Una situación insoportable

Mié, 02/03/2016 - 17:04
Para el cierre de mi exposición en MOCA de North Miami me he hospedado en casa de Babacar M’Bow y Carole Boyce Davies con quienes he tenido el privilegio de conversar largamente sobre distintos tem
Para el cierre de mi exposición en MOCA de North Miami me he hospedado en casa de Babacar M’Bow y Carole Boyce Davies con quienes he tenido el privilegio de conversar largamente sobre distintos temas. En particular con Babacar M’Bow, hemos tratado el de la marcha programada par el 2 de abril próximo. Considero pertinente compartir con los lectores algunas reflexiones alrededor de un aspecto fundamental que está en la base de lo que justifica la marcha: el aspecto insoportable de la situación. Salir a las calles es una muestra de la inconformidad del pueblo y a la vez una demostración de fuerza. Quien comparte el sentimiento de rechazo al gobierno pero decide quedarse en su casa, rumiando su descontento, deja pasar una oportunidad única y se convierte en un actor pasivo que le hace más mal que bien a la marcha. Siendo la génesis de la marcha el constatar una situación física o espiritualmente insoportable y conociendo que la ley permite al ciudadano expresar y rechazar la situación política que ha llevado a ese extremo al país, al salir a las calles, los ciudadanos pueden exigir con ella los cambios urgentes que permitan acabar con ese estado de cosas. Es condición primera salir a marchar pacíficamente. El descontento puede ser expresado de manera enérgica pero el objetivo de marchar no es el de llegar a una confrontación física. Aunque quisiéramos que la marcha alcance por si sola los objetivos, por ejemplo exigir la renuncia de Santos y el levantamiento de la mesa de negociaciones de La Habana, es muy remoto que se logre y por ello debemos estar conscientes de que lo que hacemos al marchar es sembrar una semilla a la que hay que alimentar hasta que la situación cambie. Cuando  atendemos la convocatoria a salir a las calles adquirimos un compromiso que se debe asumir desde el instante mismo en que decidimos vincularnos a ella. Esto quiere decir que tenemos que concentrar nuestras energías en hacer de la marcha un evento masivo. Este compromiso es individual pero cuando se asume se convierte en colectivo. Dejamos de ser islas para transformarnos en un continente en el que las voces aisladas se transforman en un sólo grito. En la preparación de la marcha toda nuestra capacidad creativa debe ser puesta en acción. Las conversaciones con familiares, amigos, vecinos y extraños pueden ser el medio para corroborar la urgencia de salir a la calle a protestar en masa. La marcha es un comienzo, el lanzamiento de una acción colectiva con fines claros que no se va a detener hasta alcanzarlos. De ahí deben surgir grupos de discusión, organizarse encuentros e insistir en tener presencia en los medios y en las redes. No se puede marchar y luego seguir nuestra vida, como si nada, sin haber logrado los objetivos. Es necesario tener presente que si la marcha no alcanza a convocar a un número significativo de ciudadanos ella fracasa y esto hace mucho más daño que el no haberla realizado. Por eso el compromiso es mayor: si decido marchar no lo voy a hacer sólo, me comprometo a invitar al mayor número de personas que pueda. No hay marchas espontaneas. Aunque se presenten como tal, ellas son el resultado de toda una planificación de la que debemos procurar estar informados y, si es posible, hacer aportes que conduzcan a su éxito. Lo que garantiza el éxito de la marcha es el análisis del sentimiento del aspecto insoportable de la situación y de qué tanto está arraigado en el pueblo. El fenómeno se hace insoportable cuando concierne a una mayoría. Lo anterior se aplica a toda situación ya sea vista desde la derecha o desde la izquierda, me aclara Babacar M’Bow. Por mi parte añadiría que el régimen y sus simpatizantes van a continuar sus ataques con el fin de hacer creer que el descontento del pueblo, ante esta situación insoportable, es una invención de una oposición a la que califica de extrema derecha como si los colombianos fueran una partida de ingenuos que creen cuanta bobería se les ocurra para mantenerse en su podrido trono.
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