Uribe no es el ángel de redentor que creen los furibistas, ni tampoco el demonio cargado de odio que conceptúan los urifóbicos; representa la Colombia que somos, en su gran mayoría, seres intolerantes, divididos y apasionados, que respondemos de forma visceral, apegados a postulados religiosos y políticos; representa la política que vive de la traición y de los amarres oportunistas que hace oposición con los errores del mandatario de turno y se aprovecha de las necesidades del pueblo para cimentar su poder.
Con ese estilo se eligió en 2002 y en parte cumplió, cuando Colombia vivía su peor amenaza guerrillera, ha mantenido su poder con la estrategia de la polarización y el concepto de trabajar, trabajar y trabajar, así no sea del todo real, fue capaz de cambiar la Constitución a su favor para reelegirse y montar a un Presidente a dedo, como Santos, quien nunca lo hubiese logrado solo; sacó 20 senadores con su nombre y tiene mucha opción de poner al nuevo Presidente, ya que, quien diga Uribe está muy bien en las encuestas, demostrando que es un animal político con carisma para atraer a muchos, con base en su doctrina; es innegable que sin sus golpes a las Farc, Santos no hubiese conseguido sentarlos para que firmaran la paz, pero también es incuestionable que ha sido un palo en la rueda en ese proceso. Vivimos en una sociedad uribizada, pendiente de todo lo que hace, desde si entra a Carulla hasta si se reúne con Trump en un pasillo, dividida entre los que lo siguen fielmente hasta verlo como un dios y los que lo atacan frenéticamente; desde vendedores en la plaza de mercado que lo defienden, hasta respetados periodistas que le dedican la mayoría de sus columnas y el tiempo en redes sociales para acribillarlo de forma enfermiza, caen en su trampa, fortaleciendo la estrategia que lo ha mantenido en el eje de la política colombiana de los últimos 20 años; muchos no lo soportan y sucumben, escogen enfrentarlo porque quieren que se haga justicia por todo el ruido que causaron los escándalos de corrupción de su gobierno y la relación con los paramilitares que tiene hasta a su hermano Santiago en la cárcel.
No hay cómo ocultar lo de Uribe y sus relaciones no tan santas, pero de ahí a dedicarse a perseguirlo, habiendo muchos temas más importantes que tienen al país en el atraso, es inocuo, creo que es más responsabilidad de la justicia y esa en Colombia nunca ha funcionado, recordemos la época de Mariano Ospina Pérez y Laureano Gómez con los Chulavitas, crímenes salvajes que nadie respondió; el descarado apoyo de Carlos Lleras Restrepo a Misael Pastrana Borrero para robarse las elecciones del 70; la persecución de Turbay a la izquierda; Belisario con el Palacio de Justicia; Samper con el proceso 8000 y el crimen de Álvaro Gómez, en fin. Uribe es un político colombiano más, con virtudes y errores, quien aprovechó y sigue aprovechando su momento en la historia de este país, y será recordado más por sus controversias que por sus logros. Ojalá le ofrezca excusas a Daniel Samper Ospina por tildarlo de violador de niños, para que recuperemos, aunque sea un poco, la concordia y las buenas maneras, sobre todo entre nuestros líderes, los más llamados a dar ejemplo.
@JACOBOSOLANOC
Uribe
Mié, 19/07/2017 - 03:00
Uribe no es el ángel de redentor que creen los furibistas, ni tampoco el demonio cargado de odio que conceptúan los urifóbicos; representa la Colombia que somos, en su gran mayoría, seres intolera