Resistencia Civil

Mar, 10/05/2016 - 10:00
Jhon F. Kennedy siempre predicó que se pueden ganar elecciones con el 50 por ciento de los votos, pero no se puede gobernar con el 50 por ciento de los votos. Su visión denota el llamado a que los g
Jhon F. Kennedy siempre predicó que se pueden ganar elecciones con el 50 por ciento de los votos, pero no se puede gobernar con el 50 por ciento de los votos. Su visión denota el llamado a que los gobernantes representen a toda la población y no traten de imponer su voluntad sobre la mayoría, mucho más cuando se trata de temas cuya sostenibilidad depende de grandes consensos colectivos. Por esa misma advertencia de Kennedy, los políticos no pueden pretender que sus decisiones justifiquen que una minoría oprima los principios y derechos colectivos. Estas concepciones fueron propias del Apartheid en Suráfrica, la segregación en los EE.UU. e inclusive la dominancia colonialista en muchos países del mundo. Cuando estas situaciones ocurren han surgido vigorosas manifestaciones de resistencia civil. La resistencia civil opera como una expresión democrática. No es violenta, por el contrario es política, inteligente, pedagógica y busca movilizar mentes y corazones en una causa común para proteger principios y derechos. Ejemplos como el de Ghandi, Luther King, los jóvenes que ganaron el Plebiscito para decidir si Pinochet seguía o no en el poder, la batalla por las libertades de Leopoldo López, Alekséi. Navalny denunciando los abusos en Rusia, nos muestran que ante la violación flagrante de principios no existe una causa más legítima que la movilización colectiva en búsqueda de hacer sentir la voz del pueblo. ¿Existen hoy justificaciones para una resistencia civil en Colombia? Definitivamente sí. El gobierno respaldado por un país político quiere imponer un acuerdo con las Farc que atenta contra el sentimiento y querer de la mayoría de ciudadanos. Los acuerdos con las Farc no tienen castigos carcelarios para criminales de lesa humanidad, en contravía de los lineamientos que ratificó Colombia cuando adhirió a la Corte Penal Internacional. También se abren puertas de participación política a criminales atroces en oposición a lo que hoy dice nuestra Constitución. Preocupa también que no existen compromisos claros para que las Farc entreguen su dinero mal habido a la reparación de víctimas y los militares y empresarios serán igualados a los bandoleros dentro de la Justicia Especial para la Paz. El gobierno quiere imponer su voluntad con menos del 20 por ciento de aceptación, en un país donde más del 70 por ciento quiere la paz pero con cárcel y sin participación política para los criminales que tantos oprobios han causado. Dentro de la estrategia está cambiar los umbrales o elevar a la categoría de tratado internacional los acuerdos con las Farc. La resistencia civil debe ser entonces inspirada en la pedagogía para mostrar que la paz del gobierno es una claudicación ostensible ante las presiones del terrorismo y el narcotráfico y el triunfo de los violentos sobre la sociedad, donde las armas abren las puertas del poder. Cada colombiano tiene que defender sus principios porque ningún gobierno nos puede obligar a que nos traguemos el sapo de la impunidad o que los verdugos del campo impongan su voluntad sobre la política agropecuaria. La resistencia debe ser persuasiva, con propuestas, ideas y alternativas, además de basarse en la esperanza. La resistencia civil le da forma a la fortaleza de una sociedad por encima de la debilidad del gobierno para hacer valer las instituciones y la legalidad. Ha llegado el momento de actuar con el entusiasmo de la palabra escrita, con el diálogo familiar, profesional y académico, con la movilización ciudadana y con las redes sociales para defender una paz digna. En la historia, la resistencia civil ha sido la más viva expresión social contra la injusticia y en Colombia luchar por una paz donde la ciudadanía de bien no se doblegue ante la presión del crimen es cumplir con ese propósito.
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