A veces la vida le gana a la muerte

Lun, 28/01/2019 - 11:28
Mi amigo Babacar M`Bow, luego de mencionar el poder que mantiene la muerte sobre la vida, se queda unos segundos en silencio y dice: “A veces la vida le gana a la muerte”. Le escuchaba su discurso
Mi amigo Babacar M`Bow, luego de mencionar el poder que mantiene la muerte sobre la vida, se queda unos segundos en silencio y dice: “A veces la vida le gana a la muerte”. Le escuchaba su discurso centrado en el arte como un motor de cambio, según él muy superior a la política en este siglo XXI, mientras mi mente asociaba esas reflexiones, inevitablemente, con los acontecimientos recientes ocurridos en Venezuela. Venezuela nos regala hoy la feliz perspectiva de la vida superando a la muerte que a lo largo de años y años sumió a todo un pueblo en la desesperación y las tinieblas. Aunque parecía que ese triunfo de la muerte, tan dramáticamente representado por Pieter Brueghel, era cosa de un lejano pasado, de un medioevo que no quisiéramos ni siquiera evocar en nuestras peores pesadillas, con inmensa alegría presenciamos como la que agoniza no es la patria sino la misma muerte y sus serviles lugartenientes que asolaron esa tierra una vez rica y fecunda. Cuando un hecho tan milagroso se presencia en un país, la humanidad entera quiere unírsele gozosa. Luego de tantos años en los que el lado más oscuro de la existencia se apoderó de un pueblo inocente, verlo renacer llama a la solidaridad como está ocurriendo justo ahora. Así como nos avergonzamos de nuestra impotencia ante tanta crueldad con millones de niños y de ancianos que sufren hambre y dolor, ahora se nos presenta la oportunidad de levantar el rostro y recobrar nuestra dignidad humana. Para esos bandidos que se tomaron el país más rico de América en una siniestra operación criminal orquestada desde Cuba, con la complicidad de políticos populistas de izquierda junto a grupos terroristas de la peor calaña en un tal Foro de Sao Paulo y contando con el apoyo de países que se beneficiaron de ese estado de cosas sin ningún reparo moral, no había quien pudiera enfrentarlos de manera decidida y continuarían durante años y décadas muy orondos en el poder, siguiendo el ejemplo de la camarilla liderada por Castro desde hace sesenta años y que todavía, inexplicablemente, domina la isla y perturba de manera grave a toda la región. Pero les llegó su hora, primero caerá la dictadura de Maduro y luego la de Cuba y la de sus satélites como Nicaragua y Bolivia y esta región del mundo cambiará para bien. En estos momentos, cuando no cabe duda acerca del fin de la dictadura chavista, no paro de maravillarme al presenciar la caída de un régimen tiránico capaz de las peores atrocidades contra su pueblo, Y lo más sorprendente es la manera como se han venido presentando los acontecimientos: Maduro cayó en su propia trampa debido a su arrogancia. Con el apoyo de sus secuaces, acostumbrados como estaban a burlarse del pueblo venezolano y del mundo libre y democrático, y creyendo que podía seguir en el poder por largo tiempo, descaradamente, se juramentó para un segundo periodo, supuestamente ratificando un mandato popular, cuando era bien sabido que lo de mayo fue un remedo de elección cuyo escrutinio le dio a Maduro los votos que le vino en gana otorgarse a si mismo. A este envalentonado brabucón, cobarde y torpe, los anuncios del Grupo de Lima y del recién nombrado presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, de no reconocerlo y tomarlo como un usurpador, no le hicieron la menor mella. Y así fue y se le vino el mundo encima. Lo que ocurrió desde ese 10 de enero hasta la fecha no tiene precedente alguno. Luego de tantos años de sufrimientos y represiones, el pueblo venezolano supo esperar unos días sin salir a las calles hasta el 23 de enero, día en que se había convocado, por la verdadera oposición y no la traidora y sumisa, a una manifestación contra el oprobioso régimen ¡Y fue monumental! Las imágenes que pudimos apreciar en las redes sociales mostraron una multitud en Caracas como nunca se había visto en toda la historia. En ciudades de distintos países salieron los venezolanos a hacerle ver al mundo, que ya no tolerarían un presidente ilegitimo. El mundo lo presenció y se solidarizó. El mismo 23 de enero Juan Guaidó, como presidente de la Asamblea Nacional y ante el vacío de poder, en Cabildo Público se juramentó como presidente de Venezuela y comenzaron, uno a uno, los países a desconocer a Maduro y a reconocer a Guaidó como el legitimo presidente. Desde ahí la suerte quedó echada y es cuestión de días para que nuestro país hermano recobre su libertad y con ella su dignidad. Vale la pena hacer mención aquí a lo dicho por Felipe González, las deudas contraídas por Maduro, habiendo sido un presidente ilegitimo como ha quedado claramente demostrado, no tienen ninguna validez y, por lo tanto, los venezolanos NO están obligados a pagarlas. Quienes quisieron sacar partido de la grave situación de un pueblo bien se merecen que no se les pague. Lo que se tiene que venir, de ahora en adelante, no debe ser otra cosa que uno de esos triunfos de la vida sobre la muerte acompañado de la solidaridad y la alegría de todos nosotros. Los cubanos y los terroristas de las FARC, el ELN y Hezbolá tienen que salir del país y pagar por sus crímenes capturándolos en donde sea que se refugien para llevarlos ante la justicia. Circunstancia feliz para Venezuela la de tener como presidentes en USA a Trump y no a Clinton; en Brasil a Bolsonaro y no a Lula; en Colombia a Duque y no a Santos.
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