Los muertos viven

Mié, 23/02/2011 - 00:00
En este país del sagrado corazón pasan cosas realmente increíbles. Milagros, diría yo. Y digo milagros porque, gracias a la ineficiencia de las diferentes entidades que prestan algunos servicios 
En este país del sagrado corazón pasan cosas realmente increíbles. Milagros, diría yo. Y digo milagros porque, gracias a la ineficiencia de las diferentes entidades que prestan algunos servicios  que se relacionan con nuestras bases de datos, podremos encontrarnos en algún lugar con nuestros seres queridos que ya están muertos. Por ejemplo, estoy ansioso de que lleguen las próximas elecciones de octubre, pues gracias a la ineficiencia del sistema electoral  podré acudir ese día a las mesas de votación situadas en el Chicó Norte a reencontrarme con quien fuera mi suegro por más de 10 años, y quien actualmente está registrado para sufragar allí, a pesar de haber fallecido en diciembre de 1992. En efecto, si ustedes entran a la página web de la registraduría y digitan la cédula 111766, encontrarán que Hernando Castro Romero  puede votar, que está vivo para  todos los efectos electorales. Pero el tema no para ahí, mi ex suegro, de acuerdo con el SIM (Servicios integrados de movilidad),  tiene licencia de conducción,  por lo que no me extrañaría que uno se lo encontrara por ahí manejando por las calles de la intransitable Bogotá. Esos son los milagros que sólo se producen en países subdesarrollados como este, en donde los muertos tienen cédula, pueden votar y además, manejan. Cuando digité  la cédula de mi mamá, Consuelo Lleras, en la página de  la registraduría, encontré que está muerta, lo que es cierto desde 1993. Pero cuando miré en el SIM  se produjo el milagro que no habían logrado ni mi diosito ni  los mejores médicos de la fundación Santa Fe de Bogotá: mantener a mi mamá vivita y manejando. ¡Ah! El único problema es que el pase está vencido, nada que en este país de corruptos no se pueda solucionar con un tramitador.  Hagan el ejercicio y verán. Sólo digiten este link, digiten la cédula 20025900 y verán que mi mamá está a paz y salvo a pesar de haber fallecido hace 17 años. ¡Milagro, milagro! Estas dos historias no hacen nada distinto que poner de manifiesto que las bases de datos en este país son un chiste, no sirven para nada, como no sea para joderle la vida al ciudadano. No es sino que alguien se atrase en un pago de su celular o internet para que ahí sí le vuelvan la vida cuadritos. Pero como  si fuera poco, mi mamá y mi ex suegro, gracias a dios, tampoco tienen antecedentes disciplinarios, tal como lo certifica la procuraduría cuando uno digita sus cédulas en la página de esta entidad. Les confieso que cuando encontré esos datos no pude menos que pensar que este país no es viable, pues no puede ser factible un estado que no es capaz de manejar a  los vivos, pero  tampoco lo puede hacer con sus muertos. Eso sí, la ventaja es que gracias a estas bases de datos siempre podremos encontrarnos con nuestros familiares y amigos fallecidos. Y después dicen que los milagros no existen.
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