Un futuro con nuevas perspectivas erótico-sentimentales

Dom, 05/06/2016 - 03:10
Pretendemos que aquellas cosas que nos son habituales son inmutables, que constituyen verdades y formas de vivir que no son susceptibles de cambio y que no necesitan modificarse. Olvidamos, por fortun
Pretendemos que aquellas cosas que nos son habituales son inmutables, que constituyen verdades y formas de vivir que no son susceptibles de cambio y que no necesitan modificarse. Olvidamos, por fortuna o azote, la gran evidencia que nos embarga: todo está en permanente movimiento. Queremos refutar que lo que existe es efímero y resultado de circunstancias materiales o ideológicas de una época. Por eso nos sorprendemos cada vez que un cataclismo hace cambiar la forma de nuestra geografía, que la tierra revolcando sus entresijos, como lo ha venido haciendo desde tiempos inmemoriales, altere nuestro hábitat, porque lo creemos adquirido y estable para siempre. En cuanto a nuestros hábitos, creencias e ideologías también se nos olvida que estos eclosionan pasajeramente en un periodo, y que los practicamos o sufrimos como consecuencia de la tradición, de las circunstancias y  del conocimiento y avances científicos del momento. A todo dar queriendo ignorar también que son ampliamente modificables con el correr del tiempo. Todo cambia. Lo que ayer fue verdad absoluta e infalible, hoy es considerado su contrario o relegado a la categoría de lo relativo. La evolución reina indefectiblemente en nuestro reincidente trasegar. Cambian los sistemas políticos, declinan los imperios, se adoptan nuevas formas de pensar, nos vestimos diferente, hablamos diferente, nuestros gustos mudan enormemente y hasta consideramos ridículo y anacrónico aquello que otrora era respetado y considerado objeto de culto. Las religiones suelen ser refugio de ideas que se creen incambiables, olvidan sus practicantes que muchas religiones que se declaraban como las verdaderas,  fenecieron al cabo de los siglos; las actuales, cada vez más discutibles, tampoco resistirán al embate del tiempo, de la llegada de nuevas formas de pensar. La familia, durante siglos considerada en muchas culturas como un núcleo sine qua non conformado por un padre, una madre y unos hijos, no ha sido excepción a cambios radicales, notorios particularmente en los últimos tiempos. Esta noción de pareja tradicional ha dejado de ser el ideal buscado y de ser el único consentido. Muchas otras formas de expresión de relacionamiento humano son consideradas posibles y válidas en nuestros días. Por ejemplo, la individualización gana terreno, muchas personas por deseo propio o falta de oportunidad permanecen solas, con encuentros esporádicos que sacian sus necesidades afectivas y sexuales. La noción de monogamia, tabú de nuestras civilizaciones infringido regularmente y con hipocresía, es también en nuestros días reevaluada, ya no se teme pensar, decir y actuar que el otro que circula a nuestro derredor es también objeto de deseo y de posible relacionamiento erótico-afectivo al tiempo que se dice mantener una relación monogámica. Es que la idea de exclusividad y de compromiso de por vida ha cambiado drásticamente. Sin duda, se ha comprendido que la misma noción de pareja no es otra cosa que un convenio cultural que obedece más a un ordenamiento social que a una necesidad primordial de nuestra psiquis o una realidad genética de la especie humana.  Vale la pena, aquí, recordar que los matrimonios de amor romántico fueron posibles realmente sólo desde el siglo XVIII, anteriormente lo eran de conveniencia social y económica. Muchas combinaciones son consideradas y permitidas en nuestros tiempos; la noción de pareja meramente heterosexual ha sido ampliada, las uniones homosexuales gozan de protección de la ley ya en numerosos países del orbe; las relaciones poligámicas, aún poco consideradas y proscritas en Occidente, se practican, así sea, en la penumbra. Es que la humanidad está tomando consciencia de que no existe regla única y menos de carácter impositivo a la comunidad; cada cual escoge su modelo relacional y exige ser respetado por los demás y protegido por la ley. Tabús y prejuicios, generalmente irracionales, van cayendo poco a poco y son reemplazados por formas más libres de expresión y de sentir. Se entiende cada vez más que la sacrosanta trinidad amor-sexo-procreación impuesta a una pareja, corresponde a un ideal poco practicable y que cada uno de los elementos de esta tríada o sus combinaciones son convenientes, pero no forzosamente la integralidad con la misma persona. Esta es sólo una de las tantas formas de relacionamiento que tienen los humanos, pero lejos de ser la única, como tradicionalmente se ha considerado. La misma noción de amor, es cada vez más difícil de definir, cuando no de aplicar, tal vez haya sido reemplazada o redefinida por afecto, querencia, deseo sexual, buen entendimiento, química y otras formas más tangibles y menos idealistas que las que nos inspira la lírica romántica. Jacques Attali, el erudito y libre pensador francés nos augura futuros mucho más abiertos en nuestras relaciones, presiente y augura las nociones de poliunión y polifidelidad que pertenecen a una categoría más amplia que la actual: el poliamor, que antagoniza con la tradicional familia nuclear, a la que considera como un avatar reciente que cesará de ser el único modelo válido. Vendrán, y más pronto que tarde, nuevas formas de expresión de sentimientos amorosos con varias personas a la vez: “Nadie pertenecerá exclusivamente a nadie, hombres como mujeres podrán tener relaciones sentimentales y/o sexuales simultáneas, transparentes y contractuales con varios compañeros. Cada uno tendrá varios compañeros amatorios, a veces de sexo diferente, a veces del mismo sexo, sin necesariamente hacer el amor con todos, ni tener hijos con los unos y los otros”. Nuevas perspectivas en el relacionamiento sentimental y sexual nos esperan; nuevas posturas substitutivas a lo que se creía inmutable y no menos dogmático. En la medida en que cesen los prejuicios, en particular los infundidos por las religiones, el relacionamiento en el mundo será más franco, sinceramente erótico, hedonista y rescatado de las hipocresías actuales. Bienvenidos seamos todos al futuro.
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