"Tranquila cucha…"

Lun, 03/08/2015 - 13:16
Mucho hacen los gobiernos nacional y locales para contarle a los ciudadanos los grandes esfuerzos y avances en la seguridad, que según ellos, se han logrado en los últimos años.

La ciudadanía,
Mucho hacen los gobiernos nacional y locales para contarle a los ciudadanos los grandes esfuerzos y avances en la seguridad, que según ellos, se han logrado en los últimos años. La ciudadanía, cada vez más desesperada ha, incluso, decidido tomar la justicia por su propia mano. En las redes sociales abundan los videos de ladrones, violadores y todo tipo de delincuentes, literalmente siendo rescatados por la Policía de turbas enardecidas. Hace cinco años, doña Margarita lloraba el asesinato de su hija, un delito que aún permanece impune, como el 90% de los delitos que se cometen en Colombia y sobre el cual todavía no se conocen las causas. Juliana, estudiante de uno de los colegios públicos de alguna de las 16 comunas que componen la ciudad de Medellín, no tenía amistades dudosas y sus calificaciones eran las del promedio de las niñas de su edad. Un día, alguno de los pillos del combo decidió quitarle la vida, quizás porque se enamoró de ella, tal vez porque le caía mal, o seguramente por un cruce de miradas en el momento equivocado, nunca lo sabremos. Doña Margarita no había sido capaz de superar el duelo, aunque seguía luchando para mantener a su madre y a sus otros dos hijos, sola como muchas madres cabezas de familia, lograba darles techo, alimentarlos, vestirlos y brindarles educación. Cinco años después, Yeison, un joven tranquilo, estudioso, alejado de las malas amistades, compartía una tarde cualquiera con sus amigos del barrio sentados en una acera. La madre de alguno de sus amigos, doña Flor, salió de su casa dando alaridos, al parecer su computador portátil había sido robado. La señora decidió culpar a los amigos de su hijo, incluido Yeison, tal vez porque fue a los primeros que vio al salir a la calle. Los jóvenes increparon a la señora, haciéndole saber que nada tenían que ver con el hecho. Doña Flor acudió a la única autoridad que conocía, a los ‘muchachos’ del barrio. Jóvenes viciosos dedicados al microtráfico, la extorsión y el control territorial de su comuna, conocidos y temidos por todos. Las amenazas no se hicieron esperar: “no toleraremos ladrones en el barrio”, la sentencia. Yeison, asustado, pero seguro de su proceder, decidió confrontar al jefe del grupo. Montó en su bicicleta y llegó hasta una casa, seguramente pertenecía a uno de los miles de desplazados de la ciudad, y empezó a explicar al ‘patrón’ que él nada tenia que ver con el robo del computador. Uno de los integrantes del combo, altamente drogado, resolvió que no le gustaba la actitud de Yeison, y ante la mirada atónita, incluso de sus compañeros, de tres disparos cegó su vida. Doña Margarita aún llora a su amado hijo, lo peor es que ella y todo el barrio saben quién lo hizo, incluso la Policía lo sabe, sin embargo nadie hace nada, ni la Fiscalía. Margarita debe soportar además ver el asesino de su hijo, impune, todos los días pasar en moto por el frente de su casa. Al parecer, la única justicia que recibirá será la de los propios integrantes del combo, quienes un día cualquiera le dijeron: ¨Tranquila cucha, esa se la cobramos a ese man nosotros.¨ La historia es real, cambié los nombres porque doña Margarita aun hoy en día vive en el mismo barrio. Desconozco si el verdugo de su hijo ya fue ajusticiado por sus propios compañeros, pero con seguridad la justicia colombiana nada ha hecho. Esta es la realidad en muchas ciudades de nuestro país: robos, atracos, fleteos, homicidios, violaciones, son el pan de cada día. La inseguridad es mucho más que un problema de percepción. Si en Medellín ha bajado el índice de homicidios es simplemente porque existe la predominancia de un combo, o porque existen pactos de no agresión entre los mismos para de esta manera evitar la atención de la opinión publica y por lo tanto la actuación de las autoridades. En menos de dos años dos apartamentos de mi unidad han sido robados, en menos de un año he presenciado más de dos robos armados, en el último año familiares cercanos se han salvado, por la acción de sus vecinos, de atracos a escasas cuadras de su casa. Tapar el sol con las manos no es la solución, los gobernantes, los fiscales, jueces y policías deben ser más estrictos en el cumplimiento de su deber, dándonos a los colombianos ciudades más seguras. Representante a la Cámara Twitter: @sanvalgo
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