A riesgo de parecer descorazonado, hay que exigirle a la Policía que los saque definitivamente del sistema de transporte en Bogotá.
Ya no hay viaje sin venta informal. Parecemos en tránsito de la antigua troncal de la Caracas. Hace unos días, de la autopista norte con calle 134 a la calle 26 con avenida 68 conté cinco vendedores durante el recorrido, que dura más o menos 35 minutos. Todos ellos en general saludan cordialmente, pero al no recibir respuesta espetan un agravio.
Como inútil acto de protesta, particularmente jamás correspondo a ese saludo, así reciba luego una frase tipo “muchas gracias a los que sí saludaron por su buena educación”. La verdad, estos vendedores son extenuantes. Yo creo, modestamente, que uno paga un tiquete para ir cómodo, pero nosotros, para colmo, tenemos que soportar la demora en las frecuencias de los articulados, la agobiante multitud y conductores que cada vez frenan peor.
A veces, hay que reconocerlo, llama la atención el talento de estas personas que lamentablemente se tienen que ganar la vida en el infierno del rebusque. Por ejemplo, hay un grupo llanero que se sube al bus con arpa y todo y hace sonreír. Sus integrantes, como muchos otros, no se posan en el “acordeón” del TransMilenio por gusto, desde luego, pero el exceso para el pasajero llega con la venta de maní, chicle, caramelo; con la oferta de esferos; con los libros de yoga y las clases gratis; con la mendicidad; con los raperos, reguetoneros, baladistas y otros que ensordecen a todos con sus equipos de sonido y no dejan hablar por teléfono; y, obviamente, también contamos aquí los venezolanos y colombianos que exponen su adversidad a diario, quizás sin otro remedio.
Los vendedores ya se organizan en las estaciones para entrar a los buses, se reparten los “cupos”. ¿Ya habrá una mafia así como la de los que cuidan los parqueaderos en las calles? Son tantos los vendedores que antes de subirse al bus deben decidir quién vende en la parte delantera o trasera del vehículo. Por si fuera poco, cuando uno sale de las estaciones no puede caminar tranquilo por el puente peatonal, también cundido de vendedores informales.
Esto es cierto: antes se subía una que otra persona a pedir ayuda en TransMilenio, pero ahora son centenas. Y si estas líneas pueden parecer descorazonadas, lo cierto es que esas ventas son ilegales. Punto. Como bogotano reclamo el derecho a contar un sistema de transporte masivo decente. Ya que no hay metro, no perdamos lo bueno de Transmilenio, que cada vez parece ser menos, señor Alcalde. De paso, un mensaje a los señores y señoras de la Policía: dejen de chatear y hablar paja en las estaciones mientras otros tantos también viven de TransMilenio, pero no pidiendo sino robando.
En Twitter: @javieraborda
¡No más vendedores en TransMilenio, por favor!
Jue, 09/08/2018 - 06:47
A riesgo de parecer descorazonado, hay que exigirle a la Policía que los saque definitivamente del sistema de transporte en Bogotá.
Ya no hay viaje sin venta informal. Parecemos en trán
Ya no hay viaje sin venta informal. Parecemos en trán