Se prostituyó el pop

Vie, 07/06/2013 - 01:07
A mí me criaron en una de esas familias y estudié en uno de esos colegios en los que tildan a la mujer vestida provocadoramente como una puta. Desde que soy una niña, la mujer que tiene un escote d
A mí me criaron en una de esas familias y estudié en uno de esos colegios en los que tildan a la mujer vestida provocadoramente como una puta. Desde que soy una niña, la mujer que tiene un escote demasiado arriesgado, una falda muy corta o un pantalón apretado, es una puta. Una loca. Una provocadora. Una mujer peligrosa. Con los años he aprendido a entender la diferencia que existe entre una prostituta y una mujer que se viste provocadoramente. Lo que los años no me han dado es una respuesta: ¿Por qué hay mujeres con esa necesidad de exhibir sus cuerpos públicamente? Esta es la goda que hay en mí. Unas tetas de verdad, grandes y apretadas en un escote infame me hacen pensar en todo lo que haría con ellas. Un culo forrado me hace querer darle nalgadas y apretar para comprobar si se trata de la naturaleza o de polímeros. Una falda muy corta me hace querer que llegue el viento, me pregunto si esconderán calzones grandes o una tanga. Las mujeres que se visten insinuando su desnudez, si no buscan provocar, ¿qué hacen? Todo, absolutamente todo lo que hacemos tiene consecuencias, me lo enseñó mi mamá. Si uno pasa frente a la jaula de un perro y la golpea repetidamente con un palo, el perro se va a enloquecer y apenas pueda salir de ahí, morderá enfurecido. Si se provoca a algunos hombres, se toman atribuciones atrevidas y abusan. Supongo que se trata de hombres sin límites o escrúpulos. Yo no sé cómo educarlos. Lo que sé es cómo cuidarme. Intento ser inteligente a la hora de comportarme en la calle, donde más vulnerable me siento. Me da ira y debo controlarme para no responder con un golpe cuando un amigo me toca el culo, y creo que en la calle me voltearía y le daría un puño en la cara a un hombre que se atreviera a ponerme una mano encima sin que yo lo hubiera invitado a hacerlo. Ni siquiera tolero los piropos callejeros. Una mujer debería poder vestirse como quiera sin temer las acciones de otros, pero no es el caso. En muchas ciudades del tercer mundo respetar a las mujeres no hace parte del sentido común. El hombre que toca a una mujer sin su permiso no aprendió a respetar. Cree que tiene derechos sobre los de otros. Ese tipo de hombre es el que hace daño y precisamente el que me da miedo. Nadie tiene derecho a abusar de nadie más. De ninguna manera. Una insinuación no es una invitación. Ninguna violación o abuso sexual tiene justificación. Nunca. Y teniendo todo esto tan claro no dejo de preguntarme: si una mujer sale sola a la calle con micro-minifalda  y escote, se sube a un Transmilenio y un desubicado le pone las manos encima, ¿en qué estaba pensando cuando salió a la calle así vestida? ¿No es mejor prevenir que curar? A mí también me gusta mostrar las tetas, si están divinas. Pero, como me enseñó mi mamá, hay un lugar y un momento para todo. En una sociedad tan “sexualizada” es cada vez más común que hombres y mujeres se sientan con el derecho de tocar un cuerpo sin que los hayan invitado a hacerlo. Hace un par de semanas, en un concierto de Beyoncé en Copenhague, mientras la artista se acercó a su público a tocarles las manos, un espectador tuvo la osadía de darle una nalgada. ¿Y cómo reaccionó ella? Le advirtió al atrevido que sería expulsado del lugar. ¿Qué sería del pop sin el sexo? El pop explota a las mujeres. Los ejemplos de hombres que se desvisten en el escenario o que se visten provocadoramente son mínimos. El hombre no tiene que mostrar el culo para vender música. ¿Qué sería de las carreras de estas artistas si no estuvieran constantemente sobreexponiéndose a sí mismas? Triste la hora en que la industria del pop se casó con la imagen de mujer fatal y provocadora. El pop viste a sus divas como prostitutas y bailarinas exóticas que venden sus cuerpos sin la honestidad con que lo hacen las trabajadoras sexuales. No, estas mujeres se esconden detrás de un micrófono. A mí me gustan las bailarinas exóticas, me gustan las prostitutas. Me gustan, sobre todo, por descaradas. A nadie engañan, son lo que son y yo las respeto por eso. Pierdo el respeto por una mujer que se esconde detrás de un micrófono para sobreexponerse a sí misma. ¿Qué tienen que ver las tetas y el culo de Beyoncé con su innegable talento? Me parece patética la puesta en escena de todas estas artistas. Cuando quiero ver mujeres desnudas y calientes voy a un puteadero o a un stripclub. Cuando voy a un concierto voy buscando música en vivo. No pude evitar sentir escozor cuando Madonna se quitó los pantalones y mostró su vagina a todos lo que estuvimos en el primer concierto que dio en Medellín. Durante los años 80, cuando comenzó a rebelarse tenía sentido. Estaba probando algo, pero casi tres décadas más tarde, ¿cuál es el punto? ¿Cuál es el mensaje? ¿Por qué tenía que casarse la industria del pop femenino con el sexo? Se trata de una de las industrias más machistas que existen, y nosotras mismas, al glorificar a estas mujeres casi desnudas contribuimos al concepto de mujer objeto. Mujer trofeo. Yo me quedo con grandes como Ella Fitzgerald, Erykah Badu, Annie Lenox, Chavela Vargas, Janis Joplin, Aretha Franklin, Fiona Apple, Bebel Gilberto, Patsy Cline, Björk, Stevie Nicks, Diana Krall, Edith Piaf… ¿sigo? @Virginia_Mayer
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