Nueva película de epidemia

Mié, 21/09/2011 - 00:01
No nos contagiemos de falsos miedos y esperanzas
En las próximas semanas se estrenará otra película de epidemia, Co

No nos contagiemos de falsos miedos y esperanzas

En las próximas semanas se estrenará otra película de epidemia, Contagion, con un buen director, actores serios y expertos consultores médicos. La actriz principal es la Paltrow por lo tanto yo, buena o mala, voy a verla cuando la pasen. Aunque sin dañarles el final parece que Gwyneth muere rápidamente y quizás no me gaste esos pesitos.

Como no he visto personalmente el film reacciono aquí a la crítica, buena y mala, adelantada por comentaristas científicos. No se trata de expresar un me gustó o no como en conversación alrededor de la mesa sino considerar la difícil combinación de la medicina con el cine y la televisión.

Las crónicas de epidemias son antiguas. Uno de los más viejos reportes es el de aquella ocurrida durante el reinado de Akhenaten, esposo de Nefertiti y padre de Tutankhamen, unos 1.300 antes de Cristo. Probablemente fue influenza y se extendió de Egipto a todo el Medio Oriente. Akhenaten fue un faraón revolucionariamente monoteísta pero la gran mortalidad de la pandemia debilitó la fe del pueblo en la nueva propuesta de un dios único, Aten. Su ciudad Amarna fue abandonada hasta la posterior excavación arqueológica en el siglo XIX. Si yo fuera productor de Hollywood reconocería en esta vieja historia una película por hacer.

Nadie tampoco ha intentado hacer un film sobre la pandemia de influenza de 1918, la mayor en la historia de la humanidad. En ella se infectaron una de cada cuatro personas en el mundo y murieron por lo menos 50 millones, el tres por ciento de la humanidad. Evidentemente es imposible un buen final en esta última historia.

Lo que nos trae a los dos problemas más serios en la cinematografía de epidemias: los buenos finales y el miedo. El cine norteamericano nos ha irremediablemente acostumbrado al final bueno con lágrimas, risas y satisfacción aunque se nos haya acabado el popcorn. En medicina es imposible que todo tenga un buen final.

Contagion que estará en nuestras pantallas dentro de poco, acaba bien. La causa infecciosa, un paramyxovirus, está bien escogida en la película, bien narrado su descubrimiento por filogenia (tipos virales y relaciones evolutivas) y la vacuna, encontrada en un improbable tiempo récord, produce la salvación de la humanidad. La película tuvo buenos asesores médicos pero no se podía esperar de Hollywood otro final.

Hace poco discutíamos con los estudiantes en nuestra clase de Medicina Narrativa en la Universidad Javeriana-Cali si es posible narrar fracasos médicos en literatura, televisión y cine. Sí es posible, mas la sociedad y el mercado esperan otra cosa. Años atrás se contabilizaron en un popular programa norteamericano los intentos de reanimación cardíaca (apártese todo el mundo, tantos voltios y ¡paf! el paciente abre los ojos) encontrando que en televisión se recupera el enfermo muchas más veces que en la vida real.

La sociedad siempre espera un buen final en sus ficciones médicas. La tragedia nunca fue un buen producto para el mercado teatral y por eso se inventó el melodrama: de melos, música, o sea drama con orquesta y canciones. El colmo fue un episodio en la séptima temporada de Grey´s Anatomy hecho, y bien hecho, al estilo de Broadway.

Pero cuidado con esperar en todas nuestras historias médicas reales un buen final. El efecto placebo y el pensamiento positivo tienen duros límites biológicos y la falsa esperanza es pocas veces terapéutica. Además hay muchos gurús y pseudomédicos en el mercado de ilusiones.

Al contrario de los melodramas científicos la ciencia está construida filosófica e históricamente sobre fracasos. Pero el miedo es mal consejero. Las películas de epidemias pueden crear un miedo exagerado a las enfermedades con reacciones personales y sociales innecesarias y peligrosas.

Ciertamente Contagion no es un proyecto de salud pública. Es simple diversión. Pero el papel y efectividad del miedo en la medicina preventiva es discutible. Cuando hace 30 años se inició la epidemia de VIH-Sida hubo innumerables programas de televisión y algunos films que incitaron una atmósfera de miedo social que llevó a reacciones de discriminación e intolerancia.

Al mismo tiempo el miedo a la enfermedad consigue que algunas personas hagan cambios preventivos permanentes en su estilo de vida. En el caso de VIH-Sida se encontró que esto ocurría más frecuentemente cuando uno se reconocía miembro, por relaciones sociales, del grupo en peligro. Si una persona era víctima de la infección sus amigos cercanos iniciaban cambios serios en su conducta sexual.

Una película o programa de televisión que estimule esperanzas falsas o miedos no justificados por más divertida que sea no es medicina preventiva. Tendrá un pequeño efecto beneficioso si nos recuerda que somos parte de una humanidad biológicamente frágil. Es cuestión de equilibrio pero usualmente hay poca moderación y mucha exageración cuando se mezclan medicina, televisión y cine.

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