“En la cripta estaba todo”. En la iglesia que en Praga, está en la calle Resslova, cerca de la plaza Carlos, hay una placa dedicada a Josef Gabčík y Jan Kubiŝ, paracaidistas y héroes de la Resistencia checa al nazismo. Asesinaron a Reinhard Heydrich, el segundo al mando de las SS lideradas por Himmler, nombrado en 1936 líder de la Gestapo y director desde 1939 de la Oficina Central de Seguridad del Reich. El atentado se realizó el 27 de mayo de 1942. Paracaidistas entrenados en Inglaterra creyeron fracasada la “Operación Antropoide”, fueron acorralados por las SS y se suicidaron. Los denunció un traidor.
Allí, en el subsuelo, están las huellas del drama: fotos de Gabčík y Kubiŝ, un impermeable, un morral, una bicicleta, una ametralladora Stern, Londres, Francia, legionarios, un gobierno en el exilio, Lídice, un tranvía que pasa, una máscara mortuoria, una recompensa de diez millones de coronas para quien delatase, cápsulas de cianuro, granadas, emisoras y mensajes codificados, un esguince en un tobillo, penicilina que sólo se podía conseguir en Inglaterra para atajar la septicemia, una ciudad aterrorizada por el que llamaban “El verdugo”, banderas con la cruz gamada, espías alemanes que trabajan para Inglaterra, un Mercedes negro con el neumático reventado, represalias terribles, la locura, la grandeza, la debilidad, la traición, el valor y el miedo, la esperanza y la pena, la guerra y la muerte, judíos deportados, familias masacradas, venganza y cálculo político, el espíritu de la Resistencia que se quedó grabado en esos muros. Está Bohemia, Moravia, Eslovaquia. Contenida en unas pocas piedras está toda la historia que evoca Laurent Binet en HHhH. En las SS decían: “Himmlers Hirn heisst Heydrich, el cerebro de Himmler se llama Heydrich”
HHhH, que ganó el Premio Goncourt de primera novela y el de la revista Lire y RTL al autor-revelación fue publicada por Seix Barral en español. Binet fabrica el relato ante nuestros ojos acompañado de Natacha mientras recuerda al profesor de historia que es su padre, introduce datos autobiográficos, nos señala sus fuentes literarias y documentales.
¿Cómo hacer de la historia la ficción? Binet investigó cómo se han desenvuelto los autores de la novela histórica: algunos dan pruebas de un rigor histórico extremo, otros bordean los límites de la verdad histórica sin fantasear mucho pero, en todos los casos, la ficción se impone a la historia. No sabe cómo abordar su narración. Encuentra, finalmente, un modelo narrativo: Les Mors aux dents de Vladimir Pozner que se divide en dos: la parte donde el escritor recoge los testimonios sobre sus personajes y la otra, que es la novela propiamente dicha. Resulta un fascinante texto fracturado que nos sumerge en el mundo rememorado y, a veces, nos saca abruptamente de éste para situarnos al momento de la escritura de la obra. Seduce también el narrador convertido en testigo, disfrazado de Binet, francés de treinta y nueve años, que observa el atentado y los hechos de la cripta.
HHhH termina en un buque fantasmal que lleva a Josef Gabčík a Francia. Su mirada no se dirige al horizonte que indica futuro, sino “hacia la línea de flotación del navío donde el vaivén estrella las olas contra el casco y luego las aparta, y luego las estrella de nuevo, en un movimiento de balancín hipnótico”. Pero antes, como represalia por la muerte de Heydrich, un escuadrón de las SS arrasó Lídice, ejecutó a 1331 habitantes mayores de 16 años, incluidas 200 mujeres. En Bohemia y Moravia fueron eliminadas miles de personas.