Reseña del libro Una novela francesa de Frédéric Beigbeder
“En una novela, el argumento es un pretexto, un esquema; lo importante es el hombre que se adivina detrás, la persona que nos habla” F.B.
Fiel a su estilo, Beigbeder escribe esta última novela en primera persona y narra para deleite del lector sus experiencias personales con gran desenfado y provocación, así éstas contengan algunas dosis noveladas. La parte autobiográfica es aquí más marcada que en sus anteriores escritos. Un libro que parece escrito por momentos con cólera cuando relata su paso por un centro de detención, pero con una inmensa ternura cuando el recuerdo amnésico de su niñez se le atraviesa o cuando se refiere al amor por su hija.
Beigbeder junto con Houellebecq han estado siendo considerados últimamente como los “enfants terribles” de la letras francesas actuales, odiados por los unos, venerados por los otros; en todo caso ambos y a regañadientes de muchos críticos galos han sido premiados con importantes galardones, el primero con el Prix Renaudot 2009 y el segundo con el Goncourt 2011. Es mi opinión que uno y otro son muy valiosos escritores y sin duda dictadores de pautas de la nueva narrativa francesa. Es de anotar la gran complicidad literaria existente entre Beigbeder y Houellebecq: el prólogo de este nuevo libro de Beigbeder está escrito por Houellebecq, y en el último libro de Houellebecq, “El mapa y el territorio” (que recomiendo ampliamente) uno de los personajes es el mismo Beigbeder.
De muy somera manera este libro se desliza por entre la historia francesa de los últimos siglos y el escritor asimila su propia vida a los albures y evoluciones del pueblo galo, para concluir que lo que ha vivido no es otra cosa que una “novela francesa”, al tiempo que, nihilista, anota: “¿Para qué vivir, si la vida se olvida?” o “Me siento excluido del mundo, ya que el mundo tiene una arqueología y yo no”.
Leer a Beigbeder trae a mente al escritor colombiano Fernando Vallejo, hay un cierto estilo que los asemeja; en común: escritura en primera persona, gusto por la provocación, reflexiones desparpajadas e irreverentes de sus propias familias, iconoclastas y críticas permanentes al establishment. Evidentemente la manera de expresión y estilo les es muy distinta, Vallejo es directo y rabioso, mientras que Beigbeder es matizado y sereno (de apariencia).
En esta novela todo comienza el 28 de enero de 2008 cuando Beigbeder, aquí protagonista de su novela, es detenido por la policía francesa por consumo de cocaína; fanfarronamente “armó” algunas líneas del polvillo alucinógeno sobre el capó de su carro y lo esnifó en público. Este encierro policial de varios días le aviva el recuerdo de su vida y muy particularmente el de su infancia. Recuerdo que comienza negando por considerarlo inexistente: “¿Cómo te puedes refugiar en tus recuerdos cuando no tienes ninguno?”, pero que aflora indefectiblemente a medida que el encierro forzado le hace mella física y sicológica, y es en este punto de abatimiento que se lanza sin medida en improperios contra las dependencias penitenciarias de París.
Es el escritor un vástago nacido de cuna de dos notables familias francesas. En ese contexto se sitúa la narración que abarca tres generaciones, y en el que repasa su infancia, al tiempo que narra sobre los Chasteigner, su familia materna, aristócratas de alcurnia y los Beigbeder, su familia paterna, burgueses acomodados.
Es de interés analizar las muchas consideraciones que el escritor hace sobre las dificultades sicológicas, y hasta materiales, que padeció a raíz del divorcio de sus padres, los vaivenes permanentes de vivienda, la indiferencia y desamor recíprocos de sus padres, como también la problemática con su propia hija como consecuencia de sus dos divorcios. Es que de alguna manera se lamenta del hecho del divorcio en las familias, al tiempo que considera insostenibles las relaciones de larga duración, así lo expresó brillante y jocosamente en otro de sus libros “El amor dura tres años”.
Más Beigbeder trata de convencernos (¿de convencerse?) de que no tiene recuerdos de infancia y de que la amnesia sobre ese periodo lo invade, más detalles sobre esta época nos procura: contradicción que busca crear un efecto de descubrimiento y de súbita recordación. ¿Es un fuerte deseo de olvidar, o es la detención carcelaria que le devuelve la memoria? Sea cual fuere la razón, el autor desarrolla con muchas minucias este periodo que lejos de serle infortunado está lleno de dichas de las que claramente se regocija. Y entonces a manera de conjuro se defiende: “Los nostálgicos de la infancia son aquellos que añoran la época en la que se ocupaban de ellos”.
Beigbeder escritor nacido en Neuilly-sur-Seine en 1965 y frecuentador nato de barrios parisinos y lugares chics de Francia, nos ofrece esta nueva novela, que tiene un gran interés de lectura, particularmente porque se libra a un sincero (honesto, dice Houellebecq) flashback nostálgico y bien escrito de su infancia, no obstante, ha de decirse que sus anteriores novelas tales como “13,99 Euros” y en especial “El amor dura tres años” son a mi gusto de mas aventajada factura. Como siempre en su obra están presentes un buen número de aforismos que ponen condimento a su obra con humor e ironía, he aquí algunas de ellas:
ü “Sólo los abuelos se pueden permitir el lujo de ocuparse de los demás”
ü “El silencio de los vivos es más difícil de entender que el de los muertos”
ü “Escribir es leer en uno mismo”
ü “La vida de familia. ¿Por qué esta expresión se me parece como una amenaza, o como un oxímoron”
ü “Si quieres llamar la atención de alguien, tienes que abandonarlo”
ü “Cuando yo rezaba por los etíopes en la misa de la escuela Bossuet, lo hacía sobre todo para no parecerme a ellos”
ü “Uno debería ser feliz, pero no lo es; por lo tanto, finge serlo”