¿Reelección o tercería? Averíguelo Vargas

Jue, 23/05/2013 - 10:00
La cada vez más aguda confrontación entre el presidente Juan Manuel Santos y su antecesor el expresidente Álvaro Uribe tiene como arena central y donde se anuncia la faena a muerte, a las próximas
La cada vez más aguda confrontación entre el presidente Juan Manuel Santos y su antecesor el expresidente Álvaro Uribe tiene como arena central y donde se anuncia la faena a muerte, a las próximas elecciones presidenciales. A que me reelijo y a que no te dejo reelegir sería la traducción en el juego del gato ladrón. Esa polarización que pasa por las concepciones sobre la guerra y la paz, sobre los nuevos mejores amigos y sobre la democracia santafereña versus el autoritarismo montañero, que amenaza con llevarse por delante la agenda democrática, la inclusión social y la equidad y que abarca hasta la guerra fría de todos los santos, terminará por obligar a los colombianos a buscar la tercera vía. Santos para reelegirse necesita que los astros se alineen como cuando salió presidente. ¿Un Uribe que no podía repetir porque las altas cortes lo frenaron, un ¿Uribito? caído en desgracia, un Antanas desdibujado, una maquinaria derechista aceitada y unida, así como un buen juego de poker que permitiera hacer pasar a Santos como el continuador y legítimo heredero de la política de los tres huevitos. Esta vez requeriría que se firme el cese al fuego, que Santos acierte nombrando el nuevo gabinete -el del camino de la paz con la sociedad civil-, y que Uribe se equivoque al escogerle su contendor. A más de que no se maneje mal el tema de la impunidad necesaria y los desequilibrios con la justicia para los militares. ¡Ah!, y aparte, que los terceristas sigan a la saga como lo han venido haciendo hasta hoy. Es decir, un Fajardo que no comprendió que la coyuntura implicaba grandeza y siendo el mejor aspectado, como dirían los astrólogos, no se atrevió a dar el paso de pedirle a sus paisanos de patria chica que sacrificaran el momento porque la patria grande lo demandaba. Eso suponiendo que cree en los verdes, que sabría aceptar las diferencias en medio del reconocimiento a sus pares en su partido y que superaría ese fatídico tema de los egos que desafortunadamente afecta las opciones democráticas, progresistas, éticas y renovadoras de la izquierda y la centroizquierda. Completa el escenario un partido verde que se debate entre el umbral, la unidad nacional y sus posibilidades futuras. Unos dirigentes que no han podido avanzar en criterios de unidad para que ese partido espuma que surgió de un sueño tercerista y de un espíritu renovador de la política deje de ser el frente unido de las oposiciones a todo para convertirse en un partido con identidades claras, reglas claras, directivos claros, políticas de alianzas claras y concejales claros, o por lo menos verdes claritos en lo que respecta a la ética pública. Un partido Verde que no se ha enterado de la oportunidad histórica que le enrostra la coyuntura pero que sus propios demonios no le dejan ver. Sumémosle a esto una izquierda refugiada en el progresismo capitalino que no ha sabido bajarse del pedestal vanguardista porque lo confunde con bajar un escaño en la carrera presidencial para el 2018 en cabeza de Gustavo Petro, la cual resta más que sumar con sus políticas de radicalismo populista y de irresponsabilidad con el desarrollo sostenible, que golpea a la clase media más que a los ricos en su loca carrera por parecer el gobernante de los pobres y cuya gestión administrativa parece concentrarse en sacar 5 en conducta así se raje en matemáticas, geografía, historia y ciencias naturales. Sin mencionar que le importa un comino la urbanidad y la cívica, en el lenguaje de su generación, claro.  Y para completar el escenario, unos demócratas liberales que no se han podido acomodar al gavirismo de su partido y que piden la palabra tímidamente, ya con proyectos de región como Eduardo Verano de la Rosa, o con esperanzas de democracia interna en su gran partido que hace rato dejó de serlo como Cecilia López, o con ilusiones en el reencauche y la capacidad de maniobra samperista como José Antonio Ocampo, que no logran pedirse la palabra entre sí para que se escuchen y consigan por lo menos una foto sinérgica como la que lograron Noemí Sanín, Carlos Lleras de la Fuente, Navarro y Mockus en su momento, o la de los tres o cuatro tenores exalcaldes en su otro momento. De remate, un Antonio Navarro que no se sabe si es la carta coyuntural de Petro o si es su propia carta; si él se fue o Petro se quedó, si cree que le llegó el turno porque se firmará el cese al fuego y algo se ha preparado para el postconflicto o porque comprende lo que no se les percibe a los negociadores del gobierno: que la paz social es la única garante de lo que se firme en la Habana; o si está dispuesto a encabezar una tercería lo suficientemente democrática e incluyente como para que no sea el trampolín del petrismo, que reconozca al Partido Verde como una salida más allá de lo electoral a pesar de sus defectos y que considere su deber convocar y seducir a esos sectores demócratas liberales que aún creen que la reforma y la paz son liberales. Porque si los terceristas no se ponen las pilas les va a saltar la liebre. Y no por donde menos esperan; justamente por donde todos intuyen. Ya son varias las voces que dicen que el exministro Germán Vargas Lleras le aplicaría a Santos lo que Santos le hizo a Uribe. O sea que lo ven como traidor como los uribistas ven a Santos. Pero lo que pasa es que no se necesita ni siquiera traición. El mismo Santos lo incluye entre sus planes, como A y como B. Y según lo muestren los indicadores, Vargas Lleras ni corto ni perezoso iría a desestimar un papayazo como el de ser Presidente por arte de birlibirloque. Los terceristas demócratas están dormidos y Vargas está muy despierto y si el palo está para tercerías quién dijo miedo. Porque no es de extrañarse que en una coyuntura en la que el proceso de paz patine por alguna circunstancia, la autoestima de Santos se disminuya cuando las encuestas marquen menos de 40, el uribismo se envalentone por algún acto de arrogancia de las FARC y reclame mano dura, pues los astros le estarían abonando el terreno a Vargas Lleras. Puede ser mano fuerte, no está muy comprometido con los diálogos, luego puede hablar con distancia y en sus concepciones sobre la guerra y la paz, al final de cuentas tranquilizaría más a los uribistas. (Aunque siendo optimistas todavía tiene chance de salirle al paso un frente unido virtuoso por la paz que trataremos después).  Entonces los tres huevitos, blancos son, fritos se comen y la gallinita guerrera los estaría calentando... Justo lo que se necesita para hacer un cambio radical frente al proceso de La Habana, para que aparezca la voz fuerte y enérgica que algunos reclaman en materia de justicia transicional y reconocimiento a las otras víctimas, a lo que se le sumaría el buen trabajo mediático que le ha ayudado a hacer el gobierno a su ministro estrella. En esas condiciones los terceristas demócratas no tendrán más remedio que tragarse el sapo de su propia incapacidad y reconocer que nuevamente sus celos intestinos, sus egos prematuros y su extraña vocación para no saber trabajar en equipo, les harán cantar nuevamente como el filósofo del futbol, perder otra vez es ganar un poco otra vez. La tercera vía la habrán llenaron los mismos con las mismas y Colombia 0 pollitos.
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