El título de esta columna iba a ser 'Mensaje a Manzanera: no fue un “accidente” de tránsito', pero estaba mal. Ofrezco disculpas. Lo primero que debemos hacer en estos casos es dejar de calificar como un “accidente” lo que es una tragedia evitable, un asesinato. Y lo segundo que debemos hacer es anticipar, tristemente, que a él no le va a pasar nada, a pesar de lo que merece.
Ernesto Manzanera acaba de matar una familia. La mató y la acabó. El joven de 24 años se llevó con su carro a cuatro personas. Sucedido el choque, se bajó de su Volkswagen Jetta rojo en la madrugada, vio lo que pasaba y, según testigos, se fue en un taxi. Huyó en lugar de ayudar. Al otro día apareció ante la Fiscalía, pero también lo hizo el conductor del taxi que lo alejó de la escena en la Autonorte con 134 de Bogotá y que dijo, además, que el victimario olía a trago. Medicina Legal informaría después que el examen de embriaguez –hecho a destiempo- resultó negativo. Cosas que pasan.
Todo hiere. Porque esto es repetido, porque la tragedia de esta familia no tiene consuelo, porque la atención de los medios va a diezmar y porque al final de cuentas Manzanera no va a cumplir con su pena –que debería ser al menos su conciencia- en la cárcel.
De hecho, tras presentarse ante las autoridades Manzanera no perdió su libertad porque, según explicó Camilo Burbano, coordinador del Sistema Penal Acusatorio de la Fiscalía General de la Nación, no fue capturado en flagrancia, no tenía orden de captura y tampoco se le habían imputado cargos.
¡Qué dolorosa es la verdad que les espera a las víctimas de Manzanera! Sus allegados querrán que pasen mil cosas, pero todo terminará en una defensa bien pagada porque la familia de Manzanera cuenta recursos. Y esto conllevará a que en el mejor de los casos él cumpla con una pena irrisoria de casa por cárcel o que saque dinero para compensar económicamente sus daños, si es que acaso hay billetes mágicos para resarcir semejante afrenta.
La justicia será justicia cuando se compadezca con el sentido común. Estas cosas dejaron de ser un accidente. Vemos, mientras tanto, que todo está al revés. Testigos que se tapan la cara porque temen por su vida y al citado taxista tembloroso ante la posibilidad de que le pueda pasar algo. Ernesto, en cambio, se nos muestra sin máscaras y con el mentón alto, lo cual es muy diciente visualmente: pareciera no sentir vergüenza.
Un año después de que yo sufriera un grave choque de tránsito no ha pasado nada con mi caso en la Fiscalía. Ni siquiera mi (ex) aseguradora Generali ha respondido por mi carro. Cuando sucedió esto hubo difusión en los medios como ahora con Manzanera –lo cual siempre agradeceré como un acto bonito de solidaridad-, hubo presión de la prensa para encontrar una respuesta del culpable, hasta la Policía me llamó para ayudarme, al igual que otros entes, pero con el paso del tiempo todo quedó en “El olvido que seremos”.
Camilo Andrés Nariño Trespalacios, el que casi mata a mi esposa y al autor de estas líneas, celebrará Navidad sin respingo de ninguna clase. Yo, feliz de no haber sucumbido al impacto, espero con incertidumbre por otra cirugía de pelvis. Siempre será una ironía que los conductores culpables de estos choques salgan ilesos mientras los demás inocentes pierdan vidas. Un año después de escribir esto, las víctimas de Ernesto Manzanera me darán la razón. Y tal vez usted también, que sabe que en Colombia pasa de todo pero al final no pasa nada.
PD: Una cita de Dante Alighieri, en La Divina Comedia, nos cae perfecta para estos días en los que se debe reclamar “deber moral”, como exigía la hermana del taxista que transportó a Manzanera: “Los confines más oscuros del infierno están reservados para aquellos que eligen mantenerse neutrales en tiempos de crisis moral”.
@javieraborda
Mensaje para Manzanera: tranquilo, no le va a pasar nada
Mié, 03/12/2014 - 16:53
El título de esta columna iba a ser 'Mensaje a Manzanera: no fue un “accidente” de tránsito', pero estaba mal. Ofrezco disculpas. Lo primero que debemos hacer en estos casos es dejar de califica