Aunque todo el mundo lo sabe, casi nadie se percata de esta verdad tan simple: el mundo no es el mismo del siglo pasado ni la humanidad actúa de la misma forma.
Por eso pretender que la conducta y la manera de percibir la vida sea igual hoy a como era hace treinta años, es estrellarse con la realidad.
Estos cambios no sólo afectan la manera como nos movemos cotidianamente en el espacio que habitamos, sino también la cultura de la sociedad a la que pertenecemos, entendida la cultura como la manera a través de la cual la sociedad domina el medio en que vive: la vivienda, la comida, el vestuario, las ideas y las costumbres de la vida en común.
Lo digo por la inquietud anual que se presenta cada vez que se aproximan celebraciones como el San Juan, el San Pedro y el folclor en general en el Tolima Grande.
El mundo ha cambiado tanto que la celebración en que actuaba la sociedad como parte integral del festejo ha pasado a ser la observación de un espectáculo en el que las manifestaciones tradicionales son apenas el esbozo de un recuerdo gratificante.
En ello radican las transformaciones y es inútil pretender que la celebración sea como antes.
Pocos se visten para actuar porque la fiesta sea suya, sólo se disfrazan a la manera del pasado para ver, para admirar o rechazar un espectáculo en que la mayoría de los que actúan han variado la parte constitutiva de su tradición en aras de la representación.
La ciudadanía va a la calle para ver pasar el desfile y a ello se reduce su festejo. Luego se compra lo que antes se preparaba en casa, muchas veces se disfruta de las viandas en lugares públicos y no en la intimidad de la familia ni en el contexto de su barrio o localidad donde antes se compartía y se gozaba el festejo.
Hoy se mezquina la compra, compartir ya no es el verbo que se conjuga en las celebraciones folclóricas.
Pocos bailan el bambuco, salvo que sean parte del espectáculo o integren el grupo que durante el año ha preparado su presentación para ser parte de la fiesta. Es inútil pretender que la sociedad se reúna alrededor de un conjunto tradicional para disfrutar de la música folclórica.
Ni qué hablar del vestuario porque el pantalón típico de hoy es el jean, encima un sobrero cualquiera, alrededor del cuello un trapo rojo que pasa por raboegallo y a bailar vallenato y champeta en el club, la caseta o el salón comunal.
Entonces nada hacemos con reclamar autenticidad en la conducta de la ciudadanía. Ella sólo es exigible a quienes son el espectáculo y a quienes lo patrocinan.
Los tiempos cambian
Vie, 10/06/2016 - 15:07
Aunque todo el mundo lo sabe, casi nadie se percata de esta verdad tan simple: el mundo no es el mismo del siglo pasado ni la humanidad actúa de la misma forma.
Por eso pretender que la conducta y
Por eso pretender que la conducta y