La elección popular de alcaldes trajo una autonomía política que hizo del presupuesto municipal una extensión del patrimonio moral de cada mandatario, en la medida que su prestigio se asoció indisolublemente a su obra, y esa obra dejó de venir del buen tino para escoger de los gobernadores, y pasó a ser fruto de la selección de "el pueblo", es decir, de nadie, porque todo lo excesivamente plural en vez de ser una responsabilidad inmensa, se vuelve una responsabilidad ante demasiada gente y se diluyen los compromisos individuales, que son los que infortunadamente prevalecen en nuestra primaria sociedad.
En todo caso, desde que el pueblo empezó a elegir, las ciudades pequeñas e intermedias comenzaron una especie de auge y dentro de esa tendencia Valledupar pasó de ser un pueblo mediano, a convertirse en una pequeña ciudad. Hoy gracias a eso y a la Seguridad Democrática de Álvaro Uribe, se volvió una urbe que empieza a mostrar elefantiasis, y los problemas derivados de semejante gigantismo, no son ya de los que se resuelven con poco.
Temo que asistimos al ocaso paulatino del esplendor de esa mágica sencillez provinciana que tuvo la vida vallenata de nuestros fundadores, porque la ciudad se fue de bruces a un precipicio de lamentables modernidades, con una planeación deficitaria y sucesivas administraciones de imperdonable mediocridad. Casi podemos decir, que los últimos 13 años, se perdieron en cuanto a la tarea de la alcaldía de marcar el derrotero y ser la locomotora, pues hace mucho renunció a ejercer el liderazgo ante lo urbanístico y empresarial.
A propósito del pésimo gobierno que termina vale la pena analizar lo que le espera a Valledupar con el nuevo Burgomaestre. Debo confesar que soy moderadamente escéptico frente a su capacidad transformadora. No veo en su palmarés ningún rasgo que me haga pensar que Socarrás será el visionario urbanista que sacará a Valledupar del caos que empieza a aposentarse por doquier. Mi escepticismo está impregnado del profundo deseo de estar equivocado, porque la ciudad requiere una visión superior que la guíe. Aunque el alcalde electo no tiene esa formación, puede ser que tenga la ambición de acertar y se rodee de gente capaz y busque asesoría de expertos en crecimiento. Ahora que Bogotá desperdició a Peñalosa, ¿por qué no volverlo su principal asesor?
Valledupar se volvió una jaula de motos. Dan motos a quien sea con muy poca plata. Cuando el Estado claudicó su obligación de garantizar transporte público, la gente se procuró, con motos, un medio barato para transportarse. Pero el caos y la alta accidentalidad son fruto de la total falta de autoridad, porque no hay campañas de educación. Las motos adelantan por la derecha, no tienen un carril en las vías principales, se meten en contravía, van por las aceras, y se desplazan como un enjambre sin instinto al que nadie mete en cintura, porque para el tráfico, hace muchos años no hay alcalde.
La segunda parte es lo de las vías. Hay pocas vías y están en mal estado; las poquísimas que se construyen parecen una pavimentación de aldea y no una construcción de ciudad. El mejor ejemplo es la que va del Obelisco hasta el terminal: Casi no logran ponerse de acuerdo Gobernador y Alcalde para una triste pavimentación, y cuando lo hicieron, decidieron hacer una vía común y corriente, como para Los Pondores o Varas Blancas, en vez de hacer una obra moderna de ciudad grande, con carriles alimentadores, ciclorruta, espacio para el transporte público, alameda para peatones, bahías para estacionar los buses, y más espacio vehicular, no de dos carriles por calzada, sino de tres o cuatro, sin retornos de los que causan embotellamientos, hicieron una callecita de barrio donde cabía una vía rápida de ciudad. Y les quedó una obrita de pueblo, sin importar cuanto haya costado...
El otro gran tema es la densificación. Especulando, diría que de la superficie urbana, más del 25% corresponde a "lotes de engorde". Entretanto la ciudad se extiende como cuando un líquido se derrama y van quedando "huecos". Por eso los servicios se han vuelto malos, caros e ineficientes. Y las administraciones no han tenido una política que privilegie los impuestos a construcciones, y castigue con tributos los lotes de engorde; con eso se ha estimulado la inversión en tierra urbana en vez de incentivar la inversión en proyectos de vivienda que resuelvan el déficit de oferta en todos los estratos. Mientras más crezca el área urbana mediante la construcción de proyectos de baja densidad, más costoso será tender miles de metros de cables y tuberías, por eso La ciudad debe verticalizarse, densificarse, más edificios y menos casas...
