Las cuchibarbies somos muchas. Mujeres que después de los cuarenta conservan -y hasta aumentan- sus atributos con los años. Mujeres que todavía nos ponemos minifalda, tenemos el pelo largo, escotadas, nos encanta ponernos botas y siempre estamos al acecho. Algunas son casadas, muchas divorciadas y hay un puñado de viudas como yo.
En Colombia hay dos generaciones de cuchibarbies: las pioneras y nosotras, las de la segunda generación, cuarentonas y cincuentonas que nos volvemos más sabrosas mientras más añejas, como el vino. O que como el veneno, venimos en empaques pequeños.
Las pioneras son en su mayoría casadas, una generación anterior a la nuestra. Tienen más de 60 años y a veces el espectáculo es triste o, más bien, sacado del video Thriller de Michael Jackson. Entre otras, Michael era un ejemplar perfecto de la cuchibarbie de la pasada generación: piel de pergamino estirada, labios rojos, nariz puntiaguda, cabello teñido. Cirugías estéticas todas hemos tenido. Pero hay unas que se han pasado de la raya. Como aquellas que tienen la piel templada pero al llegar a las orejas se deshace en un manojo de arrugas, ojos achinados de tanto estirarlos, cuello de pavo y manos venosas y pecosas.
Las veteranas, como Michael Jackson, tienen la tez delgada y cubierta de un polvo translúcido. Los ojos supermaquillados tipo Cristina Kirchner. La boca delineada, pintalabios oscuro, mejillas templadas hacia arriba, donde los cachetes se han desplazado hasta los pómulos que son abultados y tiesos por efecto del bótox. La piel cubierta por capas de base y polvos que las hace parecer como fantasmas en las fotos y no hay photoshop que las arregle.
Las pioneras son mujeres como doña Olga Duque de Ospina la de las frisoladas, María Ignacia Barona, María Paulina Espinosa (Pum Pum), Lulú Bernal, Marujita Iragorri, Lily Scarpetta, Marta Isabel Espinosa de Lara y Esther Ventura de Rendón. Había una dama que aparecía más que Jean Claude en las sociales de Semana y no la he vuelto a ver: Doña Beatriz Cantillo de Linares ¿Qué te hiciste Beatriz? Entre otras, una señal de que los años pasan es que uno ya no reconoce a nadie en las Sociales de Semana con excepción de Carlos Mattos y el inefable Bessudo.
La segunda generación de cuchibarbies, a la que pertenezco, tiene un subgrupo, que es el de aquellas que no son ninguna belleza (perdón, no me odien) pero se creen divinas. Por lo general son rubias y piernilargas. Ingrid, tu perteneces a esta categoría -entre otras Ingrid se parece a Andrea Echeverri, pobre Andrea. Si Claudia De Francisco y Paris Hilton no se creyeran divinas y actuaran en consecuencia, todo el mundo pensaría que son feas.
Finalmente llegamos a mi categoría, las común y corrientes, que ni somos ni nos creemos divinas, pero explotamos uno que otro atributo. Ejemplares sobresalientes Luz Marina Zapata, pareja de nuestro Ministro del Interior y Alejandra “Tana” Valencia, hija de Marujita. Les tengo envidia. Con los años y la comida gringa me he engordado alguito. Tal vez esa es una de las razones por las que no quiero volver a Colombia, que pena que me vean tan gorda. Pero con los kilos se me han desarrollado los atributos superiores. Amiga, ponte un escote y verás como TODOS los hombres se te arriman y mientras tú les hablas mirándolos a los ojos, a ellos se les va la mirada al escote. No lo pueden evitar, pobrecitos. Un escote es suficiente para garantizar tinieblo.
Las cuchibarbies locales, al contrario de las “cougars” gringas, no estamos interesadas en los sardinos. Una cougar (traducción: pantera) es una cuchibarbie que se especializa en jovencitos, tipo Samantha en Sex and the City. No, lo que nosotras queremos es tener un grupo de amigas para reunirnos a rajar de todo el mundo. Si resulta un tinieblo o un semi internado, bien.. Es bueno para la autoestima.
Qué pereza hacer mercado y organizar comida decente todos los días. Qué pereza compartir el baño. Qué pereza ver fútbol. Qué pereza no tener control sobre el remoto de la TV. Qué pereza dormir todos los días con el mismo tipo en la misma cama.
Qué rico comer solo yogur con frutas o pan con queso. Si se trata de mantener el calor en las frías noches bogotanas, prefiero a mi gata que no habla, no huele, no prende la TV a medianoche y me quiere incondicionalmente. Y si se trata de aquellos placeres que ya sabemos, basta con ir a www.babeland.com ¡Qué variedad!