En primer lugar quiero desear un feliz y venturoso año 2012 a todos mis lectores, y agradecerles la compañía semanal por cerca de un año. Este nuevo año depara muchas perspectivas en gobiernos locales, como el de Bogotá; en la estabilidad de la política regional, elecciones presidenciales en Venezuela, México y Estados Unidos. Las perspectivas y metas de un Gobierno Nacional que no se saben a ciencia cierta cuales son, el deterioro generalizado de la seguridad rural y ciudadana plantean la necesidad de cambios de estrategia, giros contundentes en políticas de seguridad, inversión social, desarrollo e infraestructura.
El discurso de fin de año del presidente Santos trae a mí varias ideas. Primero, comparaciones odiosas, la percepción de incoherencias propias del desespero y la improvisación por parte de quienes quieren mostrar resultados inexistentes a lo cual buscamos hacer grandes críticas constructivas.
Cuando vi a Santos en una aula de clase acompañado por unos niños, en la cual nos enseñaba que la obra de su gobierno era la inauguración de esa escuela en Barranquilla, con la que encontró reducir la falta de cupos escolares, me vino la idea que ese monólogo sería más de un alcalde pero no de un Jefe de Estado. Su alocución, un monólogo tedioso, incoherente y sin un mensaje claro, al finalizar el 2011, y empezando 2012 los terroristas de las FARC se hicieron sentir con sus actos de barbarie y apátridas. Un reciente estudio por la Escuela Superior de Guerra encontró que la guerrilla está utilizando cerca de doce tipos diferentes de minas antipersona, lo cual sugiere que la política de seguridad ha sido un fracaso, que pese a las grandes bajas de “Jojoy” y “Cano” no se siente un ambiente propicio de seguridad y cierre a los campos de acción de esa guerrilla.
Muchos consideramos que el paso hacia atrás que ha dado Colombia es abismal en materia de orden público, y los que se habían dado están por perderse en caso de no replantearse una política clara y contundente en materia de seguridad, ¿qué pasó con las redes de cooperantes? ¿Qué pasó con los soldados campesinos? ¿Dónde quedó el Plan Patriota?
Pensaríamos que las dificultades que atravesamos en materia de orden público son exageradas en un principio, pero la realidad no se palpa a un 10% para la población en general. Antioquia, Sucre, Córdoba, Bolívar, Putumayo, Nariño, Valle y Cauca son apenas algunos de los departamentos donde se ha vuelto a sentir el resurgir de prácticas propias de la subversión como el chantaje, la extorsión y el boleto. En plenas fiestas de fin de año las Farc intentaron volver a hacer los mal recordados retenes, donde secuestraban selectivamente ciudadanos.
Las políticas de seguridad que el gobierno debe plantear deben estar plasmadas en los aciertos sobre el tema en el pasado, brindando confianza y seguridad a cada ciudadano en todos los rincones del país, ofreciendo garantías de mayor seguridad y confianza en quienes guardan y velan por el orden público. Dentro de tales garantías debe estar por sí misma la máxima que es darle la posibilidad a los ciudadanos de excelsas calidades, de brindarse seguridad personal y hacer uso legítimo de la defensa, algo propio de la condición humana y del derecho natural. Por eso hablar del desarme de los ciudadanos y la imposibilidad que puedan estar armados para la defensa de su vida y bienes es un claro llamado a la insurgencia, al hampa: Aquí están los ciudadanos decentes desarmados para que hagan con ellos lo que bien quieran. ¿De dónde sacan que los hampones andan con armas con salvoconducto? Apostarle a la seguridad es darle garantías primero que todo a los colombianos que acatan la ley. Y claramente, si queremos reducir los índices de homicidios y hacer una campaña de desarme por el respeto a la vida, lo primero que debemos hacer es desarmar a los malos, no entregar en bandeja de plata a los buenos.
Todo lo mejor en este 2012, que sus hogares estén llenos de amor, paz, creatividad y mucha abundancia, y que ojalá al gobierno nacional no le dé por hacer más locuras, ¡ya basta!
Twitter: @g_rodriguezm