Quien lo creyera. En la pasada campaña presidencial El Partido Verde se presentó como la antítesis de la candidatura del hoy Presidente Santos. Acaba de ingresar a las Mesas de Unidad Nacional. Aclara que no ingresa al gobierno. No por ahora. Y todo parece un galimatías. O una incoherencia de quienes lideraron la “Ola Verde”. O un favor que los verdes le hacen al unanimismo. Pero no hay tal.
Buena parte de la incredulidad proviene de nuestra historia reciente. Aún no acabamos de salir de una polarización política que enfrentó al anterior gobierno con sus opositores. Todos los temas de la agenda terminaron como campo de controversias y enfrentamientos. Y graves hechos promovidos desde el Ejecutivo alentaron la desistitucionalización y atizaron las disputas. Y lo más grave, el gobierno apeló a la ilegalidad para perseguir la oposición, confiado en que la lucha contra el terrorismo le daba patente de corso para hacerlo.
Y de nuestra historia remota. El pacto del Frente Nacional que puso fin a la guerra entre liberales y conservadores a mediados del siglo pasado, instituyó la exclusión política como correlato del monopolio del poder en los dos partidos históricos y desembocó en un reparto equitativo del poder y la burocracia pública. A ello debemos, por demás, este singular y degradado cruce de violencias que nos acechan. La desconfianza proviene también de nuestra cultura política. Pocos creen en acuerdos alrededor de propósitos de interés nacional y heredamos un imaginario de que todo acuerdo es sinónimo de negociado burocrático y repartija clientelista.
Pero contra todo pronóstico el presidente Santos se tomó en serio su propuesta de Unidad Nacional. A cambio de la polarización adelanta una agenda alimentada por sus competidores de campaña. Las víctimas y sus derechos, entre ellos la urgente restitución de sus tierras; el estatuto anticorrupción, la reforma política y el ajuste a la distribución de las regalías, constituyeron sus prioridades legislativas. Las nuevas relaciones con las Cortes, la normalización de las relaciones internacionales, el papel de Colombia en Unasur bajo el liderazgo de María Ema Mejía y la solicitud de perdón por masacres como la de El Salado, demuestran que no es un viraje cosmético.
Y el Partido Verde lo ha comprendido con realismo y generosidad. Supo acompañar iniciativas del gobierno y marcar distancias cuando sus convicciones así lo aconsejaron. Se opuso, por ejemplo, junto al Partido Liberal y al Polo a la Regla Fiscal que impone un peaje presupuestal a la tutela de los derechos fundamentales. Ahora viene una agenda rica en reformas, como la del Sistema Nacional Ambiental, la Justicia y el Desarrollo Rural. Y el Verde ha prometido oponerse al actual proyecto gubernamental de reforma a la educación superior e intervenir desde una perspectiva ambiental en la discusión del Código Minero.
Y lo más importante es el mensaje de unidad nacional de esta difícil decisión. Como ha ocurrido en sociedades que transitaron de la dictadura a la democracia y de la guerra a la paz. Con acuerdos de fuerzas diversas sin opacar la democracia. Mas bien viabilizándola.
@antoniosanguino
Una decision dificil
Lun, 25/07/2011 - 00:02
Quien lo creyera. En la pasada campaña presidencial El Partido Verde se presentó como la antítesis de la candidatura del hoy Presidente Santos. Acaba de ingresar a las Mesas de Unidad Nacional. A