En su editorial, el diario liberal El Espectador dijo, hace un tiempo, que en el diario conservador El Siglo “está resultando cada vez más frecuente hallar comentarios, artículos y hasta informaciones cuya clarísima intención oposicionista se mezcla, sin el menor reato, con una interpretación parcial o acomodaticia de los hechos ... para dar luego pie a furiosas andanadas antigobiernistas”.
La observación, que parece de hoy y aplicable a varios medios, entre ellos El Espectador, fue formulada hace más de sesenta años, el 24 de abril de 1967 –cuando Carlos Lleras Restrepo era el presidente de Colombia–, y tenía como tema de fondo la práctica de un periodismo visceral en el país, herencia de nuestro siglo diecinueve y que lleva a sus cultores a ejercer emocionalmente las tareas periodísticas, es decir, con prevalencia de las pasiones, sin importar los efectos en la convivencia pública y el conocimiento de la verdad.
El tema, sin embargo, no es, como puede creerse, exclusivo de periodistas y medios colombianos. En mi archivo figura el caso protagonizado, en mayo de 2013 –hace menos de seis años– por un reportero del diario alemán Bild Zeitung, el de mayor circulación en Europa, que acompañó al presidente de Alemania, Joachim Gauck, en su visita oficial a Colombia. En la crónica, el periodista informó que "cientos de militares colombianos" custodiaban las calles y hacían las veces de guardaespaldas del dignatario germano porque, en su opinión, Bogotá era “el paraíso de la criminalidad a nivel mundial”. Si eso no es una “interpretación acomodaticia de los hechos”, entonces…
Como periodista, tengo claro que una de las funciones centrales del periodismo consiste, grosso modo, en contribuir al conocimiento de la realidad de las sociedades y de su significado para quienes las conforman. Para ello, el periodista estará en modo informador o en modo opinador, o en ambos, escenario, este último, que suele tener altos costos para los periodistas y los medios.
Todo viene a cuento de la campaña que ha habido en las redes sociales contra la La W, de Caracol Radio, inspirada, en concepto de muchos de sus usuarios, en la forma visceral como algunos de sus periodistas hacen un uso simultáneo de la información y la pasión, sobre todo si los personajes o los hechos expuestos en La W se relacionan con el gobierno Duque, el Centro Democrático, el expresidente Uribe o el uribismo en general, estrategia considerada aberrante por una parte relevante de los oyentes.
¿Apuntamos a que los periodistas no pueden tener pasiones ni estar, en el ejercicio de su trabajo, a favor o en contra de algo o alguien? Claro que pueden tenerlas y estarlo. Es el mismo derecho de los demás a cuestionarlos y abandonarlos, pues el odio, el desafecto, el rencor personal condicionan el papel del periodista en su labor, y penetran, polinizan, polarizan la opinión en quienes piensan o sienten igual o lo contrario.
¿Cómo diferenciar a un periodista racional de uno visceral? Veamos unas cuantas pistas: el periodista racional, por ejemplo, cuestiona siempre el nombramiento en puestos públicos de familiares de quienes están en el gobierno; el visceral, solo cuando desprecia a quien los nombra o a los elegidos. El racional critica siempre la designación de funcionarios no idóneos para un cargo, sean quienes sean; el visceral, solo cuando antipatiza con los nombrados o con quien los escoge. El racional fustiga siempre la improvisación del gobernante en el ejercicio del cargo; el visceral, solo cuando siente desafecto por el gobernante. El racional respeta siempre los derechos de la persona con quien dialoga; el visceral, solo si la persona es de su simpatía o cuerda.
Podemos hallar otras diferencias entre lo racional y lo visceral en la forma en que los periodistas introducen el tema o el personaje, preguntan, contrapreguntan, replican, comentan, discuten, etc. Quedan pendientes.
Durante una presentación en el Covent Garden de Londres, Sir Thomas Beecham, célebre director de orquesta inglés, quería un mayor realismo en la escena de los contrabandistas de la ópera “Carmen” y entró un caballo al escenario. En medio del espectáculo, el cuadrúpedo hizo el suyo y dejó el tablado poblado de cagajón. ¿Cómo reaccionó Beecham? Impasible, se volteó y dijo al público: “¡Vaya!, parece un crítico musical…”.
En ocasiones, es el personaje o el hecho el que deposita el cagajón, en otras es el periodista. Por eso hay experiencias de los oyentes, televidentes, lectores, etc., con periodistas viscerales que les dejan un mal olor y un mal sabor, y, como el pan ha de ser partido, comienzan campañas contra sus modos, sus medios y sus mañas.
INFLEXIÓN. Una cosa es la pasión del periodista ante un personaje o hecho, y otra la manera de tratarlos ante sus públicos. Si no tiene clara la cosa, que no lo sorprendan las cosas.
¿Periodistas racionales? No. Viscerales
Sáb, 02/02/2019 - 01:55
En su editorial, el diario liberal El Espectador dijo, hace un tiempo, que en el diario conservador El Siglo “está resultando cada vez más frecuente hallar comentarios, artículos y hasta informac