En este país donde los puentes se caen, no sabemos hacer túneles, no hablamos inglés y todo lo volvemos chiste, ahora resulta que no sabemos contar. El costosísimo censo (410 mil millones de pesos fue su presupuesto), que tardó meses en realizarse y que requirió el concurso de miles de personas resultó ser un fiasco. El desfase fue del 9 por ciento, el más alto registrado en un ejercicio estadístico de esta naturaleza, lo que implica que en lugar de ser 50 millones de personas como todos lo anticipaban sino algo más de 45,5 millones.
Algunos dirán que es una buena noticia pues somos menos lo que quiere decir que repartimos la producción entre un número más pequeño lo que aumenta nuestro ingreso per cápita como por arte de magia. Menos población significa menos pobres y menos necesidades. Hay que construir menos colegios, universidades, viviendas, hospitales, aeropuertos y vías. Si además nos estamos haciendo más viejos y nuestros hogares más pequeños, nos parecemos más a las naciones desarrolladas. Menos colombianos quiere decir menos impacto sobre el medio ambiente y nuestros recursos naturales.
Pero el problema es lo que refleja el descuadre de la cifras. Durante años, desde el último censo en el 2005, hemos trabajado con cifras y proyecciones erradas. Para muchos esto no es preocupante, pero se equivocan. Es de suma gravedad cuando las estadísticas no son confiables y sobretodo las que reflejan al conjunto de la nacionalidad. Una serie estadística mensual puede no reflejar la realidad. Pero el censo es la más importante recolección de datos para un país. Si esto falla, la validez de todos las demás cifras quedan en vilo.
El DANE intenta, sin convencer, explicar un resultado que nadie esperaba. Creo que saben que es un papelón pero no quieren aceptar públicamente que los resultados no son confiables. De hacerlo vendrían consecuencias legales y fiscales enormes para la entidad y sus anteriores directores. Pero sobretodo el costo de credibilidad sería enorme pues las demás series quedarían también en entredicho.
En el fondo lo más grave de este incidente es que a nadie le importa. No se manifiestan los estadígrafos, ni los economistas, ni los planificadores ni mucho menos los responsables de las políticas públicas. A nadie le preocupa que el GPS de nuestra sociedad estaba descalibrado en un porcentaje muy significativo.
Estamos finalmente en un país donde se caen los puentes y los túneles no ven la luz al final. ¿Qué importa que no sepamos cuántos somos?
Papelón
Mar, 13/11/2018 - 13:27
En este país donde los puentes se caen, no sabemos hacer túneles, no hablamos inglés y todo lo volvemos chiste, ahora resulta que no sabemos contar. El costosísimo censo (410 mil millones de pesos