Mis recuerdos de Harold y mi Bogotá

Vie, 05/05/2017 - 02:34
De las muertes que me han dado muy duro, la de Harold. Cuando comencé a trabajar en radio, una de las cosas muy especiales es que tuve la oportunidad de conocer a esos
De las muertes que me han dado muy duro, la de Harold. Cuando comencé a trabajar en radio, una de las cosas muy especiales es que tuve la oportunidad de conocer a esos artistas que desde la adolescencia escuchaba y admiraba. Allá en las oficinas de Radio 15 empecé a charlar con todas esas figuras de la  llamada “nueva ola”, a los que había seguido gracias a la emisora juvenil por excelencia y que por los disc jockeys que contaban noticias e historias y pasaban canciones de esos jóvenes que se habían vuelto ídolos. Algunos tuve la feliz oportunidad de verlos en concierto: en lo que ahora llamamos Corferias y en algunos teatros de la ciudad. Con algunos tuve un contacto más cercano que con otros, apenas lógico, y uno de estos fue Harold. El gusto por el rock y los artistas gringos e ingleses que hacían esos apasionantes sonidos, daban mucho tema para hablar. Con el paso de los años el cantante, guitarrista –músico- de la nueva ola encontró caminos diferentes en su producción musical. Sus trabajos con otros artistas de su generación, dirigiendo orquestas para Oscar Golden y Vicky, su gran éxito “Destino La ciudad”, tema de la telenovela del mismo nombre y que luego fue arreglada y grabada por el orquestador francés Franck Pourcell, lo consagraron. Hizo jingles, la música de los comerciales. De esos vale recordar el que hizo para las pilas Eveready, “Busque el gato”. Terminó convertida en canción, y lo que parecía mentira, pasó por las emisoras y se convirtió en éxito. Grabó un extraordinario trabajo como Harold y su banda, “Evolución”. Una brillante mezcla de sonidos latinos con el funk y rhythm and blues americano. Un trabajo que tímidamente se ha mostrado en estos días. Luego por diferentes razones se alejó de la música, y a comienzos de los 90, volvió con un trabajo fonográfico bien interesante: hizo un disco con clásicos del rock and roll a su manera. Lamentablemente ese trabajo no repercutió. Luego recuperado de su severa crisis de salud en 2012, se marcha a Medellín donde encontró nuevos horizontes en la música. Andaba entusiasmado con una nueva producción fonográfica de la que hablamos varias veces. Siempre la promesa de “ya te dejo escuchar”… Eso no se dio. El primer de mayo su corazón no pudo más. Por lo menos los medios lo tuvieron en cuenta. Pero está mi reclamo de siempre. Cuántas notas que vi y escuché de periodistas que claramente no tenían idea de quién era. En mis redes sociales cuando anuncié la noticia a los pocos minutos de su fallecimiento, hubo quienes preguntaban “y ese quién es”. No tenemos memoria. Estos artistas que le ha dado brillo a nuestra música, que la exportaron y se hicieron conocer internacionalmente, para muchos… nada. Una vez más, reclamo eso. Hasta conocemos el color preferido de los artistas extranjeros, pero los nuestros, tristemente, duermen el sueño de los justos. ¡Qué injusto! TRAGEDIAS, ¿NATURALES? Los recientes desastres en Mocoa, Manizales y los que anuncian que pueden ocurrir en otras partes de país, aparecen en todos los medios como desastres naturales. No lo son. Estos desastres son el resultado de los errores de los humanos, de nosotros mismos. La avalancha que afectó a Mocoa y los deslizamientos que afectaron a Manizales son consecuencia de la forma en que nosotros maltratamos a la Madre Tierra. No soy experto en temas del medio ambiente, pero no hay que serlo para entender que si herimos la tierra, tarde o temprano va a reaccionar. No podemos deforestar los cerros y esperar que cuando llueva no se venga el mar de lodo que destruye todo a su paso. Todos debemos saber que sin árboles, nada retiene el agua y la tierra que sostienen los bosques. Hace unos días hemos estado mostrando en mis redes, imágenes de  la Bogotá de ataño y los comentarios bastantes generalizados, apuntan a cómo la cambiado, para mal, nuestra ciudad. Entiendo que hace apenas 100 años en la Sabana de Bogotá había algo así como 50,000 hectáreas de humedales, lagos y quebradas. De esas extensas zonas de reservas acuáticas de nuestra planicie, quedan apenas unas 800 hectáreas. Hace menos de 50 años, en el occidente de la Sabana, en las quebradas era común ver los domingos personas pescando trucha. La pesca hoy en día no existe, bueno, las quebradas y riachuelos tampoco. En las zonas de Chía, Cajicá, Tenjo, Funza, Mosquera, Zipaquirá, la zona suroriental, en las zonas húmedas habitaba una pequeña rana, hoy prácticamente extinta, porque su hábitat ha sido destruido. Hace 10 años en algunos parques de la ciudad se podían ver lechuzas por la noche, uno podía despertar en casi cualquier parte de la cuidad al canto de los copetones y las manadas de golondrinas anunciaban las lluvias. Todo ha desaparecido. Nosotros, no digamos que nuestros gobernantes, porque somos usted y yo los que lo hemos permitido que en nombre de “progreso” y el “desarrollo”, se acabe con lo que fueron de las tierras más fértiles y productivas de país, para levantar industria, bodegas y planes habitacionales. Nos vamos quedando sin toda esta hermosa, fértil y productiva Sabana de Bogotá. Va quedando solo el recuerdo de la época en que había verde, había naturaleza y no cemento, asfalto y contaminación. Depende de nosotros, y solo nosotros, ponerle freno a esta locura. No crean, tragedias como las referidas pueden tocar a nuestra Capital. Inundaciones, deslizamientos y otros desastres no son imposibles. Debemos exigir políticas ambientales y de protección de la naturaleza a quienes elegimos para gobernarnos… antes de que sea tarde.
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