El partido político mejor cimentado y estructurado en América Latina lo tenemos en Colombia y se llama Centro Democrático. Podría llamarse Derecha Democrática por su oposición tan férrea al comunismo quien es bien sabido, se encuentra a la izquierda de la izquierda; pero no, se llama Centro Democrático y eso no lo hace menos frente a los dogmáticos ya sean de izquierda o de derecha ni tampoco frente a otras posturas políticas que se consideran correctas por su férrea posición a un lado o al otro evitando el centro.
Colombia ha estado en la mira del comunismo desde hace un siglo. La Unión Soviética, en su propósito expansionista, mantuvo su ojo en este país durante toda su existencia y, luego de su extinción, dejó semillas en una isla del Caribe que se han propagado por toda la región como la mala hierba. La frágil democracia colombiana ha sabido atajar los avances comunistas con un costo enorme que se ha reflejado en un atraso continuo en su desarrollo.
Minar cada vez más los fundamentos democráticos de la nación ha sido el empeño del reducto comunista y para ello ha contado con dos siniestros aliados: la corrupción dentro de las ramas de los tres poderes y el narcotráfico con todos sus tentáculos delincuenciales. Todos los intentos por frenar el avance del comunismo se veían débiles hasta que llegó a la presidencia Álvaro Uribe y aplico la política de la Seguridad Democrática. Los sorprendentes resultados se hicieron más notorios al verse la región invadida por la mala hierba propagada desde Cuba, aplicando la estrategia surgida del Foro de Sao Paulo con la intención de fundar el Socialismo del Siglo XXI en cada uno de los países latinoamericanos. El sueño de pocos y la pesadilla para muchos.
De la Seguridad Democrática teníamos que pasar a la Prosperidad Democrática para con ella erradicar la pobreza y emprender un camino seguro al desarrollo, pero se coló un funesto personaje quien se hizo a la presidencia a la manera de las plagas invasoras, desde la oscuridad y con muchas mañas y causó el desastre que padecemos hoy los colombianos. Como consecuencia de esto, el país desprecia a Juan Manuel Santos en proporción similar a como aprecia a Álvaro Uribe.
Ante la arremetida del comunismo, propiciada por un gobierno arrodillado a la izquierda, surgió el Centro Democrático quien, a pesar de todos los ataques y de encontrarse en una clara oposición al régimen, se ha fortalecido de tal manera que hoy es el partido con mayores probabilidades de llegar al poder en las próximas elecciones. Esa proeza es el fruto del trabajo incansable de su líder quien le prometió a sus compatriotas no ceder en la lucha.
El Centro Democrático es el partido más joven de la región y está construyendo las bases de una nueva democracia con la que reconstruiremos el país de las ruinas dejadas por los dos periodos de un dictadorzuelo de Republica Cocalera aliado alas FARC. Y se llama Centro porque es de centro. No de centro derecha y menos de centro izquierda. Está centrado construyendo modelos, diciendo que los anquilosados esquemas pueden ser renovados con creatividad e imaginación.
No caigamos en la trampa tendida por la izquierda. Ella necesita de una derecha para sobrevivir. Se fortalece cuando puede achacarle a su contraparte los tenebrosos dictadores del siglo XX que fueron sus enemigos. En ese juego no entra el Centro Democrático, es un partido nuevo y no el resultado de reciclar viejos movimientos políticos. Ha demostrado su solidez en el Congreso con senadores y representantes de las mejores calidades y con unas bases que crecen y crecen como se ve con claridad en el recibimiento masivo y entusiasta de la población en cada pueblo que visitan en su gira Álvaro Uribe e Iván Duque.
Si me preguntan si soy de derecha o de izquierda respondo: Soy de centro, del Centro Democrático. Y si me dicen que ser de centro es ser de ningún lado, les respondo que me encuentro en un espacio político que ayudo a construir. Estoy en mi lugar, por favor no empujen.
