Si García Márquez hubiera sido abogado

Vie, 23/06/2017 - 04:10
Llego tarde a celebrar el día del abogado, mientras el gremio apenas se repone del “guayabo” de las fiestas y foforros vividos con motivo del festejo.

Y acompañado. Le pedí al abogado y peri
Llego tarde a celebrar el día del abogado, mientras el gremio apenas se repone del “guayabo” de las fiestas y foforros vividos con motivo del festejo. Y acompañado. Le pedí al abogado y periodista Oscar Alarcón Núñez que dijera “unas palabritas” sobre el tema, consciente de que además de bien leído y hablado no se pone con recovecos ni afectaciones inútiles. Se ajustó el corbatín, se subió a la tarima de Legis (la verdad es que lo ayudamos porque el peso y los años le están pasando factura) y echó este cuento simpático sobre los abogados: -El papá de García Márquez quería que su hijo estudiara para abogado. Por complacerlo se matriculó en la Universidad Nacional y en el segundo año, después de asistir a las clases de Constitucional (el profesor era López Michelsen) y de Civil primero y segundo, se retiró porque quería ser escritor. Su padre, enfurecido, le contestó: “Entonces comerás papel”. También el padre de Jorge Federico Handel deseaba que su hijo fuera abogado y que no perdiera el tiempo con la música. Soñaba con hablar de “mi hijo el abogado”. Pero el talento musical hizo que se torciera con el derecho, tanto que cuando tenía siete años los amigos de su padre le pidieron que lo dejara seguir con la música. A los once ya tocaba el oboe, el violín, el órgano y el clavicordio. Definitivamente, le sonó la flauta. Si García Márquez hubiera sido abogado de pronto no habría llegado ni a magistrado de tribunal y el mundo, en el caso de Haendel, no habría escuchado jamás el Mesías. El jurista español Ángel Osorio Gallardo, al analizar el problema de la abogacía en su país, dijo: “En España todo el mundo es abogado, mientras no se pruebe lo contrario”. Y Pio Baroja puso en boca de uno de sus personajes esta frase: “Ya que no sirves para nada, estudia para abogado”. Pero los abogados no son tan malos como lo pintan. Claro que afortunadamente para la religión católica, los mandamientos los hizo Moisés. De haberlos hecho un abogado habría elaborado un código y más de un jurista los habría demando porque amar a Dios sobre todas las cosas es una norma que va en contra del desarrollo de la personalidad. La verdad es que no hay muchos abogados, lo que pasa es que gran cantidad de personas se las dan de tales. Existen no solo los tinterillos que con corbata, chaleco y gabardina se creen y se hacen llamar doctores en los pasillos de los juzgados; hay también ingenieros y arquitectos que posan de especialistas en contratación administrativa. Más de uno, por esas poses, resultó consejero de Odebrecht y hoy busca un paraíso, así sea fiscal. Si no fuera por los abogados, Colombia no sería un estado de derecho, con Constitución, leyes y decretos. Por eso, con gran espíritu patriótico, hay que celebrar anualmente el día de los abogados. Y recuerden que la ignorancia de la ley no exime al abogado de cobrar honorarios.
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