Protestas sí, vandalismo no

Vie, 06/12/2019 - 05:28
Los movimientos sociales tienen una muy larga historia, pero su tratamiento específico como actores políticos, sociales y culturales es relativamente reciente. Su esp
Los movimientos sociales tienen una muy larga historia, pero su tratamiento específico como actores políticos, sociales y culturales es relativamente reciente. Su específico estudio respecto de los partidos, grupos de interés u Organizaciones No Gubernamentales, ha sido objeto de controversia, porque si bien puede tener fines políticos buscando cambios en los procesos electorales, no es una constante. Posiblemente, fue la organización y la lucha de los movimientos sociales que se agruparon entorno a la Revolución Francesa movimientos sociales, quienes contribuyeron a establecer un nuevo concepto; donde prevalecieron los derechos más amplios para ayudar a superar el pensamiento individual de los mismos, e integrar el tema a un propósito colectivo como fundamento de los contratos sociales: salud, educación, servicios públicos y seguridad. La movilización ciudadana contra el Gobierno del Presidente Duque, de la magnitud que se ha venido presentando desde el 21 de noviembre, es una muestra del aporte de los movimientos sociales constituidos como sujetos colectivos y como sujetos de derechos humanos, que en algunos casos buscan reivindicar derechos sociales. Se va a cumplir con esta, una tercera semana de paros y marchas. El escenario, visto desde la órbita internacional es muy complejo, porque no solo es el resultado de múltiples insatisfacciones sociales, sino que es la consecuencia, que se ha vivido en muchas otras partes del mundo, de cambios sociológicos, tecnológicos, ambientales que se expresan en el ámbito político y económico. Y estas explosiones sociales detonan por las más variopintas causas: En España por las condenas a los líderes del independentismo catalán, en Chile por el precio del tiquete del metro en Santiago, el proyecto de extradición a China en Hong Kong, los impuestos a las redes sociales en el Líbano, la eliminación al subsidio en el combustible en Ecuador y en Colombia por el famoso paquete de reformas que se han venido ventilado del Gobierno Duque. Ahora bien, estos cambios sociológicos, tecnológicos y ambientales se convierten en el caldo de cultivo que representa a los millennials o centennials que son el 80% de los miles que han venido participando en las protestas; estos jóvenes cuestionan la autoridad desde el primer día, la de los padres, la de los maestros. No aceptan reglas impuestas con el argumento del libre albedrío contra el autoritarismo y que además han venido formándose en un ambiente académico que favorece la teoría de la Revolución Cultural de Gramsci. Irónicamente, Duque el presidente más joven de la historia de Colombia, no ha podido interpretar este clamor de la juventud nacional. Un buen ejemplo de estos nuevos paradigmas, es que los jóvenes son conscientes del cambio climático, son protectores de la vida, por lo que tratar de explicarles porque se justificaría bombardear y ni qué decir si en el bombardeo mueren niños “Así hagan parte de estructuras criminales”. Tampoco les parece razonable que alguien desde un avión lance glifosato “Así sea para combatir los cultivos ilícitos” sobre personas y cultivos que afecten de forma generalizada el bienestar del campo y el campesino. El Gobierno Nacional, estableció la mesa nacional de dialogo, sobre los temas que suscitan la protesta: reforma laboral, pensiones, desempleo, corrupción, nuevas oportunidades para los jóvenes, educación, reforma de la salud, proceso de paz, comunidades indígenas y afrocolombianas, entre otros. Todas estas demandas tienen un denominador común: inversión social contra déficit fiscal. Y, paradójicamente, el paro está contribuyendo a que la economía en su conjunto tenga un peor desempeño, genere menores oportunidades de empleo y comprometa la actividad comercial de fin de año. Se calcula en más de 100.000 millones de pesos el costo diario del paro.  Es igual importante, para cualquier Estado de Derecho garantizar el equilibrio entre la defensa de la integridad de la vida, la seguridad de las personas y el derecho a la protesta. Un equilibrio, muy inestable, que en muchos países ha llevado a grandes pérdidas en vidas y a la violación de derechos. Por esto, debemos arropar y exaltar la labor de la Fuerza Pública, Ejército y Policía, y la manera como han conseguido mantener el orden y devolver la tranquilidad a los sectores que sintieron con angustia haberla perdido. 
Debemos lamentar cualquier muerte, como la de Dilan, pero también debemos rechazar las heridas causadas a más de 300 agentes del orden y tal vez en este proceso, también debemos realizar una minuciosa revisión a los procedimientos y a los protocolos en el espacio público, con el fin de permear los actos vandálicos de los manifestantes pacíficos.
Debe ser premura del Gobierno escuchar, con el ánimo de concertar, no solo a aquellos que protestan, sino a otros sectores “transporte, agro, comercio, etc.” e inclusive a las mismas regiones olvidadas por un gobierno centralista, trabajar en las inaplazables reformas pensional, laboral y de la salud, al igual que defenderse del fuego amigo y enemigo que son muy responsables también de estas jornadas de paro. En consecuencia, llegó el momento de defender la institucionalidad y que las protestas se trasladen al escenario de los diálogos, que se pueda llegar a consensos en torno a unas priorizadas demandas de estos grupos, las cuales deberán atenderse con los recursos y en los tiempos que sean posibles y cumplibles, con compromisos realistas y que no generen un ambiente de frustración que desemboque en un nuevo escenario de protestas aún más fuertes. Bienvenidas las protestas sociales que reivindiquen derechos de los ciudadanos, pero claro, en el marco del orden, el respeto a quienes no comparten estas formas de protestas. Es claro, que estas manifestaciones sociales, son infiltradas por grupos anarquistas y buscan sacar provecho político. Es ahí donde el Gobierno de Duque debe actuar con contundencia.
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