Los buenos errores

Mié, 19/02/2014 - 03:05
“Es muy difícil cometer buenos errores”, estas palabras me ha quedado sonando desde que las escuché hace unos días y es normal para alguien como yo que sufre por tantos equivocaciones cometidas
“Es muy difícil cometer buenos errores”, estas palabras me ha quedado sonando desde que las escuché hace unos días y es normal para alguien como yo que sufre por tantos equivocaciones cometidas en el pasado, quedar intrigado al saber que existen buenos errores. Desde hacía un tiempo intuía que era así pero necesité escucharlo en una conferencia TED para verlo con claridad. TED (Tecnología, Entretenimiento, Diseño) es una organización dedicada a las ideas especialmente en el campo del emprendimiento. Sus conferencias han sido visitadas a través de Internet por más de 400 millones de personas en el mundo y, por lo que he podido deducir, son una alternativa para quienes acuden a publicaciones dedicadas al liderazgo, de las que vemos en los supermercados, o a los que buscan soluciones a sus problemas en libros de superación o afiliándose a grupos religiosos, por ejemplo. Tiene una gran acogida en USA y en UK y empieza a tenerla en América latina a pesar de que por estos lares el emprendimiento está cada día más de capa caída. Justo en este momento en el que me encuentro en el montaje de una retrospectiva de los últimos quince años de mi obra en el MAMBO (Museo de Arte Moderno de Bogotá), a la que me permito invitarlos apreciados lectores, y en vísperas de unas elecciones que determinarán el futuro no sólo de Colombia si no de América Latina, en mis momentos de ocio he hallado entretenimiento y motivos de reflexión en algunas de las cientos de conferencias que ofrece TED en la red. Y digo esto por lo que la experiencia de una retrospectiva me ha llevado a darle vueltas al pasado tratando de encontrar un sentido a tantas experiencias buenas y malas que se han acumulado en mi historia personal, junto a la preocupación creciente que me causan estas últimas semanas de un gobierno que a pesar de ser considerado uno de los peores de la historia del país, se empeña en mantenerse en el poder por un largo rato. A pesar de esto el poder soñar opciones, imaginar proyectos y escuchar testimonios y relatos de casos extraordinarios y de proyectos exitosos en esas cortas charlas me ayuda a mantenerme a flote mientras espero que en las urnas, junto a mis compatriotas, le demos un giro de 180 grados al rumbo del país. Aunque pareciera poco poético y nada filosófico hallar aliados en los empresarios o lideres que dictan estas conferencias, encuentro en sus palabras una opción de unir las angustias del momento tan crítico por el que pasamos y las inquietudes propias a mi trabajo artístico, a través de nuevas miradas que alientan y refrescan mi mente agotada y deprimida por tantas y tan terribles cosas que han venido ocurriendo en los tres últimos años. Lo primero que encuentro en ellas es la exigencia de un cambio de actitud para poder darle la cara a las dificultades de la vida de cada uno o las que tenemos que enfrentar cuando queremos emprender nuevos proyectos que en el fondo significan nuevas ilusiones que solo crecen en ambientes de entusiasmo y de  fe. Durante los últimos años hemos presenciado cómo nos han venido robando ese terreno de confianza y seguridad que con tanto esfuerzo fuimos conquistando en la primera década del siglo XXI, para dejarnos sumidos en la depresión y el desgane que es el que les conviene a quienes quieren tomarse al país para llevarnos a un destino peor que el de Venezuela. Es lo que ha ocurrido por toda la geografía de Colombia y los que vivimos en Bogotá lo presenciamos en esta lúgubre y deprimida ciudad haciendo cualquier recorrido por ella, situación a la que nos hemos venido habituando sin darnos cuenta. Hemos visto como un país entero ha caído en la apatía debido a los constantes torpezas que ha generado un gobierno empeñado en doblegar y opacar a su pueblo con el pretexto de lograr una supuesta paz que no es sino una claudicación ante el enemigo. Los diálogos de La Habana han generado un desgaste muy costoso que ha sido hecho a propósito para alistar el terreno para lo que nos tiene preparado. Una presidencia como la actual es de las que agotan los terrenos fértiles y dejan un árido desierto dónde no fructifica la esperanza. Así se vivió en los países de la cortina de hierro -quienes pudieron visitar a Berlín durante la Guerra Fría notaron el gran contraste entre un Berlín libre y otro oscuro y siniestro del lado comunista- o lo experimentó el pueblo checo al que le quebraron todas las ilusiones y les exprimieron hasta la última gota de entusiasmo dejándolos inútiles para emprender cualquier cosa. Aunque es muy difícil que alguien deprimido cambie de actitud, está comprobado que ese es el primer paso para poder salir de la oscuridad a la que ha caído y por eso es urgente que tomemos el camino del optimismo, a pesar de la situación actual, para construir ese espacio con campos ricos en los que se siembre igualdad, prosperidad y justicia. Y en eso estamos millones de colombianos cuando ayudamos a fortalecer al Centro Democrático como opción de volver a soñar con un gran país. En el Centro Democrático se han cometido muchos errores pero nos podemos fijar en los buenos para llegar a una positiva experimentación de prueba y error y así superar los que se cometieron en el pasado. El buen error es un aliado de la suerte: cuando nos equivocamos de camino y de repente nos vemos frente a un paisaje desconocido o de pronto nos lleva a vivir una nueva e inolvidable experiencia o a conocer a alguien que marcará nuestra vida, es un ejemplo de esa posibilidad de los beneficios de los buenos errores. El garrafal error de subir a la presidencia a quien ahora pretende reelegirse, podría ser un buen error si con ello los colombianos mantenemos los ojos bien abiertos frente a lo que, a pesar de haberse mantenido en la sombra, se ha venido a manifestar con claridad en estos años y es que nos quieren llevar desde hace rato al castro chavismo. Y así, con firmeza y entusiasmo, cambiemos ese triste destino.
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