Verdades que faltan y duelen

Lun, 28/11/2011 - 00:01
Es el colmo del descaro. Según cifras de la Unidad de Justicia y Paz de julio de 2011, de los 28.879 crímenes confesados por los paramilitares, solo 55 corresponden a episodios de violencia sexual.
Es el colmo del descaro. Según cifras de la Unidad de Justicia y Paz de julio de 2011, de los 28.879 crímenes confesados por los paramilitares, solo 55 corresponden a episodios de violencia sexual. Y hay más. En seis años de vigencia de la Ley de Justicia y Paz, solo 49 de 30.000 paramilitares desmovilizados han reconocido su participación en delitos de violencia sexual. Hernán Giraldo, el tenebroso jefe paramilitar del departamento del Magdalena  únicamente aceptó ante la Fiscalía nueve casos de violencia contra las mujeres. Y aunque estos son apenas migajas de una verdad que aún está pendiente por reconstruirse y develarse, lo poco que se conoce no deja de producir escalofrío. Según la misma Fiscalía General de la Nación, a la fecha en Colombia hay denunciados 13.466 casos de desaparición de mujeres, de las cuales 133 cuerpos han sido recuperados en fosas comunes en los departamentos de Antioquia, Putumayo y Magdalena. Un verdadero feminicidio. Y esta es solo la violencia sexual ejercida en el contexto del conflicto armado interno. O por razones políticas, como se califica entre los expertos. Quiere decir que la lucha por la verdad, la justicia y la reparación tiene también una perspectiva de género. Porque la violencia sexual, como en toda guerra degradada, se convirtió en una estrategia de especial ofensa a la dignidad del considerado como “adversario”, o de brutal y primitivo dominio sobre el ser humano y sobre su cuerpo. Y la verdad desde esta perspectiva cobra importancia, sobre todo cuando conocemos los pactos por ocultarla o el miedo de las víctimas. Apenas 747 víctimas de estos delitos han acudido a la Fiscalía en los últimos seis años. Lo malo es que la violencia de género no es exclusiva de las organizaciones armadas. Ni de la Colombia profunda y marginal. Hace parte de nuestros mundos cotidianos. Tiene presencia en nuestros contextos urbanos. Los protagonistas están en todos los estratos sociales. Son ciudadanos de a pie y hasta reconocidas figuras públicas. Es una práctica diseminada en todo nuestro cuerpo social. En Bogotá, por ejemplo, es pan de cada día. Entre enero y septiembre del 2011, 8.787 mujeres fueron víctimas de violencia de pareja. El 27% de los casos que sucedieron a nivel nacional. Lo que convierte a Bogotá en la ciudad en donde más se maltrata a las mujeres. Y a pesar de que la ciudad cuenta con una Política Pública de Mujeres y Equidad de Género y con el Acuerdo No 421 de diciembre de 2009 que ordena la creación de un Sistema de Protección Integral a las Mujeres Víctimas de Violencia. Bogotá puede ser una muestra de lo que la sociedad está dispuesta a avanzar en la lucha contra la violencia de género. Puede promover desde las víctimas una reconstrucción de esa verdad que apenas asoma sobre el uso de la violencia sexual en el conflicto. Y de la justicia y reparación que esa verdad implica.  Y puede encarar con firmeza esa cultura del maltrato que habita nuestros mundos privados. Quizás sea la principal tarea de la prometida Secretaría de Mujer y Género.
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