La colección que inauguró María de la Paz Jaramillo en el Museo de Arte de Armenia y Quindío –MAQUI- el primero de diciembre hace parte de la donación de grabados que la artista realizó en 1997 al Museo de Arte de Pereira. Nos interesa la muestra porque refleja las diversas incursiones que la artista ha realizado en el mundo del grabado donde busca la fuerza de una línea irreverente, el encuentro de una textura o, el brillo color. Se trata entonces de una revisión donde María de la Paz Jaramillo muestra que ha tenido una constante coherente en la búsqueda expresiva de ésta técnica.
Desde siempre, la obra gráfica de María de la Paz ha tenido como componente primordial, la fuerte de crítica social. A la mujer-objeto la observa desde el gesto de una caricatura donde aparece la deformación irónica. La línea en grabado tiene su carácter personal: en sus series Las posibilidades de la mujer o La máquina de la vida, como su nombre lo indica, fueron realizadas bajo la óptica de los roles femeninos severamente marcados por los juicios masculinos. Por ejemplo, en el bajo nivel educativo de la mujer, aparece un deslumbrante nivel de dependencia física, moral e intelectual frente al hombre. En los trabajos de las mujeres quedaron suscritos o integrados en roles utilitarios. La novia, la esposa, la amante, la prostituta. Todas mujeres con rol amarrado al sexo con sus adjetivos.
El mundo agresivo y deformado de imágenes, quedaron en escenarios como los prostíbulos donde se siente una fuerte influencia del expresionismo alemán. Ella indaga las diversas formas de ser mujer y, trabajó obras que son los resultados de los años 70 y 80 donde no aparecen los papeles tradicionales para una dama de sociedad como la maternidad o el hogar. Ella pinta a la mujer del mundo, determinada por otras coordenadas y condiciones que, la artista en su creyente rebeldía, mira con detenimiento y determina sus roles.
Mientras le interesaba el expresionismo alemán, pintó seres que por su marginalidad, son habitados por una rabia inhóspita. Las mujeres iluminadas por el reflejo frío de la luz blanca de neón en la noche. Seres que perdieron el horizonte en el brillo de algún atardecer.
Después María de la Paz produce imágenes convenientes que corresponde a roles más los rituales convencionales de baile, novia, o monja. Todo este trayecto tiene un fondo común porque a María de la Paz, le interesa la sociología del arte de Pierre Francastel. Por eso en su obra son inevitables los ruidos, el clima cálido y el contexto de una geografía caleña. También interesan las diversas formas de cómo interviene el alma en el paisaje de la figura femenina.
En su obra no existe la conciencia del feminismo creyente. María de la Paz pinta lo que ve mientras siente la distancia del femenino con sus mil alter-egos. Todo ellos, porque a la artista le interesan los seres con su condición humana en una sociedad machista y, dentro del mundo del consumo del arte Pop.