¡A volar, joven!

Sáb, 04/08/2018 - 08:34
Se le llegó la hora a Iván Duque. Este 7 de agosto entra a ser el trigésimo presidente colombiano, de un total de 86 mandatarios, en jurar el cargo con menos de 45 años de edad. Lo hace, de 42, me
Se le llegó la hora a Iván Duque. Este 7 de agosto entra a ser el trigésimo presidente colombiano, de un total de 86 mandatarios, en jurar el cargo con menos de 45 años de edad. Lo hace, de 42, mediante una fórmula institucional de 16 palabras: “Juro a Dios y prometo al pueblo cumplir fielmente la Constitución y las leyes de Colombia”. Afortunado, porque la fórmula empleada cuando Andrés Venero de Leyva tomó posesión como presidente de la Real Audiencia de Santa Fe de Bogotá, el 21 de febrero de 1564, constaba de 203 palabras, luego de escuchar las cuales, don Andrés respondió el tradicional “Sí juro”. Después, el decano de la Audiencia, al referirse a la promesa que el nuevo funcionario hacía de acatar lo dispuesto por la Corona española para estas tierras, añadió solemnemente: “Si así lo hiciere Vuestra Excelencia, Dios Nuestro Señor le ayude en este mundo al cuerpo y en el otro al alma, y si no, Él se lo demande”… Para que “le ayude en este mundo al cuerpo”, pero también a su gestión, Duque deberá mostrar que no sólo era capaz de vencer en las elecciones, sino de acertar, ahora, en sus acciones como primer mandatario. Recordemos algunas: ● Mantener y ampliar la esperanza que suscitó durante la campaña. Esa posibilidad, que habitaba en sus mensajes, la percibieron millones de colombianos, que desde el 7 de agosto estarán atentos a la forma como les alimentará la convicción de que la esperanza en un mejor presente y un mejor mañana era mucho más que un recurso retórico para atraer votos. Necesitará escuchar su corazón, sentir debilidad por los débiles, favorecer a los más desfavorecidos, ser fiel a sus promesas sobre la mujer, acercarse a las poblaciones lejanas. ● Aceptar que la oposición a su gobierno no será constructiva. A sus gestores y ejecutores los impulsan la rabia y la venganza por la derrota que les propició, a lo que se sumará el rencor que profesan hacia el expresidente Álvaro Uribe. Es que las cosas en nuestro país han cambiado muy poco, o no han cambiado, a lo largo de los lustros. Así lo refleja, por ejemplo, la observación del presidente Guillermo León Valencia ante el Congreso de la República el 20 de julio de 1964, hace más de medio siglo: “Durante 150 años, Colombia ejercitó sus actividades partidistas dentro de la teoría de que el exterminio del adversario era la mejor política a seguir para el propio partido”. Con todo, a Duque, respecto de la oposición, le tocará asumir riesgos con lucidez, ser prudente sin ser temeroso, mostrarse fuerte en la adversidad y sabio en la victoria, no engañar a sus compatriotas (como lo hizo su antecesor), intentar desarmar a los violentos con su mejor arma: la palabra. En algunas ocasiones, no obstante, le vendrá bien practicar la lección que Jacob Javitz, senador de Estados Unidos por 24 años, recibió de un entrenador de boxeo en la Universidad de Columbia: “Mira dónde estás y pégales desde allí. No se gana nada esperando una mejor situación” (Newsweek). ● Aceptar, también, que es prácticamente imposible que los colombianos nos unamos. Fue un anhelo que proclamó en su campaña y lo reitera ahora, en vísperas de ser presidente de todos. Muchos igualmente lo piden. Pero creo que no es realista y que el país sólo se une alrededor de grandes dramas o grandes alegrías. El resto del tiempo nos damos toda la madera verde o seca que tengamos a mano. Pese a ello, que Duque dé luz en los momentos confusos, llame a la solidaridad de todos, mueva sentimientos de compasión, estimule el respeto a los demás, nos haga sentir orgullosos de su gobierno, señale causas que nos acerquen más a una mejor comprensión del destino común. Y que “en lugar de discutir sobre viñas, descorche la botella”, consejo de un abuelo catador de vinos. ● Una más: asegurar un equipo capaz y honorable en el cuatrienio. Le ayudará el exigirle sin ahorcar, velar por su unidad en la diferencia, lograr que sus miembros busquen lo grande sin buscar engrandecerse, reconocer que son seres humanos con limitaciones y posibilidades, conseguir lo mejor de cada uno, que estén en el campo de las soluciones, animarlos a trabajar con ilusión y un patriotismo inteligente, liderarlos de palabra y obra, ser su referente natural. ● Una quinta: gobernar según su leal saber y entender. A su manera. Esto significa ser autónomo, tener presentes los principios que reflejó en campaña, hacer que cada minuto lo sea de servicio al país, acertar en objetivos y medios, volver simple lo complejo, practicar la tolerancia cero con la corrupción y la ineficiencia, mantener la mirada en el aquí y el allá, reconocer su responsabilidad de cara al futuro para preservar una democracia vigorosa e idónea por encima de opciones totalitarias. Ah, y que no olvide sonreír. Es muy importante. Alberto Lleras, siendo ya expresidente de Colombia, sostenía, en El Tiempo del 8 de noviembre de 1972, que la sonrisa del entonces mandatario Misael Pastrana tenía un significado social hondo: “Si el presidente, que es un hombre honesto, encuentra manera de sonreír entre tanto desastre, es porque a lo mejor la cosa no es tan grave”… Con acciones así, al final de su tiempo, Duque podrá hacerle la primera a Frank Sinatra cantando (como le gusta): “Lo enfrenté todo y estuve orgulloso,/ y lo hice a mi manera”. Y muchos colombianos acomodaremos la célebre frase de Neil Armstrong al pisar la superficie lunar en julio de 1969, para decir que la presidencia fue “un pequeño paso para Duque, un gran salto para Colombia”. Si no, “Nuestro Señor se lo demande”… De modo que, ¡a volar, joven!, como diría el inolvidable Cantinflas. INFLEXIÓN. A Juan Manuel Santos no lo va a absolver la historia. Lo va a absorber.
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