Lincoln se retuerce

Mar, 16/08/2011 - 09:00
A falta de que Sarah Palin se manifieste, el ramillete de candidatos a la nominación presidencial del partido republicano ha quedado completo con

A falta de que Sarah Palin se manifieste, el ramillete de candidatos a la nominación presidencial del partido republicano ha quedado completo con el lanzamiento a la contienda de Rick Perry, gobernador del estado de Texas. La misión del elegido consistirá en sacar a Barack Obama de la Casa Blanca, algo que no debería ser especialmente difícil si nos atenemos a esas encuestas que indican que un ‘candidato genérico’ republicano derrotaría al actual presidente en unas elecciones generales.

¿Cuál es ese candidato‘genérico’ ? Mitt Romney, sin lugar a dudas. Millonario, apuesto, quijada poderosa, dirá lo que haga falta, elegible. Aunque a veces se le salga el plutócrata, como sucedió hace días en Iowa, cuando trató de convencer a una desconcertada multitud de que las corporaciones eran personas (citizensunited). El exgobernador de Massachusetts ha sido precandidato presidencial en otras ocasiones, algo que en el Partido Republicano eventualmente se premia con una nominación.

El problema con Romney, además de que es insustancial, es que no tiene raigambre entre la muchedumbre del Tea Party, el movimiento populista conservador que se apoderó del Partido Republicano. Quizás sea porque en su faceta como próspero emprendedor no le tembló el pulso para despedir a miles de trabajadores (en círculos liberales se dice ‘Mitt’ no parece un tipo con el que uno se tomaría una cerveza, sino el tipo que lo despide a uno del trabajo) . Tampoco debe ayudar que en su paso por la gobernación de Massachusetts haya promovido una reforma sanitaria en esencia similar a la que hizo aprobar la administración del presidente Obama a nivel federal, el ‘Obama Care’ que los conservadores tanto aborrecen.

En realidad, el gran problema de Romney es que el ‘republicano genérico’ del 2011 es muy distinto al de otras épocas, entre otras cosas porque se ha radicalizado. Ambos son blancos, pero éste no admite distinciones entre el estado y la cruz cristiana. Se resiste a reconocer que el mundo y los Estados Unidos cambiaron para siempre, está de pelea a muerte con la ciencia y el conocimiento, y podría jurar por lo más sagrado –que es su escopeta– que Obama o es socialista, o nació en Kenya, o es el anticristo, o todas las anteriores. Vamos, que es un borde.

Y para bordes, el resto de candidatos a la nominación del GOP. El intelectual del grupo es Newt Gingrich, presidente de la Cámara de Representantes (Speaker of the House) durante la administración de Bill Clinton. Gingrich en algún momento fue profesor de historia, pero de eso hace ya bastante. Ahora tiene millonarias líneas de crédito en Tiffany’s, y se va de vacaciones al mediterráneo en medio de una campaña marcada por el malestar económico de la nación. A principios de junio se supo que la plana mayor de su campaña le había renunciado en patota, insatisfecha con la escasa disciplina y la propensión a cometer gafes de su candidato (entre otros, una entrevista para un canal cristiano, donde expone las razones por las cuales engañó a su esposa agonizante de cáncer, citando el amor a la patria como la más importante).

También es borde la estrella del momento: Michele Bachmann, representante a la cámara por Minnesota. Ningún político en Washington interpreta mejor el clamor popular del Tea Party que esta abogada de 55 años, y así quedó demostrado durante el fin de semana en Iowa. En una entrevista con Chris Mattheus, periodista de MSNBC, especuló con la posibilidad de hacer algún tipo de pesquisa para detectar la presencia de fuerzas antiamericanas en el Capitolio. Con su marido, que es doctor, han montado una clínica en la que ofrecen ‘curar’ la homosexualidad rezando. Rolling Stone y New Yorker, ambas publicaciones de corte liberal, han hecho unos devastadores perfiles de esta fundamentalista cristiana, y Newsweek la tuvo en su última portada con una foto que causó polémica y bajo el titular Reina de la rabia. El desprecio con la que se la ha tratado en los sectores progresistas sólo sirve para reforzar su favoritismo entre la ‘América profunda’, que odia pocas cosas más que a las elites liberales de su país.

Borde, el libertarian, Ron Paul. El senador por Texas fue el único republicano en el Senado que se opuso a la intervención en Irak de George W Bush, y la historia le ha dado la razón. El jueves, durante el debate entre los precandidatos republicanos que transmitió la FOX, brilló con impecable razonamiento cuestionando la raíz del discurso guerrerista que puja hacia una confrontación bélica con Irán, y llegó al extremo de defender el derecho de este país a instalar otro arsenal nuclear en el vecindario (ya lo tienen Pakistán, Israel, China, Rusia ). No llamó tanto la reacción de Glenn Beck, gurú del Tea Party, quien se apresuró a descalificar a Paul por esos comentarios ‘en defensa de Irán’ como la ovación que le propinó el auditorio en Iowa, donde se llevó a cabo el debate.

Paul representa una vertiente neo aislacionista del partido republicano, que pretende extender al sector de la defensa y a la política exterior los principios de mínima intervención de la filosofía libertaria. Los costos económicos y humanos de las intervenciones militares en Irak y Afganistán, y ahora en Libia, en medio de una crisis histórica, tiene a muchos estadounidenses replanteándose las ambiciones imperiales del país. Hay palomas en el partido republicano.

Sobra decir, que la vertiente que encarna Paul no es mayoritaria. Y él es un candidato inviable porque, entre otras cosas, defiende el derecho de la mujer a decidir si quiere hacerse un aborto, la legalización de la droga, la constitucionalidad del matrimonio entre homosexuales, y todo tipo de posturas de difícil ingesta para los conservadores.

A estas alturas, y presumiendo que Sarah Palin seguirá haciendo ruido y millones de dólares pero nada más, hay tres candidatos que se perfilan como los verdaderos contendores en las primarias republicanas. Los demás, parecería, son decorado. Personas como el exgobernador de Utah John Huntsman, quien sencillamente suena demasiado sensato como para hacer pasar por un candidato del Partido Republicano.

Además de Mitt Romney, líder de las encuestas, respaldado por el establecimiento, los otros dos candidatos con opciones son los que se disputan el voto del Tea Party. Por un lado, Michele Bachmann, Por otro, Rick Perry, el último en unirse a la carrera. El gobernador de Texas le añade más color aún a una variopinta selección de candidatos. La vertiente de cristianismo político que practica Perry incluye rezar por la crisis económica, o rezar para se acabe la sequía en Texas. Durante los peores momentos de la crisis financiera del 2008,  y en medio de un encendido debate ideológico contra las políticas de la administración de Obama, Perry aireó la posibilidad de que Texas se ‘volviera a separar’ de la unión. Es, con seguridad, el primer candidato presidencial secesionista en la historia del país.

Circunstancia que no podría ser más irónica, dado que el primer presidente del partido republicano fue Abraham Lincoln, el comandante en jefe que ganó la guerra civil contra los estados confederados. Un mandatario que defendió a muerte la autoridad del estado central, y su prevalencia sobre las autonomías regionales, el mismo que ahora vilipendian sus herederos ideológicos. Sabiendo que la dinámica de las elecciones primarias es que las posiciones tiendan hacia los extremos para complacer a la base, se avizora un debate político cada vez más recalcitrante, y un reguero de titulares a su paso. Como el debate del jueves pasado. Circo puro, política de la peor. Y, en su tumba, Lincoln se revuelca.

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