Piedad Córdoba es un enigma para mí. Sus posiciones le han ganado la animadversión de la gran mayoría de las gentes de Colombia. Cada vez que abre la boca parece que nos estuviera convocando a lapidarla, como si quisiera jugar el papel de Nazareno. En las escasísimas veces que ha logrado aprobación para sus actos, cuando se le ha reconocido algún mérito por haber ayudado a alguien a recuperar la libertad, dice algo en seguida que logra disolver esta aprobación y regresar a la opinión pública la sensación de jartera, el deseo de que se vaya del país y nos deje en paz.
¿Cómo lo logra? Pues su fórmula es simple, siempre dice lo contrario de lo que la mayoría de la gente quiere, es como si tuviera frente a ella el resultado de las encuestas de opinión y escogiera el tema que va en contravía de todo el mundo para sentar una posición divergente.
Pero ¿para qué? ¿Qué busca con hacerse odiar? ¿Será que así consolida su candidatura al Nobel de Paz? ¿Estará forjando un nicho de opinión entre algunas ONG? ¿Será que entre más odio reúna en Colombia, más apoyo consigue en otras latitudes? Es un enigma. Pocas personas resisten tanta oposición y se mantienen incólumes. Ni siquiera Ingrid Betancourt, otra campeona en recoger odios, soportó seguir en Colombia y tener que enfrentar una opinión pública adversa.
Pero Piedad Córdoba, no. Ella sigue provocándonos sin inmutarse. Se coloca un nuevo turbante, se hace una nueva cirugía, se pinta y adorna cada vez más y sale de nuevo a ejercer su papel de provocadora pública.
Ahora ha resuelto poner en duda que hayan sido las Farc las asesinas de los cuatro militares. Ha insinuado la posibilidad de que el crimen lo haya cometido el Gobierno y ha pedido una comisión internacional para que investigue los hechos.
¡Ay, Piedad! Otra salida en falso, otra situación inverosímil para contradecir a todo el mundo, aún las versiones de las propias Farc, el testimonio de la guerrillera capturada y del único rehén que salió con vida de tan horrendo hecho. No me interesa aquí criticar lo dicho por la exsenadora. De eso ya se están encargando otras personas y de seguro habrá en las marchas convocadas para hoy, un rechazo generalizado a sus palabras. Lo que si intento dilucidar es cuál es la agenda oculta que ella maneja. A dónde quiere llegar con esa terquedad, repitiendo como mantra el mismo discurso: que a las Farc hay que perdonarles todo y al Gobierno criticarle todo.
No ha sido la primera y, por desgracia, no será la última vez que las guerrillas colombianas asesinen a sus rehenes en situación de indefensión. Esta es una práctica común. Ya hemos llorado a tantas personas infamemente masacradas, que lo increíble es que no se condene esta maldita práctica con más severidad. Basta con recordar, entre muchos otros casos, a los esposos Bickenbach, a Gloria Lara, a Pardo Buelvas, a Guillermo Gaviria, a Gilberto Echeverri, a los militares que estaban con ellos, a los once diputados del Valle, todos asesinados a sangre fría por sus captores. Y ni hablar de cientos de guerrilleros ajusticiados por sus propios compañeros o la población civil caída en sus salvajes incursiones contra pueblos y veredas. A las guerrillas no les importa la vida de la gente. Por encima del respeto a la dignidad y a la integridad de un ser humano, están sus obsesivas “convicciones políticas”. Si hay que matar rehenes o civiles, son daños colaterales de la guerra, hechos sin importancia, datos adjetivos, porque lo sustantivo es el poder, no las personas.
En el análisis de Piedad Córdoba estas consideraciones no encajan, parece que la movieran otros intereses, objetivos que no logramos comprender, metas indescifrables por eso me pregunto: ¿Qué será lo que ella quiere?
Primer añito y ya camina.
Gracias a Maria Elvira Bonilla por permitirme hacer parte del proyecto Kien&Ke, un trabajo de información pionero en muchos sentidos, donde lo serio y lo frívolo se fusionan logrando un interesante equilibrio, con una fórmula de comunicación muy singular, que en tan solo doce meses se ha ganado un espacio de respeto y lectorabilidad.
Felicitaciones a las directivas de K&K y a todo el equipo de trabajo y colaboradores. Que este medio permanezca entre nosotros muchos años. Que estos primeros pasitos se conviertan en una larga marcha periodística.