Muchos países del mundo ya saben que la salmonicultura es una falsa promesa de progreso. Fugas de salmones, abuso de antibióticos, algas tóxicas y residuos industriales en el fondo marino son algunas de las consecuencias de la actividad. Sin embargo, y pese a la evidencia de desastres en el sur de Chile, Argentina está planeando abrir esta industria que muchos países ya están abandonando en aguas del Canal de Beagle.
Al plan de la empresa chilena Nova Austral, que pretende instalar cuatro proyectos y 138 jaulas en diferentes puntos del canal que pertenecen a Chile, se suma al acuerdo entre los gobiernos argentino y noruego para evaluar la factibilidad de desarrollar la industria en el lado argentino del canal. Por eso, hoy la salmonicultura hoy es un peligro binacional. No parece suficiente haber arrasado amplias zonas de las costas chilenas, sino que ahora lo quieren hacer en la puerta de entrada a la Antártida.
La salmonicultura tiene que ver con Colombia, aunque no lo pensemos: Chile es el principal exportador de salmones y el salmón es la segunda especie marina más consumida por los colombianos. La salmonicultura chilena usa 500 veces más antibióticos que Noruega y causa graves impactos ambientales, sanitarios, sociales y económicos, además de no cumplir con las condiciones esenciales de sustentabilidad que requieren las iniciativas actuales de desarrollo. Escapes masivos y constantes serán problemas graves de esta actividad en el sur argentino. En Chile, por ejemplo, se han registrado fugas de un millón de salmones con recapturas que, en general, no superan el 2%. Es algo que no puede repetirse.
Además, la zona binacional donde la industria planea instalarse es territorio de comunidades indígenas yaganes que no han sido consultadas por estos proyectos, como obliga la normativa vigente. La comunidad yagán ya ha manifestado su rechazo a la instalación de salmoneras en sus históricos territorios. A todo este panorama se suma que la industria del salmón busca operar en una zona declarada Reserva de la Biósfera, es decir, un ecosistema terrestre y marino de alto valor que debe ser especialmente cuidado, no solo para el país, sino para los equilibrios ambientales del planeta.
La salmonicultura en Chile debe servir como ejemplo del impacto negativo de una actividad esencialmente contraria a la sustentabilidad. Argentina aún está a tiempo de evaluar lo nefasto que sería esta industria para el desarrollo sostenible de la Patagonia y retractarse de una medida destructiva.
El Mar Patagónico es un ecosistema único que debemos proteger con urgencia. Alberga especies de relevancia para el desarrollo de las comunidades pesqueras locales, como la centolla, y su fauna es increíble y variada. Hoy, más que nunca, digamos no a un modelo que solo piensa en satisfacer el deseo de una industria a la que no le importa la naturaleza.
Los peligros de la salmonicultura: el lado B del salmón rosado
Mié, 06/02/2019 - 11:41
Muchos países del mundo ya saben que la salmonicultura es una falsa promesa de progreso. Fugas de salmones, abuso de antibióticos, algas tóxicas y residuos industriales en el fondo marino son algun