Ni pa’ Uribe ni pa’ sus Santos

Mié, 27/03/2013 - 09:02
Todo indica que la fuerza y el poder que llevaron a Juan Manuel Santos a la presidencia serán los mismos que impedirán su reelección. La dinámica confrontacionista que ha adquirido la relación en
Todo indica que la fuerza y el poder que llevaron a Juan Manuel Santos a la presidencia serán los mismos que impedirán su reelección. La dinámica confrontacionista que ha adquirido la relación entre el expresidente Álvaro Uribe y el presidente Santos han llevado el escenario político a tales extremos de polarización que la consigna que parece inspirar a ambos bandos es la de ¨me lleva él o me lo llevo yo¨. Para Uribe, Santos resultó cuando menos un traidor y para Santos, Uribe se le convirtió en un poderoso perforador de su imagen y principal saboteador de sus propósitos de paz. En esas condiciones el mapa político ha empezado a trazar posibilidades para una tercería y por supuesto los ramilletes de candidatizables comienzan a agitar sus cotarros. El propio Santos ha dejado ver que tiene plan B, cuando le dijo expresamente a su ministro Germán Vargas Lleras que se preparara para buscar votos.  Lo que para muchos significa aliste maletas porque si Uribe va por el senado usted será la cabeza de lista para enfrentarlo, lleva también el implícito de las carreras de postas, si yo no alcanzo coja usted el testimonio. Y para colmo de males sería justamente un candidato que se parece más filosóficamente a Uribe que a Santos. Es más de derecha que el Presidente y su intolerancia y sus tendencias autoritarias sólo son superadas por las de su antiguo jefe. Este sería un candidato sui generis, con la bendición de Santos, con la oposición de Uribe pero con la agenda y el estilo de Uribe en lo social, en lo económico y aún en lo militar. Quizás por eso sea que no ha pronunciado una sola palabra alrededor del tema de la paz, que es la principal bandera reeleccionista de Santos. Pero son más los que piensan que en río revuelto y en pelea de burros el que gana es el tercero. Angelino, que ha mostrado cómo se renace de una enfermedad y cómo se recupera hasta de los propios errores en torno a ella, vuelve a tomar un puesto en la vigencia como tercero en esa discordia. A su favor tiene que nunca se ha mostrado antiuribista y por razones obvias tampoco se ha mostrado antisantista. Ha tratado de manejar un equilibrismo político en esas tensiones y no le ha salido para nada mal. Ha terminado incluso en ocasiones sacándole las castañas del fuego al propio Santos en varios conflictos en los que ha mediado, como el reciente con los cafeteros. Ese talante mediador y ese esfuerzo por la concertación, sumado a su popularidad, se convierten en una fortaleza cuando de tercerías se hable. Lo cierto es que Santos tiene hoy una profunda encrucijada en el alma. O piensa en la paz o piensa en la reelección. Cada vez que intente que la una le sirva a la otra correrá inevitablemente la suerte de que la una descarrile a la otra. A estas alturas sus esfuerzos por la búsqueda de solución al conflicto armado con las FARC lo colocan en el filo de una navaja en el que se juega una reelección cuya agenda la pueden terminar dictando los otros. Por un lado Uribe ya le ha marcado la agenda con sus trinos y sus permanentes descalificaciones en temas como San Andrés, la Ley de Víctimas y la impunidad que implica la ley marco para la paz. Uribe sabe erosionar el poder de Santos que por cierto manejo de ambigüedad ideológica ha quedado reducido a la fortaleza burocrática y, por ahora, a la fortaleza mediática. Uribe, además, hoy tiene claro que con la lógica boyacense de que no importa que mi papa no florezca si se pudre la del vecino, su apuesta no es a que gane la presidencia alguno de sus oscarivanes de medio peso, o su otro Santos (Pachito), sino a que no gane Juan Manuel Santos. Y ese sin querer queriendo es el terreno abonado para una tercería que para los efectos lo que menos importa es que sea uribista, con que no sea antiuribista es ya bastante triunfo para el expresidente. Y como siempre cuando no se es político con fundamento las cosas tienden a resolverse por las formas. A falta de contenido coherente buenas son las soluciones de imagen y de opinión pública. Santos aún no cree que el problema radica en que para hacer la paz se requiere una talla más que le permita comprender que lo que corresponde como gobierno para acabar con el conflicto armado es concentrarse en lo que los teóricos llaman la paz negativa, es decir en lograr que se silencien los fusiles. Se requiere más estatura conceptual para comprender que un slogan y sobre todo así de barato como el de agarrarse de sus iniciales para promover un plan de gobierno Justo, Moderno, Seguro, al que seguramente le faltará la C de coherencia, no es la solución a su baja de popularidad. Quizás deba aprender de Uribe que la contundencia da respeto y genera prestigio. Para eso se necesita un manejo férreo de los principios pero también elasticidad operativa. Solo con una estrategia democrática real, que es mucho pedir, y con un liderazgo conceptual, es posible que Santos se entere de que únicamente de la mano de la sociedad civil se podrá promover la paz positiva, que significa ocuparse desde una visión incluyente de los problemas sociales y las inequidades económicas que centenariamente han servido como mínimo de caldo de cultivo para los diferentes conflictos armados en Colombia. Pero como lo más probable es que Santos no la coja porque para eso se necesita estar untado de democracia participativa y no solo confiar en el póker, la asesoría de imagen y la maniobra politiquera; y como lo más seguro es que el taladro uribista termine por aprovechar las debilidades conceptuales del presidente, pues se abrirá automáticamente paso a la posibilidad de que un tercero entre a captar la atención de un electorado desconfiado en el tema de los acuerdos con la guerrilla y preocupado porque los resultados de la gestión de Santos se ven cada vez más embolatados. Pero pa’ que se acabe la vaina y como de tercerías hay que hablar, quizás el más aspectado como dirían los futurólogos es Sergio Fajardo. También ha sabido guardar distancia prudente frente a las hordas antiuribistas y con el mazo dando se ha distinguido de las percepciones y decisiones del presidente Santos.  Ha lanzado uno que otro dardo envuelto en alerta temprana y cree poco en el manejo que se le está dando al tema de la paz en La Habana. La grandeza de Fajardo debe ser capaz de superar el tema de los antioqueños, que bien manejado sería su principal fortaleza. Siendo optimistas se llegará al silencio de los fusiles con Santos pero siendo realistas se abriría el boquete de las deficiencias democráticas y las deudas sociales. Y ese sería el escenario perfecto para que Fajardo acepte las recomendaciones de León Valencia, Pedro Medellín, las juventudes verdes y otros tantos que ven a fajardo como el hombre del posconflicto. Eso sí, apoyado por los Verdes que están pidiendo la palabra y aún tiene mucho que decir. Fajardo debe entender que desde la perspectiva de la Ola verde su juego puede ser Ahora o nunca y que su decisión requiere de esa audacia galanista que decía: ¡Y LO QUE HA DE SER QUE SEA!
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