Entrada la época de Navidad en la que para algunos se desvanecen las tristezas y para otros se agudizan las afugias y se pronuncian las penas del año presente y en algunos casos de los anteriores, considero pertinente escribir sobre nuestra cultura navideña desde la óptica costumbrista y política. Se comienza a respirar el famoso aroma del espíritu de la Navidad, inhalando aquella frase con el perfume a ron, que reza: llegó diciembre con su alegría mes de parranda y animación. Las canciones del Loco Quintero, del gran Pastor López y de Alfredo Gutiérrez, merodean y engalanan el ambiente decembrino por doquier.
Por alguna razón hace pocos días tuve que ir a Unicentro, cosa que pocas veces hago, porque no soy amigo de los tumultos comerciales, escasamente lo soy de los artísticos. Duré buscando un cupo de parqueadero más de quince minutos, los ríos de gente fluían y la movilización de prójimos me evocó a bíblicas épocas del éxodo, pues aquella salida de los israelitas de Egipto, narrada en el segundo libro del Pentateuco, se asemejaba a lo que mis ojos presenciaban en el templo por antonomasia del comercio norteño de Bogotá. Es impresionante ver cómo la gente dice que “no hay plata”, pero el derroche de dinero en los diferentes medios de pago, es actor principal en los escenarios de los débitos y los créditos en esta época. Mientras hay olor a buñuelo en los cálidos hogares, a aguardiente y ron y suenan las exquisitas melodías de balneario al tiempo que uno que otro Papá Noel campanea, alegrando el nacimiento de Jesús, afuera las víctimas del narcoterrorismo y de la inclemencia invernal, esperan por la solidaridad estatal, que con absoluta seguridad, este año tampoco llegará.
Es importante señalar que el éxodo del que hablo, frente a las movilizaciones masivas que últimamente han caracterizado a nuestra capital -algunas de ellas muy reprochables por el comportamiento de los vándalos y desadaptados sociales que lejos de protestar de manera pacífica generaron daños materiales a los comerciantes de bien- está muy de moda, para dar el recibimiento merecido a fiesta de fin de año. Antes de hablar a través de letras sobre la marcha del próximo 6 de diciembre, debo generarles una inquietud. ¿Recuerdan que nuestra alcaldesa encargada Clara López, fue protagonista de las marchas de los estudiantes, e incluso coadyuvó garantizándoles las medidas para que con grafitis y bombas de pintura algunos gamberros encapuchados hicieran de las suyas? Yo lo recuerdo a la perfección. Ahora bien, esta militante del Polo agitadora por naturaleza política, que propicia espacios para la violencia distrital, no se ha pronunciado para garantizar las medidas de seguridad de los que vamos a marchar legítimamente pidiendo paz para esta nación agobiada y doliente. Se me antoja que a la Sra. López poco le interesa garantizar los derechos de los asociados que estamos en contra de los crímenes de lesa humanidad que sistemáticamente cometen las Farc. Se hace inevitable pensar que la distinguida corregidora del D.C. esté más bien no a favor, sino en contra de esta marcha, pues su izquierda radical, la lleva al apoyo de la Juco, del Partido Comunista y de los grupos insurgentes urbanos que sin duda están del lado de las Farc y no de sus víctimas.
Volviendo al parangón entre lo bíblico y lo terrenal, quiero señalar que el principal propósito del Éxodo en tiempos de Nuestro Señor, era mantener vivo en la memoria del pueblo hebreo el relato fundacional de sí mismo como Nación, esto es: la salida de Egipto y la consiguiente emancipación de la esclavitud. A través de su huida y la búsqueda de la Tierra Prometida, los judíos adquirirían conciencia de su unidad étnica, filosófica, cultural y religiosa por primera vez.
El Éxodo establece también las bases de la liturgia y el culto, y está dominado en toda su extensión por la figura del legislador y conductor, el patriarca Moisés. Se puede notar que el símil es a lugar, pues con la marcha del 6 de diciembre como con la que en su momento se hiciera el 4 de febrero, proclamaremos la libertad y exigiremos el derecho a la dignidad de los colombianos; a romper esas lacerantes cadenas inhumanas; a la tranquilidad de los colombianos para desarrollarse como seres humanos autodeterminables, tal y como somos por naturaleza y esencia ya la actuación del Estado en pro de sus asociados. En la mal llamada lucha armada (como ideología), hemos perdido todo aquello, comenzando por la libertad; por la libertad no solo física sino de pensamiento y de albedrío incondicional, pues esos infames reclutamientos a niños y mujeres en los cuales son torturados y drogados para cambiar sus pensamientos, ya son un claro ejemplo de lo que digo. De tal manera, este reclamo y este canto a la libertad humanitaria, a la verdad, justicia y reparación, debe ser oída en primer término por las autoridades nacionales, pero veamos nuestra realidad: para el poder, eso no es tan importante. De igual forma sucedió el pasado domingo 27 de noviembre, cuando conmemoramos los 22 años de la masacre del avión de Avianca y ninguna autoridad de las citadas e invitadas hizo presencia. Las víctimas no valemos en este país, los Derechos Humanos y el Derecho Internacional Humanitario, cada vez están menos vigentes en los despachos y escritorios del gobierno nacional y local, y por supuesto, se nota aún más su falta de aplicación.
¡Vamos pastores vamos! Vamos a marchar el martes 6 de diciembre con un ánimo pacificador, que de ejemplo a los narcoterroristas y a sus aliados en las instituciones del Estado. Abrazo cálido. Seguimos trabajando y marchando por causas humanitarias.