por Les Républicains y a la izquierda por el Parti Socialiste. Un “jovenzuelo” que nunca se había enfrentado a una elección popular y que acredita como única experiencia en el sector público el de Ministro de Finanzas. Brillante sin duda. El sistema político francés es de tipo parlamentario, que se configura a través de un Primer Ministro nombrado por el Presidente de la República y que se encarga de dirigir el gobierno, o sea, toda la acción política, ejecutiva y económica del país. Es él quien realmente dirige el país. El sostenimiento del Primer Ministro en el poder depende del apoyo de una mayoría absoluta o de alianza en el Parlamento. Si bien es cierto que es el Presidente quien nombra a “su” Primer Ministro, este se mantiene en el cargo solamente si existe un grupo mayoritario que lo respalde, en el caso contrario es destronado. No tiene otra solución un Presidente en ejercicio que nombrar un Primer Ministro que sea del beneplácito de la mayoría parlamentaria. Un régimen presidencial, como el colombiano, funciona de manera diferente, el Presidente nombra libremente sus ministros –sin que haya uno que dirija a los otros, a título de Primer Ministro– quienes podrían caer solamente en virtud de mociones excepcionales; y no la integralidad del gobierno. Así las cosas, Francia que posee un sistema electoral de dos vueltas se convierte en realidad de tres vueltas, es decir que la elección de parlamentarios constituye la última etapa, y de las mayorías que sean elegidas depende la estabilidad o aplicación de la política presidencial. En el próximo mes de junio, Francia elegirá su Parlamento y ahí se verá si el Presidente recién elegido tendrá posibilidad de gobernar con las políticas que preconizó y por las cuales fue elegido. Es decir, que Macron, a pesar de una holgada mayoría en las urnas, ha de someterse a un nuevo escrutinio para poder ejercer su mandato con el programa bajo el cual fue seleccionado. Casos se han presentado en los que un Presidente es elegido y al tener un Parlamento adverso se ve en la obligación de nombrar un Primer Ministro del bando político opuesto. El más significativo es el del insigne Presidente socialista François Mitterrand quien en 1986, no contó con una mayoría en el Parlamento y se vio forzado a entronizar como Primer Ministro a su acérrimo opositor Jacques Chirac, quien posteriormente sería Presidente de Francia. La política mitterrandiana fue totalmente suspendida en beneficio de la de su contrincante de derecha que se hizo al poder. En el caso actual, de nada le habrá servido a Macron haber ganado ampliamente las elecciones si no logra organizar un parlamento que le sea favorable, y podría entrar en un periodo de cohabitación que haga que un Primer Ministro impuesto por la mayoría ganadora aplique una política completamente diferente a los principios planeados por Macron. Por ejemplo, aunque lejana es la posibilidad, ver a Marine Le Pen como Primer Ministro; más probabilidades existen de tener a la cabeza del gobierno a Jean-Luc Mélenchon opositor de Macron, personaje radical quien ni siquiera ante el peligro de extrema derecha llamó a sus huestes a unirse al frente republicano de la segunda vuelta contra ese peligro, representa el lado extremo de la izquierda. Le será difícil a Macron en tan sólo dos meses constituir una mayoría bajo su bandera de “La République En Marche” que es el nombre de su novísima agrupación política, ni siquiera aún partido. Lo más presumible es concertar una alianza con las diferentes formaciones políticas, pero ¿con cuáles?, ahí está el quid casi irresoluble. La izquierda, a pesar de su derrota presidencial con su desabrido candidato Benoît Hamon, desea continuar su camino partidariamente e imponer un Primer Ministro, es exactamente el mismo caso de la derecha. Tal vez, la salida sea con los desertores de los partidos tradicionales que ya comienzan a vislumbrarse, tal es el caso de Manuel Vals, ex Primer Ministro del Presidente saliente François Hollande. La rapiña comienza, los políticos buscan mejor postor para seguir ejerciendo su actividad bajo alguna bandera que les sea favorable, poco importa que para ello tengan que traicionar las formaciones a las que pertenecen, lo importante es tener figuración, poder y puesto. Esa es la vida política que no tiene fronteras en su triste proceder. Si bien se conformó un frente republicano para evitar las garras de la extrema derecha, muchos de quienes eligieron a Macron no comparten sus premisas políticas, otros prefirieron abstenerse (25%) o votar en blanco o nulo (9%), la suma de estas tres corrientes es amplia y puede inclinar la balanza en la constitución de la nueva mayoría que podría ser adversa a Macron. Más de un francés de cada tres rechazó elegir entre Emmanuel Macron y Marine Le Pen, y ahora estos pueden votar en las legislativas, cambiando el panorama. “La tarea es inmensa”, ha repetido insistentemente Macron después de su victoria, a guisa de invitación a sus conciudadanos a otorgarle con sus votos una mayoría estable que lo apoye. Dice con lucidez que es conocedor de las divisiones de su país que han conducido a votos extremos y se propone unir esas muchas divisiones, al tiempo que desterrar los demonios de los extremismos. De lo contrario, el Primer Ministro que nombrará esta semana, tambalearía en muy poco tiempo, tan pronto como el nuevo Parlamento comience a sesionar. Se avizora, entonces, una prolongación de la campaña presidencial que será difícil, inédita, llena de traiciones, cambios de partidos, acuerdos, subterfugios políticos, y sobre todo imprevisible. Voilà un vaste programme, como decía De Gaulle en su tiempo.  
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