Por estos días un video en las redes puso al descubierto que en las iglesias cristianas se hace matoneo a los discapacitados y se excluye a los homosexuales porque ellos no son dignos de entrar en la casa del señor, con lo que violan no solo la ley de Dios, según la cual todos somos iguales y tenemos los mismos derechos, sino la colombiana porque así reza también su constitución política. Gracias a Juio Sánchez Cristo, los cristianos de a pie pudieron escuchar las barbaridades que se dicen a nombre de la palabra de Dios, como lo hace la madre de Alexandra Piraquive, parlamentaria del MIRA. La aguda percepción del periodista y su indignación por los abusos del poder han generado un debate en el que se evidencia que las iglesias son más un negocio que una salida espiritual para los desvalidos. Que son una explotación vulgar de los sentimientos y la fe de los pobres y que sus propiedades y lujos son inversamente proporcionales a lo que predican a sus contribuyentes.
Los cristianos de a pie han tenido que escuchar que no se puede subir al púlpito un limitado físico “por razones de la conciencia”, como decía la madre del MIRA. Y la razones de conciencia son el qué dirán. Tamaño concepto filosófico a nombre de la palabra de Dios sólo se puede equiparar a los preceptos que inspiran a otro pastor de los Caballeros de la Virgen que hoy predica desde el púlpito de la Procuraduría. Con él comparten la fobia a los homosexuales (que anima a otro cristiano senador conservador que los siente excrementales), la lucha contra el aborto y quién sabe cuántas mas bestialidades sacadas del antiguo testamento. La curiosidad periodística ha revelado que en Colombia se piden diariamente tres permisos para montar iglesias y que hoy hay más de 5.000 divulgando la palabra de Dios y cotizando millonarios diezmos que terminan en lujosas propiedades en La Florida.
Hace algunas décadas se compartía en los escenarios políticos y sociales la frase marxista “la religión es el opio del pueblo” y se criticaba la opulencia de los curas y la incoherencia de los cardenales y obispos que bendecían dictaduras en el Cono Sur y justificaban golpes de estado en su pretendida lucha contra los ateos comunistas. Pero hace 50 años en Colombia existió un cura que predicaba el amor al prójimo de una manera solidaria y con un claro propósito de defender a los pobres porque no creía que ellos fueran bienaventurados. El sacerdote Camilo Torres Restrepo, que dejó su sotana para aplicar el cristianismo y el amor al prójimo de una manera comprometida pero que las circunstancias y los errores históricos lo llevaron a empuñar el fúsil y acelerar el proceso de su muerte.
En su Mensaje a los Cristianos, Camilo sostiene que lo principal en el Catolicismo es el amor al prójimo y cita a San Pablo cuando dice que "El que ama a su prójimo cumple con la ley¨. Decía el cura guerrillero que para que este amor fuera verdadero, tenía que buscar eficacia. Y que si la caridad, la limosna, las escuelas gratuitas y los planes de vivienda no alcanzaban para dar de comer a la mayoría de los hambrientos, ni vestir a la mayoría de los desnudos, ni enseñar a la mayoría de los que no saben, había que buscar medios más eficaces para el bienestar de las mayorías. Desafortunadamente esa claridad mental que dista mucho de la de la madre del Mira o de la del Caballero de la Virgen se desperdició por haber creído que un medio eficaz podía haber sido la guerra contra las minorías privilegiadas que no iban a permitir el bienestar de las mayorías.
Pero hoy el Papa Francisco, que no perteneció a la teología de la liberación, llama a preguntarse lo mismo que Camilo cuando invita a reflexionar sobre qué hace uno por su prójimo. Esta iglesia de Francisco comprende que la pobreza no se supera mediante el asistencialismo, sino que puede hacerse de manera eficaz por medio de políticas públicas de los gobiernos que devuelvan dignidad a los oprimidos y los hagan ciudadanos autónomos y participativos. Esa iglesia hoy está sintonizada con las tareas que garantizan la eficacia de la supervivencia humana. Hoy ser cristiano pasa por comprender que acabar con la pobreza no es un acto de caridad. Es un mandato de la sostenibilidad como lo reconocen las Naciones Unidas en su agenda para garantizar la supervivencia del planeta. Esa Iglesia moderna dista mucho de las ideas de la madre del MIRA y del caballero de la Virgen. Esa Iglesia se identifica más con Dostoievski cuando dice que “Todo el progreso del mundo no vale el llanto de un niño hambriento”.
Por eso cobra vigencia el mensaje a los cristianos de Camilo. Él dejó sus privilegios y se entregó a la revolución por amor al prójimo. Dejó de decir misa para aplicar el amor al prójimo. Era un cura que predicaba y aplicaba. No quería tener mansiones en Miami, creía que su cristianismo se ejercía en el terreno temporal, económico y social. Creía que así seguía el mandato de Cristo. Pero cobra hoy más vigencia aún la cita en su mensaje de San Mateo "Si traes tu ofrenda al altar y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda" . Hoy ser cristiano pasa por la reconciliación y ese espíritu no está en los caballeros de la virgen ni en el Centro Democrático que parece ser su inspirador. Hoy ser cristiano pasa por saber perdonar y por encontrar un camino de convivencia y eso no está en las medidas extremas de los Caballeros de la Virgen contra un alcalde errático.
Camilo pensaba en los pobres pero se equivocó al desafiar las instituciones y lo mataron. Petro pensaba en los pobres pero se equivocó al desafiar las instituciones y lo quieren matar políticamente. Hoy los cristianos debemos perdonarlo y exigir que pueda volver a subir al púlpito, que recupere sus derechos. Ya no como alcalde quizás, pero que vuelva a poder elegir y ser elegido.
Mensaje a los cristianos
Sáb, 18/01/2014 - 08:03
Por estos días un video en las redes puso al descubierto que en las iglesias cristianas se hace matoneo a los discapacitados y se excluye a los homosexuales porque ellos no son dignos de entrar en la