El POT que acaba de aprobar el Concejo, es una buena muestra de cómo funcionó la Alcaldía. En vez de hacer foros abiertos tipo Consejo Comunal, para contar como iba a ser la reglamentación de la ciudad, el Plan de Ordenamiento Territorial de Valledupar se discutió solo entre funcionarios y servidores públicos, como si estos temas y fueran "secretos de Estado". Y claro, porque un POT enriquece o empobrece a los dueños de la tierra cuyo uso se modifica; precisamente por eso, no debería ser tan secreto sino lo más público posible. La Alcaldía debió impulsar que la gente debatiera sobre el tipo de ciudad a levantar. Pero no, lo hicieron de espaldas a la ciudadanía.
Un gran factor de distorsión que cambió para siempre la ciudad, fue la cárcel de alta seguridad. La "Tramacúa" como le llaman con odio los propios presos, modificó la población flotante. A su existencia está muy ligado el haber pasado de medio vuelo diario (compartido con Riohacha) a cinco vuelos directos por día. Basta multiplicar los internos recluidos, por dos o tres visitantes a la semana, para entender el volumen de forasteros que ha llegado a Valledupar desde que se abrió la penitenciaría, porque el 95% de los internos no son de la región, y parte de esa masa flotante de abogados, familiares, novias, amigos y allegados de los presos, con el paso del tiempo, deja de ser flotante y va incorporándose a la ciudad; se van quedando con sus nuevas y viejas costumbres y con sus familiares que también empiezan a visitar y a quedarse.
La cárcel de alta seguridad fue un factor de inmigración que alteró para siempre nuestra ciudad. Su impacto fue negativo e irreversible, porque su vertiente de irrigación que es la llegada permanente de nuevos presos, simplemente no tiene final... A menos que un alcalde se amarre los pantalones y la cierre.
El nuevo mandatario y los que vengan, tendrán que encarar la planeación de la ciudad de un millón de habitantes que habrá antes de 20 años, si sigue creciendo a este ritmo absurdo. Por eso, hay que pensar en fortalecer la condición de "buenos vivideros" de los corregimientos de Valledupar. Hay que hacer ciclorrutas entre los pueblos y estimular un crecimiento ordenado en esas poblaciones para atenuar el desmedido crecimiento de Valledupar. Hacer vivienda de interés social en Los Corazones, en Guacoche, en Mariangola, pero también bibliotecas, sedes del Sena, escuelas de formación en oficios... ¡Imaginación y emprendimiento!
Y habrá que pensar ya en la ciudad de tres millones de habitantes de los próximos cien años, y empezar a tratar de impedir que llegue a eso. Hay que diseñar el nuevo Valledupar de la margen izquierda del Guatapurí, y decidir por donde irán los puentes para vehículos y peatones que deberán enlazar esa ciudad, con su río central, como Paris, Londres o cualquier metrópoli del mundo civilizado. Habrá que dejar grandes áreas de parques, un corredor verde lineal paralelo al Guatapurí, pero no de 25 metros como el de hoy sino de ochocientos o mil metros de ancho, corredores ecológicos para el sistema Metro de Valledupar, delimitar las zonas urbanas, y diseñar un área metropolitana que contenga los corregimientos, unida por un tren liviano que sea circunvalar y permita que se pueda habitar en los mejores climas de las dos sierras y acceder a la urbe por transporte público de manera preferente. Para eso hay que pensar en grande como cuando los cariocas levantaron Brasilia, en medio de la nada. O cuando los franceses pensaron los Campos Elíseos y las glorietas gigantes de París en un tiempo que ni siquiera existían los carros de motor y hoy aún caben.
A esta nueva Valledupar en la que el agro solo representa el 1% de su PIB local, que es ya un centro nacional de servicios y educación profesional, epicentro de un cuadro de desarrollo cuyos ángulos están en Plato, Fonseca, San Alberto y Fundación, hay que proyectarla pues su dinámica de crecimiento permite dimensionar su potencial como centro de servicios y eje de una zona minera y agrícola que con los TLC tiene unas posibilidades geoestratégicas que apenas se asoman.
La ciudad presenta síntomas que dejan pensar que va rumbo al colapso. Pero hay tiempo para reencausar. Manos a la obra alcalde electo, sumérjase en su papel, lidere, y no repare tanto en qué puede disgustar a Santos, hable duro, pida apoyo, si el Presidente es tan amigo suyo como cree, se lo demostrará en cosas concretas, como apoyo técnico para proyectos. Las regalías arrebatadas se recuperan con planeación y metas estructuradas en proyectos que canalicen el dinero de los recursos no renovables de modo que nos dotemos de una infraestructura de la talla de nuestro potencial.
Claro, usted también tiene la posibilidad de enfrascarse en resolver su vida personal y enriquecerse, como la mayoría de sus antecesores. Pero puede pasar a la historia encarnando un liderazgo vigoroso. Sorpréndanos Alcalde, y pase a la historia para aplaudirle duro, de largo y de primero.
@sergioaraujoc